Resistencia a la Colonización del Gusto, el Saber y el Hacer en la Vitivinicultura del Valle de Marga Marga en Chile: la Agroecología enfrenta a la Globalización

Resistance to the Colonization of Taste, Knowledge, and Practice in the Viticulture of Chile's Marga Marga Valley: Agroecology Confronts Globalization

Resistência à Colonização do Gosto, do Saber e do Fazer na Vitivinicultura do Vale de Marga Marga no Chile: a Agroecologia enfrenta a Globalização

 

Carolina Alvarado-Aspillaga

Facultad Ciencias Sociales, Universidad de Playa Ancha. Chile.

https://orcid.org/0009-0003-3969-9373

mariaalvarado@alumnos.upla.cl

 

Juan Carlos Molina

Facultad Ciencias Sociales, Universidad de Playa Ancha. Chile.

https://orcid.org/0009-0008-7470-5042

juan.molina@alumnos.upla.cl

 

 

 

Resumen

El artículo explora la colonización del gusto, del saber, y del hacer, en las comunidades campesinas de América Latina, enfocándose en su impacto en las prácticas culturales y productivas, especialmente en la vitivinicultura. Este proceso ha implicado la imposición de un modelo local-global que reconfigura las preferencias en los gustos y saberes locales, así como las formas de producción vinculadas a las comunidades y sus territorios. Como resultado, se genera una estandarización y homogenización en los procesos de producción y consumo de vino, lo que conlleva una pérdida de identidad cultural y biodiversidad. El estudio se centra en los viñateros del Valle de Marga Marga, en la Región de Valparaíso, Chile, quienes resisten estas presiones mediante prácticas agroecológicas y la preservación de saberes locales. Utilizando un diseño metodológico de investigación acción y socio-praxis, se implementaron técnicas de construcción de conocimiento cualitativo que incluyó un taller denominado días de campo, entrevistas semiestructuradas, y análisis hermenéutico. Se investigan las estrategias adoptadas por la cooperativa vitivinícola para sostener este tipo de producción y contribuir a la sostenibilidad cultural y ecológica de sus territorios en el marco de la región. Las prácticas agroecológicas emergen como formas de resistencias frente a la colonización del gusto, del saber, y del hacer, así como ante las dinámicas de poder impuestas por la agroindustria del vino, como Concha y Toro. Al fortalecer sus identidades y memorias, los viñateros preservan su patrimonio cultural y abogan contra la desigualdad y la exclusión en un mercado que favorece la gran producción.

Palabras clave: resistencia cultural, agroecología, vitivinicultor, producción artesanal, colonización, comunidad, globalización.

Abstract

The article explores the colonization of taste, knowledge, and practices in peasant communities of Latin America, focusing on its impact on cultural and productive practices, particularly in viticulture. This process has involved the imposition of a local-global model that reshapes local preferences in taste and knowledge, as well as production methods connected to communities and their territories. As a result, standardization and homogenization arise in wine production and consumption processes, leading to a loss of cultural identity and biodiversity. The study focuses on the winemakers of the Marga Marga Valley in the Valparaíso Region of Chile, who resist these pressures through agroecological practices and the preservation of local knowledge. Using an action research and socio-praxis methodological design, qualitative knowledge-building techniques were implemented, including a workshop called “Field Days,” semi-structured interviews, and hermeneutic analysis. The study investigates the strategies adopted by the wine cooperative to sustain this type of production and contribute to the cultural and ecological sustainability of their territories within the region. Agroecological practices emerge as forms of resistance against the colonization of taste, knowledge, and practices, as well as against the power dynamics imposed by the wine agroindustry, such as Concha y Toro. By strengthening their identities and collective memory, the winemakers not only preserve their cultural heritage but also advocate against inequality and exclusion in a market that favors large-scale production.

Keywords: cultural resistance, agroecology, winemaker, artisanal production, colonization, community, globalization.

Resumo

O artigo explora a colonização do gosto, do saber e do fazer nas comunidades camponesas da América Latina, com foco em seu impacto nas práticas culturais e produtivas, especialmente na vitivinicultura. Esse processo tem implicado a imposição de um modelo local-global que reconfigura as preferências pelos gostos e saberes locais, bem como as formas de produção vinculadas às comunidades e aos seus territórios. Como resultado, gera-se uma padronização e homogeneização nos processos de produção e consumo do vinho, o que acarreta perda de identidade cultural e biodiversidade.
O estudo foca nos vitivinicultores do Vale de Marga Marga, na Região de Valparaíso, Chile, que resistem a essas pressões por meio de práticas agroecológicas e da preservação dos saberes locais. Utilizando um desenho metodológico de pesquisa-ação e sócio-praxis, foram implementadas técnicas de construção de conhecimento qualitativo que incluíram uma oficina denominada "Dias de Campo", entrevistas semiestruturadas e análise hermenêutica. Investigam-se as estratégias adotadas pela cooperativa vitivinícola para sustentar esse tipo de produção e contribuir para a sustentabilidade cultural e ecológica de seus territórios no contexto regional. As práticas agroecológicas emergem como formas de resistência à colonização do gosto, do saber e do fazer, bem como às dinâmicas de poder impostas pela agroindústria do vinho, como a Concha y Toro. Ao fortalecer suas identidades e memórias, os vitivinicultores preservam seu patrimônio cultural e se posicionam contra a desigualdade e a exclusão em um mercado que favorece a grande produção.

Palavras-chave: resistência cultural, agroecologia, vitivinicultor, produção artesanal, colonização, comunidade, globalização.

 

INTRODUCCIÓN

El Valle de Marga Marga, situado en la Región de Valparaíso, Chile, es reconocido por su rica tradición vitivinícola que data de la época de la conquista española. Sin embargo, los espacios rurales de la zona han estado enfrentando múltiples problemáticas, la presión de la expansión urbana, los incendios forestales, la minería y la crisis climática. Además, la globalización y el predominio de las grandes industrias del vino han impulsado la estandarización de los productos vitivinícolas, lo que ha originado una colonización del gusto, afectando tanto a los consumidores como a la cadena de comercialización y distribución, y favoreciendo los productos industriales sobre los artesanales.

Este artículo examina cómo esta comunidad vitivinícola se ha convertido en un modelo de resistencia cultural y ecológica ante estas presiones, a través de la adopción de prácticas agroecológicas y la comercialización directa, a través de una Cooperativa, que busca preservar la autenticidad de los productos vitivinícolas del valle, elaborando vinos agroecológicos, sin intervención química. En este contexto, se analiza la forma en que la comunidad de viñateros ha enfrentado la colonización del gusto, el saber y el hacer, ofreciendo un enfoque alternativo frente a la homogeneización impuesta por los grandes actores de la industria vitivinícola global.

La comunidad de vitivinicultores es pequeña, compuesta por no más de siete productores locales con superficies de hasta dos hectáreas. Estos viñateros cultivan variedades antiguas españolas y de origen francés, entre ellas: País, Moscatel de Alejandría, Pastilla del Belloto, San Francisco y Moscatel Amarilla, Sauvignon Blanc, Pinot Noir, Chardonnay… que llegaron al valle durante la búsqueda de oro en el estero Marga Marga por parte de los conquistadores españoles, y posteriormente por influencias enológicas de otros países como Francia. Inicialmente, trajeron el vino para la celebración de misas y su consumo personal, lo que facilitó el establecimiento de las primeras plantaciones y de procesos artesanales, que se mantienen hasta la actualidad. Sin embargo, hoy en día, estos viñedos están desapareciendo debido a diversos factores, uno de los principales, la asimetría con la industria vitivinícola chilena, que, como señala Lima (2015), está dominada por un oligopsonio en el que tres grandes empresas Concha y Toro, San Pedro y Santa Rita, controlan el mercado. Según Cid-Aguayo et al. (2020), estas empresas han estandarizado tanto los vinos como los precios, lo que dificulta el acceso de otros productores a mercados justos y competitivos, además de homogeneizar (en una aparente diversidad de oferta) la cultura del consumo del vino. Este contexto socioeconómico ha creado una necesidad urgente de modelos de producción que resistan la homogeneización cultural y económica impuesta por la globalización. Los pequeños productores buscan la mantención de sus formas de hacer (prácticas) y saber (conocimientos) implementar métodos y técnicas para producir vinos, alejadas de la estandarización como una alternativa, que les permita no solo sobrevivir económicamente, sino también preservar sus tradiciones y formas agroecológicas de producir uvas y vino (Cid-Aguayo et al., 2020).

La colonización del gusto, del saber y del hacer es un proceso complejo y profundo, que ha marcado la historia de las comunidades latinoamericanas. Este fenómeno se manifiesta en la imposición de un modelo global que reconfigura los gustos, las formas de saber y de hacer de los pueblos originarios y campesinos, dejándolos fuera de las dinámicas dominantes de producción, consumo y valorización. Al respecto, no se trata solo de imponer un criterio estético o culinario sobre lo que es “bueno” o “auténtico”, sino de transformar profundamente las relaciones de poder, de conocimiento y de trabajo en las comunidades. En la vitivinicultura, esto se traduce en la estandarización de los vinos y en la homogeneización de los procesos productivos, lo que implica una pérdida significativa de la identidad local, la biodiversidad y las tradiciones ancestrales.

En Chile, particularmente, pequeños productores de vino han resistido esta dinámica colonizadora a través de la recuperación de técnicas de vinificación tradicionales, combinadas con principios agroecológicos, para preservar su identidad cultural y ecológica. Estas dinámicas de resistencia (Martínez, 2021) se pueden entender como una lucha por reivindicar los saberes (Porto-Gonçalves, 2009) ancestrales y las prácticas vitivinícolas propias, que hoy se materializan en lo que se puede denominar vinos con reflejo de viñateros. Este concepto hace referencia a aquellos vinos que no solo provienen del trabajo de la tierra, sino que son el reflejo de una historia, un territorio y una comunidad con saberes y prácticas arraigadas que se resiste a ser absorbida por los modelos industriales globales.

La Colonización del Gusto: Implicaciones Culturales y Económicas

En el ámbito de la vitivinicultura, el proceso de estandarización del vino ha sido una manifestación de la colonialidad del poder, concepto propuesto por Quijano (2000), quien señala que la colonización no sólo tuvo efectos políticos y económicos, sino también epistemológicos. De ahí que la colonialidad del gusto implica que lo que se considera bueno o de calidad ha sido determinado por una perspectiva global hegemónica, desplazando los sabores originarios y homogeneizando la producción del vino en nombre de la globalización. Este proceso ha tenido un impacto directo sobre la forma de producir vino, ya que los estándares internacionales de calidad, promovidos por grandes corporaciones, han minimizado las particularidades locales que reflejan la relación entre el viñedo, el hombre y la transformación del mosto de uva en la bodega.

Sin embargo, Cid-Aguayo et al. (2022) nos invitan a reflexionar sobre la diversidad de vinos que tienen variados paisajes vitivinícolas en Chile desde una perspectiva más amplia en su estudio de cartografía social donde aborda la Cooperativa Marga Marga. En este estudio, se muestra la presencia de personas que aún elaboran con lagares de cuero de bueyes (depósitos donde se fermenta uva), zarandas de coligüe (instrumento para despalillar racimos de uva), y vasijas de cerámica. Ello constituye un elemento esencial para la identidad local del territorio, preservando prácticas que han perdurado a lo largo del tiempo, y ofreciendo una visión a los productores que va más allá de la producción en masa estandarizada.

El modelo mercantil de la agroindustria del vino provocó una homogeneización cultural y deslegitimó las prácticas tradicionales, considerando los productos autóctonos como inferiores. Hasta 1880, los vinos elaborados con cepas criollas, como la País, eran apreciados tanto por las élites como por las clases populares. No obstante, tras la Guerra del Pacífico, el consumo de productos importados como el Jerez y el Oporto comenzó a desplazar a estos vinos tradicionales, debido a su prestigio entre las élites y los beneficios arancelarios para los productos importados (Lacoste et al., 2016). Mientras tanto, el pipeño y la chicha, elaborados principalmente con uva País, siguieron siendo consumidos por los sectores populares, caracterizándose por sus métodos artesanales de producción (Lacoste et al., 2015).

La introducción de cepas francesas, influenciada por la Sociedad Nacional de Agricultura, resultó en una jerarquización de los vinos chilenos, relegando a los productos autóctonos a una categoría inferior (Briones, 2006). Antes de la llegada de los españoles buscar el oro en el estero del Marga Marga, los pueblos originarios de la zona ya poseían conocimientos avanzados en técnicas de fermentación de diversos frutos. Estos saberes autóctonos facilitaron la adopción y adaptación del cultivo de la vid y la producción de vino, transformándose en un proceso natural y accesible. Actualmente, parte de estos saberes sobre la vinificación natural se mantienen en las prácticas de los vitivinicultores del territorio, quienes, a través de métodos agroecológicos, preservan estos conocimientos ancestrales como una forma de resistencia frente a los procesos de estandarización cultural y productiva impuesta por la globalización y las políticas neoliberales.

En el caso específico del territorio de Marga Marga, antes de la llegada de los españoles, los pueblos originarios de la zona ya poseían conocimientos avanzados en técnicas de fermentación de diversos frutos. Estos saberes autóctonos facilitaron la adopción y adaptación del cultivo de la vid y la producción de vino, convirtiéndose en un proceso natural y accesible. Actualmente, parte de estos conocimientos sobre la vinificación natural se mantienen en las prácticas de los vitivinicultores, quienes, fortalecidos por métodos agroecológicos en el campo y en la bodega, preservan estos saberes ancestrales. Un tipo de resguardo que se ha constituido en una forma de resistencia frente a los procesos de estandarización cultural y productiva impuestos por la globalización mercantil. Sin embargo, estas prácticas y saberes son invisibilizados y subalternizados por la producción hegemónica y las actuales políticas y normativas del rubro. En palabras de Hugo Morales (comunicación personal, agosto de 2022), baqueano, artesano que realiza lagares, y productor de chicha y aguardiente de uva, a “mi abuelo nosotros lo veíamos hacer los lagares y mi papá aprendió con él y él nos enseñó a nosotros […] a hacer estos lagares de cuero de buey, a zarandear y a arrear los animales a la montaña”. Una vinculación socio-natural que irrumpe la clásica visión dicotómica o binaria del entorno, para constituir otras formas de apropiarse y convivir con el territorio. En su relato, cargado de emoción, nos comenta que luego de despalillar la uva, se deja reposar unos días para que se concentre el azúcar, y luego se destila. Tras la descripción erudita del proceso que ha sido traspasado oralmente de generación en generación, deja entrever la preocupación si estas prácticas y saberes desaparecen, ya que son parte de sus vidas y constituyen las formas de vincularse y de habitar el territorio (pasado/presente/futuro).

La Colonización del Saber: El Conocimiento como Herramienta de Poder

El saber, en el contexto de la colonización, está directamente vinculado a las relaciones de poder. Walter Mignolo (2005) define la colonialidad del saber cómo la imposición de un conocimiento único que se presenta como universal y científico, mientras que los saberes locales, propios de los pueblos originarios y campesinos, son considerados obsoletos, sin valor o incluso peligrosos. Este fenómeno ha sido evidente en diversos valles de Chile, donde las técnicas tradicionales de cultivo de la uva y vinificación se han visto desplazadas por métodos industriales, que buscan maximizar la eficiencia y reducir costos, sin tener en cuenta las particularidades ecológicas y culturales del valle. Como también argumenta María Lugones (2008), la colonización no solo afecta las estructuras de poder, sino también las subjetividades y los cuerpos de las personas. En este caso, las técnicas de vinificación artesanal y las formas de relacionarse con la tierra, que han caracterizado a los pequeños viticultores del Valle de Marga Marga, son vistas por muchos como inadecuadas frente a las exigencias del mercado global. Existe un renovado riesgo de colonizaciones simbólicas y materiales por las cuales la industria hace uso de denominaciones de origen y genera productos en cuya etiqueta se atribuyen como propias las prácticas, procesos y saberes tradicionales de la pequeña vitivinicultura (Cid-Aguayo et al., 2020).

La Colonización del Hacer: La Producción Artesanal Frente a la Industrialización

La colonización del hacer se refiere a la transformación de las formas de trabajo y producción, donde las técnicas locales son despojadas de su valor frente a los procesos industriales que buscan la eficiencia y la estandarización. En la vitivinicultura, este fenómeno ha provocado una transición de la producción artesanal hacia métodos industrializados, se prioriza la maximización de la producción y la homogeneización del producto, perdiendo en el proceso la singularidad de los vinos elaborados de manera tradicional. Mantener prácticas antiguas de vinificación genera vinculación con oficios tradicionales. La presencia de personas que aún fabrican lagares de cuerpo de buey, zarandas de coligue y vasijas de cerámica, constituye un elemento esencial para la identidad local y la memoria, preservando prácticas que han perdurado a lo largo del tiempo y ofreciendo una visión del territorio que va más allá de la producción en masa estandarizada.

En esta línea argumentativa, Eduardo Leff (2018) señala cómo el modelo agroindustrial ha sustituido las prácticas basadas en la sostenibilidad y la biodiversidad, por un sistema de producción masiva que favorece la homogeneización. Existe un valle de vino muy cercano, denominado Casablanca, donde las técnicas son en su mayoría industrializadas. La agroecología, como enfoque alternativo, busca recuperar el equilibrio entre los saberes tradicionales y las necesidades ecológicas, promoviendo una forma de hacer que respete tanto el ecosistema local como las prácticas culturales de los pueblos y sus comunidades. Para el presidente de la cooperativa, la base de su estatuto es la vitivinicultura agroecológica, se constituye como una forma de resistencia a la colonización del hacer, al recuperar procesos productivos que se ajustan y son pertinentes al contexto local; que respetan y valoran el conocimiento ancestral vinculado a la tierra y al trabajo manual. Sin embargo, la agroindustria activa un marketing social (relato de producción ecológica que respeta los oficios y la tierra) para posicionar sus productos en sintonía de los nuevos tiempos y del mercado internacional. Ello se traduce y se enmarca en lo que se denomina como simulacro de una ortopedia social.

La Resistencia: Agroecología y Sostenibilidad en la Vitivinicultura del Valle de Marga Marga

La comunidad de viñateros ha logrado resistir los procesos de globalización e industrialización; las tareas colectivas de podar, vendimiar y elaborar el vino les han planteado una forma propia de producción. El presidente de esta organización, afirmó: “No sabemos otra forma de hacer vino, usamos técnicas antiguas, uso de lagares de cuerpos de buey, fermentaciones sin levaduras externas en vasijas de cerámica y cubas de raulí, una madera chilena única y antigua” (A. Herrera Román, comunicación personal, agosto de 2022). En su relato señala que la cooperativa ha logrado mantener su identidad vitivinícola mediante técnicas de vinificación ancestrales y la integración de principios agroecológicos. Dejando claro que el modelo de producción asumido no solo busca la rentabilidad económica, sino que también pone en valor la biodiversidad, la sostenibilidad y los saberes tradicionales.

Cid-Aguayo et al. (2020), señalan que a pesar de la hegemonía del agronegocio del vino, ha sido posible encontrar, en tres valles de Chile, la pervivencia de formas tradicionales de vitivinicultura que son sustancialmente distintas a la producción industrial. Una de estas experiencias, detallada en esta investigación, es la de la cooperativa, donde se promueve una vitivinicultura que respeta el equilibrio ecológico, favorece la producción de vinos sin intervención, utiliza campos agroecológicos y establece relaciones más justas con los consumidores. La comercialización directa, sin intermediarios, permite que los productores mantienen control sobre el precio de su producto, favoreciendo una relación más equitativa entre productor y consumidor, preservando la autenticidad (en un sentido de proceso) de los vinos.

En este contexto, las entrevistas realizadas a los miembros de la comunidad viñatera revelan prácticas y saberes que no solo buscan la rentabilidad económica, sino que también se enfocan en la sostenibilidad, la conservación del entorno y la valoración de sus acervos socioculturales (saberes tradicionales). José Varas, uno de los productores de la zona, expresó que produce de manera respetuosa con la naturaleza, aprendiendo de sus abuelos a realizar enmiendas con materiales vegetales del campo, sin recurrir a químicos en su producción (José Varas, comunicación personal, julio de 2022). La sostenibilidad de estas experiencias se sustenta en la recuperación del gusto por un vino local, con sabores diversos, arraigados en las condiciones específicas del territorio. Según la Viña Herrera Alvarado, parte de la comunidad viñatera, su objetivo, no es solo hacer vinos que gusten, sino sorprender a los consumidores al reflejar la naturaleza en el mosto fermentado. En esta lógica, la cooperativa organiza la actividad denominada Cata Social, un evento gratuito que invita a la comunidad y a cualquier interesado a reeducar el gusto, promoviendo una apreciación (auto) consciente de los sabores autóctonos y las prácticas de producción del territorio a escala agroecológica, esto es socialmente justos, ambientalmente responsables, y económicamente viables (Lugmaña, 2025).

La Educación como Herramienta de Resistencia

En estas dinámicas de resistencia, la educación juega un papel fundamental. La Cooperativa Marga Marga organiza talleres, eventos y programas educativos en los que se promueve el conocimiento sobre técnicas de producción vitivinícola de carácter tradicional y agroecológico. Este enfoque busca no solo fortalecer la identidad local, sino también educar tanto a nuevas generaciones como a consumidores, sobre la importancia de preservar las tradiciones frente a la estandarización global. Como señala Arturo Escobar (2016), la resistencia cultural y ecológica pasa por la creación de nuevas narrativas (en el sentido de re-conectarlas y re-significarlas) que vinculen a las comunidades con sus territorios, sus saberes y sus prácticas productivas.

Cuando los viñateros desarrollan técnicas agroecológicas con intercambios de saberes locales, permitirán fortalecer la resiliencia de las comunidades frente a las presiones de la globalización en su bajada neoliberal. Ya que las comunidades al reconocerse y (auto) valorarse en el relato, se activa un sentimiento no menor de ser parte de un proceso colectivo que es productivo y de la comunidad. Fortaleciendo la cohesión social y el rol territorial que asumen desde la producción vitivinícola y todo lo que ello implica. Constituyendo un posible nosotros territorial con todas sus diversidades y complejidades adheridas.  

Metodología del estudio

Diseño de la Investigación

Por las características del fenómeno a investigar, esto es, conocer las prácticas y discursos agroecológicos de los viñateros del Valle de Marga Marga como estrategias de resistencia para preservar los saberes locales en la Región de Valparaíso (Chile), nos situamos en el paradigma cualitativo, nos encontraremos con la necesidad de contar y conocer estos diferentes marcos interpretativos referenciales (Álvarez, 2003, p. 41). De ahí que nos interesa la comprensión o verstehen del mundo de la vida cotidiana (Weber, 2005) de estas experiencias de producción agroecológica en la vitivinicultura como se ha desarrollado en el texto.

Por ello, asumimos una perspectiva crítica, vinculante y decolonial (Batista, 2024). En este sentido la episteme asumida es fenomenológica (sujeto-sujeto) (Ayala, 2017; Merleau-Ponty, 1993), utilizando una metodología cualitativa que se enmarca en un diseño de investigación acción (IA) (Hernández, et al., 2006; Taylor y Bodgan, 2004).

Y, de acuerdo al alcance y propósito, el tipo de estudio es de carácter descriptivo, ya que “busca especificar las propiedades, las características y los perfiles de personas, grupos, comunidades, procesos” (Hernández, et al., 2006, p. 102). En este sentido, como investigadoras y habitantes del Marga Marga, no podemos estar fuera de estas problemáticas, porque habitamos el territorio, transitamos y nos apropiamos diariamente de él. Desde esta perspectiva e instalación epistemo-crítica, se anula la neutralidad valórica (supuesto de objetividad del positivismo lógico), y se abre paso a la construcción de un conocimiento situado (Haraway, 1991; Harding, 1996), militante (Rojas, 1999) y senti-pensante (Fals, 2015). Es un tipo de investigación dialógica (Freire, 2022, 2018), que intentará dialogar con los saberes y conocimientos campesinos y comunitarios dándole validez y legitimidad en lo praxiológico y a los “mecanismos populares de verificación” (Fals, 2001, p. 62). Estos elementos son cruciales para nuestra investigación, ya que son los conocimientos y saberes situados de las agrupaciones que conforman la Cooperativa investigada las que nos permitirán acceder a conocer las dinámicas de resistencias y su relación con la producción de vino.

De este modo la investigación acción (IA) y la socio-praxis, nos darán la versatilidad de crear y explorar otras formas de co-construir estrategias y análisis. En este sentido, “El propósito de la investigación-acción es resolver problemas cotidianos e inmediatos […] buscar mejorar la calidad de vida de las personas” (Álvarez, 2003, p. 159). Ello implica involucrar a quienes se ven afectados como agentes activos y participantes centrales para llevar a acabo posibles vías de acciones, prácticas y decisiones que reviertan la situación que los aqueja. Desde esta perspectiva emancipadora (Hernández et al., 2006, p. 707), podemos señalar que no es solo resolver un problema específico y concreto, sino también que sus participantes en el proceso investigativo intencionen y/o generen un cambio social. Al respecto, este tipo de diseño, además de diagnosticar y producir conocimiento, aporta en a la toma de conciencia crítica respecto a sus problemáticas. Así, apuntar hacia un cambio real de transformación en un doble sentido: para resolver y comprender los problemas situados.      

Delimitación del Campo de Estudio

Al proponer explorar y comprender in situ experiencias de productores vitivinícolas asociados y que se encuentren produciendo en el Valle de Marga Marga (5ta. Región, Chile), se nos presentaron varios desafíos. Uno de ellos fue a qué agrupación seleccionar y cómo aproximarnos, para romper con la habitual desconfianza (muchas veces fundada), no incomodar con nuestra presencia y que la investigación tuviera algún sentido para este tipo de organización. Lo que resultó, luego de explorar y seleccionar a la Cooperativa Marga Marga (selección intencional o por conveniencia), fue vincularnos con su agenda de actividades e involucrarnos en sus hitos de organización, colaboración y acción colectiva en el territorio durante los meses de mayo a diciembre del año 2022.

En este contexto se co-diseño una actividad que se denominó Días de Campo para familiarizarnos y explorar las prácticas y saberes entorno a las vitivinícolas (Fase 1), actividad que se desarrolló en un formato de taller de educación popular (Freire, 2018) donde había un mediador que motivó el diálogo y enmarcó la metodología (2 días).

Cada participante se vinculó con actividades prácticas relacionadas con la elaboración de vino (propio de su rubro) donde se puso en práctica sus saberes y experiencias en la producción, así se pudo observar las dinámicas internas de cada unidad productiva de la Cooperativa.

Una vez que obtuvimos los datos de cada participante, agendamos las entrevistas semiestructuradas a cuatro de los cinco socios de la Cooperativa -en distintos momentos-, con el fin de conocer el proceso histórico de sus iniciativas productivas, y las dinámicas de vinculación con el territorio. Además, se generó un acompañamiento durante 2 meses (junio, julio y agosto del año 2022) con visitas regulares a las reuniones que sostenía la organización una vez a la semana (8 reuniones en total). Esta tipo de rutina semanal facilitó la vinculación, las relaciones de confianza y la comodidad para aplicar las entrevistas semiestructuradas (previa autorización).

Los procesos fueron colaborando en la comprensión de las dinámicas de vinculación con el territorio y la producción de vino, logrando un tipo de implicación con nuestros sujetos investigados, lo que significó un rapport (Taylor y Bodgan, 2004) (Fase 2 y 3). Este tipo de posicionamiento epistémico (ético/político) y de diseño metodológico, se debe a que nos encontramos con agrupaciones y dirigentes, que se encuentran resistiendo frente a los procesos que hemos descrito en el texto, fenómeno invisibilizado que opera como mecanismo de segregación socio-territorial (exclusión-expulsión), que afectan negativamente la producción agroecológica en sus dinámicas, trayectorias y estructuras espaciales, simbólicas e incluso mentales de quienes son parte de estos procesos (Bourdieu, 2010). De ahí la importancia de la devolución de la información sistematizada y co-analizada para su validación, proyección.

 

El estudio comenzó con el diseño y la implementación de la actividad denominada Día de Campo, dedicado en el día uno con la realización de biopreparados, seguido de una actividad de intercambio de conocimientos, aprovechando que los socios estaban planificando las labores para la próxima primavera. La actividad concluyó en el día dos dedicado a la preparación de estacas para multiplicar plantas. Esta metodología de vinculación permitió co-construir y registrar diversos tipos de narrativas y soportes de verificación que fueron pertinentes y significativas frente a lo que se vivenció en todo el proceso de investigación.

 

Ya que uno de los desafíos como investigadores e investigadoras era lograr respetar los tiempos y ritmos de las prácticas y saberes de la comunidad vitivinícola del Marga Marga, a ratos fue complejo, pero finalmente los entrevistados valoraron positivamente, al destacar la capacidad de escucha y diálogo de quienes motorizaron la investigación. Al respecto, se consideran importantes las 3 fases tradicionales que contempla la investigación acción: observar, pensar y actuar (Hernández et al., p. 708).

 

Sin embargo, para esta investigación, estas 3 fases se han reconfigurado en cinco. Para la fase de observación: Exploratoria y de Familiarización (1), más la Fase Descriptiva y de Vinculación (2). Luego la fase del pensar, que incorpora los procesos de las técnicas de construcción de conocimiento (3) (taller Día de Campo y entrevistas semi-estructurales); más una fase de sistematización, análisis e interpretación (4). Finalmente, la fase de actuación incorpora los productos de validación, comunicación y la intervención en el actuar (5). A pesar que cada dimensión implica observar, pensar y actuar sobre la acción-reflexión-acción de forma continua y bidireccional, se han identificado las 5 fases que a continuación presentamos:

 

Tabla 1

 Diseño Metodológico: Fases, Niveles de Aproximación y Producción de Conocimiento Situado

Fase 1

Exploratoria y de Familiarización

Fase 2

Descriptiva y de Vinculación

Fase 3

Construcción de Conocimiento

Fase 4

 Sistematización, Análisis e Interpretación

Fase 5

Validación y Comunicación

 

El tipo de análisis fue de carácter hermenéutico, y se fue co-validando con los integrantes de la Cooperativa, identificando a partir de sus propios relatos e hitos territoriales, las potencialidades y problemáticas comunes que los llevan a fortalecer el trabajo colaborativo. Acciones colectivas/comunitarias que instalan un horizonte utópico de resistencia capaz de superar la racionalidad económica neoliberal, y abrir un posible nosotros en la diversidad de producción territorial agroecológica.

Resultados

Los relatos comunitarios de los vitivinicultores en el Valle de Marga Marga revelan un profundo compromiso con la preservación de su identidad cultural y la autenticidad de sus productos. Las entrevistas realizadas destacan diversas estrategias adoptadas por la comunidad para resistir la homogeneización impuesta por la agroindustria vinícola. Los productores mantienen técnicas de vinificación ancestrales y de producción artesanal, que incluyen la fermentación espontánea y el uso de lagares de cuero de buey, en contraste con los métodos industriales masivos. Estas prácticas permiten conservar la autenticidad de los vinos, reflejando las características únicas del territorio local. La preservación de estas técnicas artesanales es una forma de resistencia frente a los métodos estandarizados que dominan la producción vitivinícola global.

Al resistir la colonización del saber, la comunidad viñatera se dedica activamente a preservar y transmitir los conocimientos ancestrales de la vitivinicultura, por medio de talleres y programas educativos dirigidos tanto a la comunidad como a los consumidores. Estas iniciativas buscan evitar la desvalorización de los saberes locales y asegurar su transmisión a las futuras generaciones, resistiendo la imposición de un saber técnico y homogéneo promovido por las grandes industrias. En las entrevistas realizadas, se destacan diversas acciones, como la realización de un encuentro dominical denominado cata social, espacio abierto y gratuito donde los participantes pueden conocer las viñas, su relación con el bosque y la bodega con sus procesos artesanales. También se lleva a cabo la escuela gratuita del vino natural, un evento anual, dirigido a estudiantes de agronomía y residentes de barrios con parrones antiguos, de cómo hacer vino, luego de lo cual vuelven a elaborar vinos con acompañamiento y cuidar sus parrones. Eva Osorio (comunicación personal, agosto de 2022), de la localidad de Belloto Norte, menciona: “participamos de la escuela de elaboración de vinos naturales durante el año 2022, mi padre hacía vino de una uva blanca, pero se había perdido ese saber, hoy lo hemos recuperado, ya sacamos nuestro primer vino barrial”.

Por su parte, Arturo Herrera, quien participa activamente en la comunidad viñatera, destaca que la escuela promueve la elaboración de “vinos de barrio”, donde la comunidad se reúne para hacer vino y, una vez listo, se distribuye. Esta práctica social -que lleva varios años difundiendo- no solo permite la producción colectiva de vino, sino también el cuidado de diversas cepas patrimoniales y del suelo de esos parrones de manera agroecológica (A. Herrera, comunicación personal, julio de 2022). Según miembros de la Cooperativa Marga Marga, “no dejamos que entren técnicas enológicas a nuestra elaboración: los vinos no se filtran, no se usan levaduras externas, tampoco preservantes” (Cooperativa Marga Marga, comunicación personal, julio de 2022).

En entrevistas realizadas a jóvenes y nuevas generaciones que colaboran en las labores de la cooperativa, nos señalaron: la “presión de la agroindustria del vino en la etapa comercial cada día es más fuerte; sus prácticas de marketing y mecanismos para saturar el mercado de vinos baratos son evidentes. No es tarea fácil, lo vemos día a día” (Jóvenes de la Cooperativa Marga Marga, comunicación personal, agosto de 2022).

La agroindustria vinícola ha impuesto una estandarización del sabor y la calidad del vino, priorizando productos que pueden producirse en grandes volúmenes. En respuesta a esta tendencia, la producción agroecológica promueve la diversidad de sabores y aromas que caracterizan los vinos del valle, educando al consumidor sobre las diferencias y los valores de la vitivinicultura local. Según Adolfo Alvarado, de la Cooperativa Marga Marga, “buscamos ofrecer una alternativa a los productos industriales, resaltando la riqueza cultural y ecológica de la vitivinicultura artesanal”. Además, comenta: “No hacemos vino para que solo les guste, sino como alimento, el que viene con conocimiento de generación en generación, y se deja que la uva exprese y sorprenda” (comunicación personal, julio de 2022).

Arturo Herrera (comunicación personal, 2022) señala, de los cientos de personas que llegan al espacio de cata social, solo el uno por ciento ha probado un vino que no sea de la industria. Esta experiencia los enfrenta por primera vez a vinos naturales y agroecológicos, que se diferencian de los vinos orgánicos. Según la legislación chilena, a los vinos orgánicos se les permite aplicar levaduras externas y utilizar un preservante, conocido como sulfito, para conservar atributos como el sabor y la frescura (entre 100 y 170 mg/lt en vinos tintos, y entre 120 y 170 mg/lt en vinos blancos, según la Ley Nacional de Certificación de productos agrícolas en Chile). Por otro lado, la comunidad elige no arrancar viñedos, y elabora vinos con cepas españolas como País, San Francisco, Cristal, Moscatel rosada, Cuyana y Pastilla del Belloto, que no son apreciadas por los paladares refinados que prefieren las cepas francesas, como Cabernet Sauvignon, Carmenere, Sauvignon Blanc y Chardonnay. En sus relatos, los miembros de la comunidad expresan que valoran la diversidad más que el origen; cada grano de uva vitis vinífera es suficiente para elaborar vinos auténticos.

La colonización del gusto en las personas puede relacionarse con el uso de aditivos en los vinos industriales, que generan una experiencia sensorial familiar y esperada. Existen argumentos científicos que justifican el uso de la palabra "adicción" en el contexto de ciertos alimentos, debido a los mecanismos neurológicos implicados en el consumo psicopatológico. García y Bermúdez (2016) documentan el efecto adictivo de los hidratos de carbono simples refinados, presentes en productos como dulces y bebidas azucaradas, indicando que el azúcar desencadena la producción de opioides naturales en el cerebro [las endorfinas], parte clave en el proceso de adicción. En el vino de la agroindustria, está permitido el uso de azúcares y otros elementos químicos, según consta en la Ley de Alcoholes en Chile, específicamente en el decreto 78. La Cooperativa Marga Marga, en contraste, no utiliza ninguna intervención, lo que sugiere que la agroindustria no elabora vino, sino una bebida alcohólica, basada en la diversidad de elementos químicos permitidos en su producción.

García y Bermúdez (2016) señalan que la globalización ha generado una tendencia de homogeneización cultural, que también se extiende al ámbito alimentario, lo que ha conllevado a una pérdida de identidad. Según Contreras y Ribas (2016), la alimentación se inscribe en un marco de representaciones y significados que buscan establecer categorías entre territorios, agentes y grupos sociales. Esto implica que, compartir ciertos hábitos alimentarios, modos de comportarse en la mesa, preferencias y aversiones alimentarias, contribuye a un sentido de pertenencia e identidad, favoreciendo la diferenciación respecto a otros. Esta diferencia en la elaboración del vino, debido a su menor intervención, puede generar que los consumidores, acostumbrados a sabores y experiencias específicas, perciban un vino agroecológico como diferente o incluso extraño, dificultando su aceptación entre aquellos habituados a los estándares de la industria. Se aprecia como una dificultad importante en la sobrevivencia de este tipo de producción que siempre es a pequeña escala (Lugmaña, 2025).

Por ello, los viñateros han adoptado estrategias de resistencia mediante diversas prácticas, como la educación constante sobre el vino como alimento, y la vinculación con el territorio a través de la comercialización directa al consumidor, ofreciendo productos a precios justos y fomentando una mayor apreciación por los productos locales. A través de eventos, ferias y talleres, la cooperativa promueve la conciencia sobre la importancia de preservar la vitivinicultura tradicional y agroecológica. Este modelo no solo refuerza la identidad cultural local, sino que también promueve la resistencia a las formas de consumo homogéneo. Sin embargo, es evidente que estas iniciativas no son suficientes, ya que los canales comunicacionales son asimétricos en comparación con lo que hace la agroindustria del vino, y los canales de comercialización están absolutamente controlados por el oligopsonio, un mercado concentrado en tres grandes empresas del vino en Chile.

Conclusiones

 

Los relatos de los vitivinicultores del Valle de Marga Marga evidencian una firme resistencia a la colonización del gusto, el saber y el hacer en la vitivinicultura, destacando la importancia de la preservación de técnicas ancestrales y la autenticidad de sus productos. Las estrategias implementadas por la comunidad, como la educación sobre el vino como alimento y la comercialización directa, han permitido reforzar su identidad cultural y promover la apreciación de la vitivinicultura agroecológica frente a la homogeneización que impone la agroindustria. Sin embargo, las tensiones con un mercado concentrado y la presión de la agroindustria sugieren que, a pesar de sus esfuerzos, la supervivencia de estas prácticas se enfrenta a desafíos significativos.

Se destaca la necesidad de fomentar una mayor conciencia en los consumidores sobre la diferencia entre vinos industriales, y aquellos producidos de manera artesanal y agroecológica. La experiencia de los participantes en iniciativas como las catas sociales y la escuela de elaboración de vinos naturales, refleja un interés creciente por redescubrir sabores auténticos, aunque solo una pequeña fracción de ellos haya tenido la oportunidad de probar vinos no industriales. Esto plantea la inquietud sobre cómo se pueden ampliar estas experiencias y educar al público en un contexto donde la estandarización del gusto predomina.

En la narrativa de los vitivinicultores destacan la importancia de preservar técnicas ancestrales y promover una identidad cultural que contrarreste la homogeneización. Sin embargo, la resistencia a la colonización del gusto se encuentra con la dificultad de cambiar la percepción de los consumidores, quienes a menudo consideran los vinos agroecológicos como "diferentes" o "extraños". Esta situación subraya la necesidad de implementar estrategias educativas que revaloricen los saberes tradicionales y fomenten una apreciación más profunda de los vinos locales.

Los hallazgos resaltan la importancia de fortalecer la identidad cultural de los viñateros frente a un contexto de homogeneización promovido por la agroindustria del vino. En este escenario, las prácticas agroecológicas emergen como un modelo de resiliencia, proporcionando un camino viable para que los pequeños productores enfrenten los desafíos impuestos por grandes actores del mercado. Al preservar sus tradiciones y saberes, los viñateros del Valle de Marga Marga no sólo defienden su patrimonio, sino que también enriquecen la diversidad cultural y las prácticas de vinificación en Chile.

La industria vitivinícola en Chile, caracterizada por su concentración en manos de grandes actores como Concha y Toro, San Pedro y Santa Rita, representa una amenaza palpable para las prácticas de producción tradicionales y los saberes ancestrales que han sido parte integral de la identidad de comunidades como la del Valle de Marga Marga. Las constantes redefiniciones de las relaciones de poder y la imposición de modelos hegemónicos en el ámbito productivo no sólo despojan a los vitivinicultores de su autonomía, sino que también erosionan la memoria colectiva que estos saberes encierran.

Las prácticas de vinificación natural, que han sido transmitidas de generación en generación, son invisibilizadas por políticas y normativas que favorecen la producción estandarizada y masiva. Las múltiples voces, experiencias, saberes y prácticas de artesanos como Hugo Morales resuenan con una preocupación profunda: el riesgo de que estas formas de producción, que son también formas de vincularse y sentirse parte con y desde el territorio, desaparezcan. Esta desaparición no solo implica la pérdida de técnicas y conocimientos, sino que afecta a las identidades de las propias comunidades, dejando un vacío existencial y de marcos de referencias en sus memorias socio-culturales inmediatas y futuras.

En este sentido, la resistencia a la colonización del gusto y del saber debe ser entendida como un acto de reivindicación y resistencia de sus identidades y memorias. Las prácticas agroecológicas y la preservación de saberes ancestrales son formas de resistencia que permiten a los vitivinicultores no solo sobrevivir, sino también afirmar su lugar en un mundo donde la homogeneización amenaza la diversidad cultural. La lucha por mantener estas tradiciones es, por lo tanto, una lucha por la identidad misma, un esfuerzo por no dejar que la historia y la memoria se desvanezcan en una lógica mercantil que prioriza el beneficio económico sobre los acervos culturales de las comunidades. La continuidad y re-significación de estas prácticas es esencial para garantizar que el legado de los pueblos originarios y las comunidades campesinas perdure en el tiempo, no como algo exótico (muchas veces folklorizado), sino como una manifestación viva y digna de sus procesos identitarios. De ahí que se debe asumir una mirada y puesta en valor como legado patrimonial y de derechos socio-económicos.   

Finalmente, es crucial implementar políticas que apoyen a estos productores y sus dinámicas territoriales, promoviendo su desarrollo y asegurando la continuidad de sus prácticas ancestrales en un mundo cada vez más globalizado y homogéneo. Lo que se debe constituir en “una legítima activación política de relacionalidad […] por la reconexión de la humanidad con la naturaleza y la auto-organización de la vida, con su constante autorreproducción de vitalidad” (Escobar, 2016, p. 29). Estas acciones no solo beneficiarán a los viñateros, sino que también contribuirán a un futuro más sostenible y pluriverso para la vitivinicultura en la región. Además, se abre la puerta a futuras investigaciones en otros valles de Chile que experimentan dinámicas similares. Comparar y contrastar estas experiencias podría enriquecer el entendimiento sobre la resistencia cultural en la vitivinicultura y contribuir a un enfoque más amplio en la promoción de prácticas sostenibles y diversificadas en la producción de vino y otros alimentos agroecológicos en el país.

La agroecología no solo debe ser vista como una alternativa viable, sino también como una forma de recuperar y revitalizar identidades culturales y memorias situadas en procesos productivos enraizados en las comunidades. La evidencia indica que existe un riesgo real de que estas prácticas y saberes desaparezcan en un contexto de políticas neoliberales, un Estado proempresa, prácticas territoriales de usurpación, y el desconocimiento o la desinformación dirigida a la población. Sin embargo, las evidencias también muestran las capacidades territoriales para movilizar, organizar y cristalizar prácticas productivas y reproductivas, incluso en contextos de precariedad y escasez propios del modelo neoliberal. En el caso de la vitivinicultura en la zona del Marga Marga, estas prácticas son dignas de ser visibilizadas, dialogadas, tensionadas y puestas en valor con las propias comunidades, productores, organizaciones, centros de estudios, Organizaciones No Gubernamentales, universidades, actores políticos, autoridades locales, entre otros.

Es fundamental que se genere un movimiento multidisciplinario que visibilice a estas comunidades (como legítimas otras), fomentando sus esperanzas (cristalizadas en sus prácticas), en el reconocimiento de sus existencias y contribuciones a los desarrollos locales desde una perspectiva de pluriversalidad y política pública. Solo así podremos construir a futuros posibles (aquí-ahora) que no solo respeten las diversidades culturales y productivas, sino que también celebren tradiciones y saberes que estas comunidades han sostenido y desean seguir aportando desde y para sus territorios.

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