Revista Internacional de Educación y Análisis Social Crítico Mañé, Ferrer & Swartz.
ISSN: 2990-0476
Vol. 3 Núm. 2 (2025)
Pequeño ensayo sobre dos archivos para las contra-historias: una investigación sobre la historia del anarquismo y un proyecto editorial activista en el presente, desde la cárcel
A Brief Essay on Two Files for Counter-Histories: An Investigation into the History of Anarchism and an Activist Editorial Project in the Present, from Prison
Um Pequeno Ensaio sobre Dois Arquivos para as Contrahistórias: Uma Investigação sobre a História do Anarquismo e um Projeto Editorial Ativista no Presente, desde a Prisão
Federico Fabián Ternavasio
Becario Doctoral del Instituto en Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral (Conicet-UNL) / Asociación Civil Contraversiones, Argentina
https://orcid.org/0000-0002-7190-9719
ffternavasio@riseup.net
En este trabajo interesa poner en relación dos casos de pensamiento y acción que tienen un eje en el vínculo entre política y lenguaje, desde una trama conceptual en construcción que se ubica en la tradición de la “glotopolítica”, aunque plantea algunas tensiones sobre aquellos aspectos de lo político que involucra el término. Un caso proviene de las prácticas discursivas del movimiento anarquista en Santa Fe (Provincia de Santa Fe, Argentina) y Paraná (Provincia de Entre Ríos, Argentina) en las primeras décadas del siglo XX. Dos ciudades cercanas geográficamente, separadas por el río Paraná, pero vinculadas en cuanto a circulación de militantes y apoyo entre grupos. El otro caso proviene de una experiencia activista donde, junto a compañeros y compañeras con quienes conformamos el colectivo Contraversiones, desde 2018, llevamos adelante talleres y proyectos productivos en contextos de encierro carcelario y acompañando a las personas que salen de la cárcel en la ciudad de Santa Fe. Puntualmente, formo parte del equipo que lleva adelante talleres de lectura y escritura y que coordina el proyecto Barrett Comunidad Editorial. Si bien se trata de formas de acción y temporalidades diferentes, en ambos casos emergen una serie de coincidencias. Actores sociales a los que no se quiere escuchar, una “toma de la palabra” [prise de parole] y la pregunta por los modos de intervenir públicamente en casos donde por la propia naturaleza de las acciones, no se puede o no se desea la conquista de lugares de poder gubernamental. En ambos casos aparece la edición y la puesta en circulación de impresos como una praxis política y lingüística; y también la formación de un archivo disperso y fragmentario, producto de activismos que convergen en políticas y poéticas que se construyen desde un hacer -siempre un poco imprevisible-, difícil de traducir institucionalmente. Se trata de archivos que se construyen y a la vez se abren para pensar contra-historias: de la vida política y cultural de las ciudades medias del interior argentino; de la cárcel y de las vidas atravesadas por el encierro.
Palabras clave: Activismo, anarquismo, Argentina, contra-historia, historia crítica, prisión, pensamiento crítico, sociología crítica.
Abstract
In this work, I am interested in relating two cases of thought and action that center on the relationship between politics and language, based on a conceptual framework in development situated within the tradition of “glotopolitics”, while also addressing some tensions regarding those aspects of the political that the term encompasses. It is important to connect two cases of thought and action regarding the political relationship and language, based on a conceptual framework in construction that is situated within the tradition of glotopolitics, while also raising some tensions about those aspects of the political that the term involves, focusing on the discursive practices of the anarchist movement in Santa Fe (Province of Santa Fe, Argentina) and Paraná (Province of Entre Ríos, Argentina) in the early decades of the 20th century. These two cities are geographically close, separated by the Paraná River, but connected through the circulation of activists and support among groups. The other case stems from an activist experience in which, along with colleagues with whom I form the collective Contraversiones, we have been conducting workshops and productive projects in contexts of incarceration since 2018, while also supporting individuals who are released from prison in the city of Santa Fe. Specifically, I am part of the team that runs reading and writing workshops and coordinates the Barrett Editorial Community project. While these involve different forms of action and temporalities, a series of commonalities emerge in both cases. Social actors who are often ignored, a “speaking out” [prise de parole], and the question of how to intervene publicly in cases where, due to the nature of the actions, there is either no possibility or desire to conquer positions of governmental power. In both cases, editing and circulating printed materials appear as a political and linguistic praxis; they also contribute to the formation of a dispersed and fragmented archive, resulting from activisms that converge in policies and poetics constructed from a practice -always somewhat unpredictable- that is difficult to translate institutionally. These are archives that are built and simultaneously opened up to think counter-histories: of the political and cultural life of medium-sized cities in the Argentine interior; of prison life and the lives affected by incarceration.
Keywords: Activism, anarchism, Argentina, counter-history, critical history, prison, critical thinking, critical sociology.
Resumo
Neste trabalho, tenho interesse em relacionar dois casos de pensamento e ação que têm um eixo na ligação entre política e linguagem, a partir de uma trama conceitual em construção que se situa na tradição da “glotopolítica”, embora também levante algumas tensões sobre aqueles aspectos do político que o termo envolve. Um caso provém da minha pesquisa doctoral em andamento, e é o das práticas discursivas do movimento anarquista em Santa Fe (Província de Santa Fe, Argentina) e Paraná (Província de Entre Ríos, Argentina) nas primeiras décadas do século XX. Duas cidades geograficamente próximas, separadas pelo rio Paraná, mas conectadas na circulação de militantes e apoio entre grupos. O outro caso vem de uma experiência ativista onde, junto a companheiros e companheiras com quem formamos o coletivo Contraversiones, desde 2018 estamos realizando oficinas e projetos produtivos em contextos de encarceramento e apoiando as pessoas que saem da prisão na cidade de Santa Fe. Especificamente, faço parte da equipe que conduz oficinas de leitura e escrita e que coordena o projeto Barrett Comunidade Editorial. Embora se trate de formas de ação e temporalidades diferentes, em ambos os casos emergem uma série de coincidências. Atores sociais que não são ouvidos, uma tomada da palavra [prise de parole] e a questão sobre como intervir publicamente em casos onde, pela própria natureza das ações, não se pode ou não se deseja conquistar lugares de poder governamental. Em ambos os casos, a edição e a circulação de impressos aparecem como uma praxis política e linguística; e também a formação de um arquivo disperso e fragmentário, produto de ativismos que convergem em políticas e poéticas construídas a partir de uma prática – sempre um pouco imprevisível – difícil de traduzir institucionalmente. Trata-se de arquivos que são construídos e ao mesmo tempo se abrem para pensar contra-histórias: da vida política e cultural das cidades médias do interior argentino; da prisão e das vidas atravessadas pelo encarceramento.
Palavras-chave: Ativismo, anarquismo, Argentina, contra-história, história crítica, prisão, pensamento crítico, sociologia crítica.
Introducción
Las actividades de la vida académica se encuentran mayormente pautadas e institucionalizadas. Docencia, investigación, extensión, tareas para las que se presentan proyectos si se quiere que éstos cuenten con algún financiamiento (en Argentina siempre, y cada vez más, exiguos), o si se quiere que éstos entren dentro de lo que configura nuestro trabajo formal, puntajes para un currículum vitae. Desde una mirada benévola, se trata de formas de hacer visibles y de poder constatar que hicimos aquello que decimos hacer. Desde otra mirada, un tanto maliciosa, se trata de procedimientos altamente burocratizados que necesitan ya de un saber particular, el “saber presentarse a convocatorias de financiamiento” como un tipo de actividad.
Más allá de cómo se lo mire, esa tríada de acciones propias del mundo académico se interconecta. Suele ser el caso de que se haga extensión a partir de los mismos temas que se investigan, y que se investigue en el marco de las disciplinas donde se desarrolla el trabajo docente.
Fuera de los órdenes institucionales de la vida académica, cualquier persona que haya atravesado la práctica concreta de cualquiera de esas tareas, sabe que existen huecos, líneas de fuga, contaminaciones cruzadas, que ningún casillero alcanza a identificar, que ningún trámite transparenta. Apelo a la escritura ensayística, entre la experiencia y la investigación, en la medida en que lo permite una revista académica que se define por sus búsquedas de ciencia crítica, escrituras emancipadoras y conocimiento transformador[1].
Si se levantan las barreras y las divisiones que nos impone el ordenamiento de la vida laboral en la Universidad, ya no es preciso hablar de contaminaciones o aplicaciones, ni de vinculaciones, extensiones y transferencias. Alcanza con decir que tenemos un proyecto intelectual –parte, claro, de un proyecto de vida– y que lo vamos construyendo a la vez que vamos entendiendo cómo, cuándo, con quiénes, y por qué lo hacemos.
Los casos que quiero poner en diálogo son los de una experiencia activista[2] y los de una investigación en curso. El primero, un proyecto editorial que hace pie actualmente en un “taller de lectura y escritura” (las comillas son para marcar distancia sobre la nominación) en “contexto de encierro”; el segundo, el intento por escribir una tesis doctoral sobre las ideologías lingüísticas del movimiento anarquista a comienzos del siglo veinte, en el modo en que se expresó en el litoral argentino. Ambos son proyectos colectivos, si bien para el segundo entra en juego de un modo diferenciado el lugar de la autoría.
Me interesa poner atención sobre dos puntos de contacto entre la conceptualización de ambas experiencias, y el modo en que, según entiendo, ambas se retroalimentan: aprendo a pensar mi objeto de investigación en la mesa de un taller en la cárcel; aprendo a pensar la praxis política que llevamos adelante con mis compañeros y compañeras investigando sobre lenguaje, discurso y anarquismo.
En las páginas que siguen me interesa hilvanar la experiencia activista con la experiencia en mi investigación doctoral, intentando combinar narración y reflexión. Primero, sobre la experiencia del Colectivo y el proyecto editorial; luego sobre el movimiento anarquista y la noción de “toma de la palabra”. En los dos apartados siguientes planteo algunas tensiones sobre el marco de la “glotopolítica” y sobre la representación en las acciones activistas que llevamos adelante. En el apartado de comentarios finales señalo algunas inquietudes que refieren a la propia práctica académica.
“Tumbergencia”
Junto a un grupo de compañeros y compañeras llevamos adelante una serie de proyectos activistas que involucran a la cárcel. Cada uno y cada una tendrá formas diferentes de definir lo que hacemos y de explicar por qué lo hacemos, con qué horizontes políticos inmediatos y a largo plazo. La propia forma de nuestra actividad hace que lo que yo pueda escribir sobre esa experiencia esté atravesado por coincidencias y conflictos desarrollados a lo largo de casi una década de asambleas, reuniones y proyectos.
Una forma de definir el tipo de intervención que realizamos adentro de las cárceles es que intentamos reducir los efectos del encierro. Efectos que, va de suyo, son nocivos para las personas que están encarceladas. Pero también, en el “afuera”, llevamos adelante proyectos con las personas que ya han recuperado su libertad ambulatoria y con sus afectos (familia, parejas, amistades). Otra forma de definir lo que hacemos es pensar que intentamos proyectos de vida colectivamente con las personas afectadas por la cárcel.
Todo esto se traduce en el sostenimiento de talleres adentro de la cárcel, así como de talleres y proyectos productivos afuera de ella, abordando diferentes áreas: tecnologías, reparación de computadoras, trabajo con lo textil (confección o reparación de prendas). Y el grupo de lectura y escritura en la cárcel de Coronda, que a va de la mano con el proyecto Barrett Comunidad Editorial[3].
Es una mesa de encuentro en la que hablamos de política, leemos libros variados, escribimos y ponemos en común, e intentamos llevar todo eso a una producción impresa que aparezca linda, bien y pronto. Edición más o menos “repentista”, artesanal, que intenta ser bella en lo financieramente precario, circular ampliamente en todo lo discreto que hay en nuestra práctica.
La experiencia comenzó en 2016 en la Unidad Penal N°2, conocida como cárcel de Las Flores (ubicada en la periferia de la ciudad), y hoy continúa en el Instituto Correccional Modelo Unidad 1 “Dr. César Tabares” de Coronda (a unos cuarenta minutos de la ciudad de Santa Fe).
En el caso particular de los talleres de lectura y escritura, siempre fue gracias a que existen las aulas universitarias en el penal que esto pudo realizarse. El Programa de Educación Universitaria en Prisiones de la Universidad Nacional del Litoral sostiene un aula en cada una de las cárceles de Santa Fe y en Coronda. Allí siempre fue bien recibida la iniciativa de “hacer algo” con los compañeros presos. En general bajo forma de voluntariado, el ingreso al penal y el encuentro con los compañeros ocurre con el respaldo de la Universidad pública.
Para no abundar en una narración llena de nombres de programas, saltos y complicaciones, solamente es preciso remarcar algunos momentos clave. La primera de nuestras producciones fue el “Antidiccionario de palabras en la cárcel”, en 2018. En el marco del programa provincial “Nueva Oportunidad”, entre 2018 y 2019 imprimimos nuestro único libro industrial, titulado “Contraversiones de la vida en la cárcel”. Luego entendimos que la modalidad artesanal y autogestiva, la impresión en tiradas cortas, suficientes para la venta en las ferias en las que participamos, era un modelo mucho más sostenible que su alternativa mediada por imprentas y materiales más caros. La venta siempre se realizó a un precio mínimo que permita recuperar fondos para continuar haciendo ejemplares.
Desde el comienzo trabajamos con licencias libres y sin ISBN, porque entre nosotros había militantes del software y la cultura libres. Elegimos Barrett como nombre en una votación –fue uno de los últimos encuentros en Las Flores antes de la pandemia– por Rafael Barrett (Bravo, 2020; Chica, 2018; Lissorgues, 2025; Martínez, 2020), un autor que habíamos leído al inicio del taller. Luego también publicamos algunos de sus textos. Actualmente, y con variados títulos en el medio, editamos desde Coronda la revista Tumbergencia (2025), neologismo que inventó el compañero Fénix uniendo tumba y divergencia, y que se autodefine como “pasquín de libre escritura”. Como antaño advertían las publicaciones anarquistas, Tumbergencia advierte que “sale cuando puede”, algo que también aplica a la vida en la cárcel: cuando se puede, se sale.
El proyecto no se mudó a Coronda, sino que resurgió allí. En el marco de un voluntariado para acompañar a estudiantes ingresantes a la Universidad, como siempre, compartí la noticia de que existía el Colectivo y el proyecto editorial, y que si había interés se podía hacer algo. Y hubo interés, por lo que la noticia se transformó en la posibilidad de crear algo en conjunto.
Los compañeros construyeron sus voces autorales. Fénix con su vuelo poético, Nano con su posicionamiento político, el compañero que firma como “un argentino” descubrió su narrativa poderosa; Erudito y su transparencia, Gabriel y sus historias atravesadas por la fe, entre tantos otros. La cárcel impone su ritmo y muchos compañeros salen cada quince días, otros vuelven cuando finalmente logran acercarse al aula.
Fénix expresa ese ritmo en un poema que se titula “sub poena” y que, por breve y fuerte, solemos leer en nuestras intervenciones públicas:
La cárcel es génesis de conductas rutinarias y controlables: la requisa cada tanto, los bondis cada tanto, la visita cada tanto, una libertad cada tanto, el deporte cada tanto, de tanto en tanto pasa tanto, que tanto Callamos, tanto remamos, tanto se pierde, que tanto tardamos, que tonto me siento, que tanto me falta, que tonto mi tiempo, que tanto espero, que torpe consuelo, que tarde se hizo. (Tumbergencia, 28/07/2023, Año I, Núm. I).
Se hizo tarde, dice Fénix, porque como los obreros que Rancière escucha en “La noche de los proletarios” (2017), es la noche el tiempo que se le roba a la cárcel para la literatura, más allá de esas dos horas semanales en las que el grupo se junta.
“Las noches –dice quien firma como un argentino– eran mi inspiración. Sin televisión ni nada para distraerme me aferré a la lectura. Sin darme cuenta ya tenía algunos textos cortitos que podían encajar”. En un texto escrito luego del primer año de funcionamiento de Tumbergencia, narra las primeras escenas que vivió cuando se sumó al taller. La primera vez que participó del momento de compartir algunos ejemplares impresos en la mesa, momento en que por primera vez salían sus textos, sintió que habíamos construido ahí un lugar de pertenencia, donde se podía ser parte “de algo además de ser un preso” (Tumbergencia, 04/07/2024, Año II, Núm. 8).
Él también identifica una proyección que todo el tiempo vuelve a aparecer en la mesa. Todo esto que hacemos construye un archivo. Aparece una llave hacia una forma de “la eternidad”, porque “el día que nuestra existencia física desaparezca de este mundo, alguien nos revivirá al leer Tumbergencia, el pasquín de libre escritura” (Tumbergencia, 04/07/2024, Año II, Núm. 8).
Estas dos dimensiones que reconoce un argentino pueden traducirse en dos conceptos que para nosotros se vuelven centrales. Por un lado, nuestro grupo, nuestra mesa de trabajo, como un espacio que funda o bien amplifica la posibilidad de una subjetivación. Por otro, se constituye también como el espacio de construcción de un archivo en presente. Ambas dimensiones se unen a la idea rancieriana de “toma de la palabra”.
Tomar la palabra
En esa idea de la construcción de un archivo, donde el archivo es una praxis antes que un objeto de estudio, escucho los ecos de otra sensación: es el eco de los nombres y seudónimos que me muestran las revistas y periódicos de los anarquistas de principios de siglo en ciudades como Santa Fe o Paraná.
Salvo dos o tres excepciones, no se trata de nombres que conformen esas listas de militantes ilustres que la historiografía recuerda. Se trata en cambio de militantes que, incluso teniendo una vasta producción de textos de doctrina o de elaboraciones ensayísticas, sus biografías sólo pueden ser esbozadas.
En un comienzo, mi investigación se propuso mirar las políticas del lenguaje del movimiento anarquista en el litoral argentino, desde 1890 a 1920. Luego descubrí que para esta instancia doctoral sólo podría dar cuenta del anarquismo en Santa Fe y Paraná, desde las primeras noticias de presencia militante en el 1900, extendiendo el recorte hasta 1930, en tanto la década del veinte fue la más rica en la producción editorial anarquista en Santa Fe.
A diferencia de otras investigaciones que trabajan con un archivo, aquí rápidamente pude constatar que el archivo anarquista se encuentra disperso y fragmentado, fruto de las persecuciones que sufrieron sus militantes tanto en dictadura como en democracia. La Biblioteca Emilio Zolá, con más de cien años de existencia, conserva poco y nada de su pasado, en tanto en más de una ocasión se la intentó prender fuego, además de las insistentes clausuras.
La mayor parte del archivo anarquista se encuentra en Buenos Aires en copias de microfilms o en Europa. Es un archivo que, por la propia naturaleza del anarquismo, no le interesa al Estado. O les interesa en la medida de que son actores “peligrosos”. De muchos/as militantes, cuando hay información, se debe a prontuarios y documentos de sus arrestos, así como a trabajos de los servicios de inteligencia que los/as perseguían.
A su vez no es claro que los/as activistas anarquistas contemporáneos/as deseen ingresar a los archivos oficiales. Sí en cambio de centros como el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas[4] (CeDInCI) o el Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI), con una labor de conservación y puesta en acceso abierto de valor inestimable.
Y algo similar ocurre con el archivo de las escrituras en la cárcel. Se trata de una institución harto documentada por el propio Estado, así como las vidas jurídicas de los presos ocupan varias hojas cuando no carpetas en el archivo policial. Sin embargo, la literatura que ellos escriben, incluso cuando lo hacen en un libro y con cierta circulación pública, tiende a dispersarse o perderse, salvo las variadas iniciativas del Programa de Extensión en Cárceles[5] de la Universidad de Buenos Aires, o la más reciente muestra “Cárceles. Narraciones del encierro (1878-2025)” realizada en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno[6].
En este sentido, tanto el archivo anarquista como el de la escritura en la cárcel configuran archivos de una contra-historia (Gallagher y Greenblatt, 2000, p. 17). Contra-historia de un pueblo, de sus instituciones, de las resistencias frente al Estado y al Mercado. Contra-historia de un número importante de vidas que son narradas de modo unidireccional, sin participación de los/as propios/as aludidos/as.
La producción anarquista y la de escritos como los de Tumbergencia y otros proyectos similares, documentan un intento por torcer el reparto social preestablecido de la palabra. Documentan y a la vez procuran crear una redistribución forzosa de la palabra como bien público. Sujetos que no tienen lugar en el reparto toman la palabra por la fuerza y de repente el resto de los actores sociales tiene que reconocer que allí había alguien que podía hablar por sí mismo y por sí misma.
No es casual, en el caso anarquista, que algunos grupos se presenten con nombres como El Perseguido, que llevaba el subtítulo La voz de los explotados; o publicaciones cuyo título directamente son La voz de la mujer (1896), La Libera Parola (1900) o La voz del esclavo (1901); se trata de nombrar eso que estaban construyendo en la escena política, así como otros nombraron sus acciones, con títulos como Demoliamo (1893), o La Protesta (1897), y otros a sus sujetos El descamisado (1879), El oprimido (1894), El Rebelde (1898).
El lenguaje, o más coloquialmente “la palabra”, es un bien común que corre con la misma suerte de tantos otros bienes comunes, que con el avance de la modernidad son sometidos al parcelamiento y la privatización. Esa privatización, en este caso, adopta la forma de una pérdida de agencia. Aquellos a quienes se excluye o se domina, si es que tienen algún lugar en la escena, suelen ser hablados/as por quienes ocupan lugares de dominación. Incluso aunque lo hagan con las mejores intenciones, el otro no decide. No habla, no toma decisiones, no tiene lugar para crear esa representación de sí que quiera crear.
Rancière ofrece algunas nociones que permiten darle entidad a estos problemas. Según postula en El Desacuerdo (1996), lo político acontece cuando grupos que a priori no tenían un lugar en el reparto social de la palabra, la toman por la fuerza. Esto significa irrumpir en la circulación ya establecida de las partes que cuentan (que son tenidas en cuenta y que pueden contar, decir sus versiones del mundo).
Se irrumpe en la distribución de voces legitimadas, autorizadas, visibles públicamente, para abrir un nuevo espacio de subjetivación, de creación de subjetividades. Cuando esto ocurre, “hay política”. Todo lo demás es, en la terminología de Rancière, “policía”, una forma del control y el amansamiento de las partes de una comunidad (Rancière, 1996, p. 44). Una “toma de la palabra” conflictúa esa armonía y obliga a una transformación:
La actividad política es la que desplaza a un cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia el destino de un lugar; hace ver lo que no tenía razón para ser visto, hace escuchar un discurso allí donde sólo el ruido tenía lugar, hace escuchar como discurso lo que no era escuchable más que como ruido. (Rancière, 1996, p. 45).
Cuando hay una toma de la palabra, a la comunidad estructurada por el orden policial se le superpone una comunidad política que existe “por y para el conflicto, una comunidad que es la del conflicto en torno a la existencia misma de lo común entre lo que tiene parte y lo que no la tiene” (Rancière, 1996, p. 52).
Tanto en la mesa de Tumbergencia como en la toma de la palabra del anarquismo se traza una escena en la que es posible producir “una capacidad de enunciación” que antes no era identificable “en un campo de experiencia dado”.
Esto viene a “producir una multiplicidad” que contradice la lógica policial de una comunidad. No equivale, por ejemplo, al proletariado o a los/as presos/as como “ethos colectivo” que unifican una voz, sino que evidencia una “multiplicidad de fracturas” que separan a cada individuo “de su ethos y de la voz a la que se atribuye expresar su alma”.
No hay intermediación o representación posible porque de lo que se trata es de una “multiplicidad de acontecimientos verbales (…) de experiencias singulares del litigio sobre la palabra y la voz, sobre la partición de lo sensible” (Rancière, 1996, p. 53).
En otros términos, que haya habido quienes hablen “por los/as obreros/as” –que haya habido voces que se atribuyen expresar el alma del/la obrero/a– no equivale a que los grupos obreros cobren voz e inauguren su propios espacios de subjetivación, que serán plurales porque “el obrero” no es una entidad estable, sino que son agentes que comienzan a disputar su propia representación.
De igual modo, con Tumbergencia que en tanto busca dar cuenta de una “divergencia”, de una comunidad de voces diversas y hasta contrapuestas, obliga en muchos casos a no poder dar cuenta de lo que producimos colectivamente más que invitando a la lectura de los pasquines.
Lo glotopolítico y lo glotopolicíaco
Ubiqué mi investigación doctoral en las coordenadas de la llamada “glotopolítica” (Arnoux y Del Valle, 2010). Los trabajos que se inscriben en este campo indagan en su mayoría textos que hablan explícitamente sobre las lenguas. En muchos de estos trabajos se recurre a las herramientas del análisis del discurso para mostrar las operaciones textuales que allí se llevan adelante. Esto ocurre incluso cuando la categoría central del campo sea la de “ideologías lingüísticas” (Woolard, 2012), que intenta mostrar aquello que subyace a lo discursivo, y que por lo tanto debería poder observarse incluso en textos que traten sobre otra temática.
En consecuencia, aunque existe una voluntad politizante, la relación lenguaje y política termina cifrando mayormente una relación entre lenguas y gobierno, lo que podría configurar sin dudas una parte de la dupla inicial, pero no alcanza a cubrir la totalidad del territorio que su nombre promete.
El anarquismo, ya en un sentido a priori, sugiere que su proyecto político plantea un desafío para ese tipo de enfoques. Porque, como es sabido, el movimiento anarquista se opone a toda forma de dominación. “Ni dios, ni patrón, ni marido”, vieja consigna del anarquismo, sigue siendo reeditada en remeras y paredes en varios lugares del mundo. Eran libertarios/as –disputemos la palabra al uso actual de las derechas– en tanto sostenían un sentido de libertad individual y colectiva, antiestatal, antirreligiosa y anticapitalista.
Sólo un trabajo académico se había ocupado del anarquismo en Argentina desde la óptica de las ciencias del lenguaje. Se trata de una serie de artículos y de la tesis doctoral de Mariana Di Stefano, luego reformulada en dos libros: Anarquismo de la Argentina. Una comunidad discursiva (2015) y El lector libertario: prácticas e ideologías lectoras del anarquismo argentino: 1898-1915 (2013).
Allí, sin embargo, aparecían una serie de problemas sobre los que entendí que podía hacer algún aporte. En primer lugar, bajo el rótulo anarquismo argentino se escondía en realidad el recorte “anarquismo en Buenos Aires”. Además de que el material central para su trabajo fueron unos pocos ejemplares de La Protesta Humana, periódico luego rebautizado como La Protesta. Si ese periódico es indudablemente central para el movimiento anarquista, y allí aparecen textos de militantes de distintos lugares del país, así como sus ejemplares llegaban a varios puntos del continente y de Europa, el lugar de mediación que el grupo editor tiene para con respecto del resto de los militantes no fue problematizado por la investigación.
Frente a la lectura de los trabajos de Di Stefano, mi interés fue el de abrir una gama de matices porque el rasgo fundamental de todo movimiento activista descentralizado pasado y presente es, precisamente, su pluralidad de voces.
Si uno recorre sólo las primeras páginas de una serie breve de publicaciones periódicas de Santa Fe encuentra fácilmente que hay disputas internas, estilos en pugna, militantes que se pasan factura y discuten incluso hacia adentro de una misma iniciativa impresa.
En los primeros números de la revista cultural anarquista La Campana (1919), se construyen voces que plantean una clara asimetría respecto al auditorio interpelado (la intelectualidad santafesina, la intelectualidad anarquista de la región). Desde una estética todavía modernista y alusiva, la clase trabajadora y el estudiantado aparecen representados como actores pasivos secundarios, nunca como destinatarios de la palabra que pone a circular la revista. Si el obrero fue el sujeto de la enunciación en aquellos momentos iniciales del anarquismo, ahora el obrero es solamente un tema del que se escribe, y no es claro que sea siquiera interlocutor. A su vez, la ciudad de Santa Fe es representada como un pueblo atrasado en el cual los impulsores de la revista deben crearlo todo desde cero (La Campana, 29/06/1919, Año I, Núm. 1).
Incluso, en sus primeros números, no hace explícitos sus vínculos con el anarquismo, quizás para evadir la censura y la persecución política. Pero cuando la represión actúa y el militante López Arango, uno de sus directores, recibe un ultimátum de parte de la policía para abandonar la ciudad, las cosas cambian. En el manifiesto inicial del sexto número de la misma revista se llama a dejar atrás a las abstracciones y se convoca a las “palabras de lucha, que llamen al corazón y no a la inteligencia” (La Campana, 07/09/1919, Año I, Núm. 6).
Por otra parte, el periódico La Revuelta, que aparece en el mismo año, desde el inicio con clara inscripción anarquista. Es un periódico obrero cuyo formato y espíritu es similar al de los primeros periódicos anarquistas de Argentina, un formato cuyo ejemplar modélico es El Perseguido. En sus páginas, como en La Campana, también hay densos textos de doctrina. Pero aparece la noticia gremial, las intentonas policiales de secuestrar los paquetes enviados a otras localidades como San Cristóbal, el resumen de la asamblea gremial de ferroviarios y las acusaciones a líderes sindicales afines al gobierno.
Esto podría mostrar ya de por sí la pluralidad característica del anarquismo, al menos en sus iniciativas impresas. Pero a esto se suma que Teófilo Dúctil, director de La Revuelta, que escribe contra los intelectuales en su periódico, también replica esa opinión anti-intelectualista en La Campana. Escribe para ambas publicaciones, incluso cuando la segunda sostenía un estilo claramente intelectualista. Esa pluralidad del anarquismo es conflictiva, es un movimiento donde la palabra circula de forma inestable y busca polemizar. Es un movimiento efectivamente “político”, si se sigue a Rancière.
La experiencia activista, vivida o investigada, pone en diálogo el nivel del lenguaje y del discurso con otra dimensión de lo social y lo político que excede la gestión de las lenguas. Si se indagan no ya las legislaciones sino las “tomas de la palabra”, las escenas previas que las posibilitan, o las escenas posteriores y sus derroteros a lo largo de un período, aparece una glotopolítica de los conflictos. Una noción que en términos de Rancière sería redundante, porque quizás desde su terminología, debería existir una glotopolicía (aquella política lingüística de gobiernos, normas e instituciones) y una glotopolítica propiamente dicha (la de los actores que irrumpen en la escena política, donde sus políticas de la palabra tensionan el modo de circulación de las voces ya legitimadas).
La representación
Cada vez que tenemos que intervenir públicamente con el colectivo Contraversiones o el proyecto editorial nos ocupamos de hacer un planteo que, en el fondo, es glotopolítico. Discutimos un sentido común progresista que define las prácticas militantes de comunicación, edición o lo que fuere, como “darle voz a los que no tienen voz”. Decimos que no, que todos tenemos voces. En todo caso hay que hacerle crecer orejas a los que no quieren escuchar. Ojos a los que no quieren ver. Es decir, hay que tomar la palabra: interrumpir y obligar a escuchar.
A esta altura quienes entramos y salimos de la cárcel, ya somos también sus afectados. Años de amistad se pierden en los vericuetos legales de algún compañero preso. Se interrumpen diálogos y acompañamientos por problemas de la cárcel o, en el afuera, cuando alguno de los tantos ministerios que intervienen cambia de perspectiva. Pero quienes deben tomar la palabra son los compañeros presos. Quienes entramos y salimos, en todo caso, creamos juntos una escena para que eso sea posible.
Todo esto hace que, desde el lado de la investigación, uno se pregunte dos cuestiones asociadas: ¿quién puede tener la palabra? ¿y cómo la expresa? La primera pregunta atiende al reparto social de la palabra. Mirar las firmas en las publicaciones anarquistas muestra que con los años una parte del movimiento se institucionalizó y otra parte se mantuvo en rebeldía.
La segunda parte de la pregunta refiere a los estilos, las formas. El archivo anarquista muestra cómo se reutiliza la cultura circulante. La copia con variaciones. Por ejemplo, el espíritu científico está omnipresente, pero no deriva en un evolucionismo del más fuerte, sino que remite a Kropotkin y su supervivencia del que mejor colabora (Skyer et al., 2025). De igual manera el discurso moralizante contra los vicios. Aquí no se trata de la borrachera que ofende a la moral burguesa, sino a la que nubla el juicio del explotado. Que lo debilita y lo distrae.
También en los activismos actuales nos pasa. Literalmente, retomamos viejas ilustraciones libres de derecho de autor para hacer nuestros diseños. Aparecen conceptos de Foucault (Bigoni et al., 2024) y citas de autores/as variados/as que se ponen al servicio de visibilizar una humanidad que quiere encontrar emancipación en el centro mismo del control estatal.
Una infrapolítica (Scott, 2000, p. 44) que teje y desteje sus proyectos liberadores en el centro mismo de una institución que niega la libertad y la dignidad de sus habitantes. Actores infrapolíticos que periódicamente intentan tomar la palabra pública, un poco por abajo de algunos radares, para decirse y decir algo. Un paso desde los “discursos ocultos” de la supervivencia en la cárcel para los compañeros, de la posibilidad misma del taller y nuestros proyectos para el Colectivo; hacia los “discursos públicos” y las estrategias para dialogar con las instituciones, el Estado, la política partidaria y en gestión (Scott, 2000, p. 28).
Todo esto nos lleva a estar permanentemente en tensión con el problema de la representación. El que alguien hable en lugar de otros/as. Como ahora quien escribe habla en lugar de otros/as. Los/as compañeros/as señalan que hay una confianza, un pacto asociado a que compartimos un horizonte común. Y uno se toma de ese código de amistad que construimos en la medida en que yo puedo tener cierta responsabilidad, pero ningún dominio (porque haya poder no quiere decir que haya dominación).
Así Tumbergencia sale impresa con los textos que decide la mesa que salgan impresos. La mesa: ocho personas que se encuentran adentro de la cárcel y quieren decir cosas, algunas entre ellas, otras públicamente. Guion oculto, guion público.
El movimiento anarquista retumba en nuestra mesa por mi culpa, que leo a los/as anarquistas y llevo lecturas anarquistas. En la práctica cotidiana, en los reniegues y las deliberaciones mediante las que decidimos qué hacer y cómo, con los compañeros, encuentro puntas del ovillo para pensar esos activismos del pasado, para darle densidad a cada biografía en pedazos que me cruzo en textos y documentos, para mirar con suspicacia la distribución de la palabra cuando quien firma es también periodista en los diarios burgueses, o si quien firma es obrero/a. Si quien firma fue apresado/a y liberado/a inmediatamente. Si fue apresado/a y demorado/a o expulsado/a de la ciudad.
Los presos del pasado publicaron sus manifiestos en revistas anarquistas santafesinas como Palotes (1929-1930) o en Orientación (1924-1933). Denuncian condiciones de vida inhumanas. Uno ve de nuevo ahí, en la década del veinte, lo que vio por la mañana al ingresar a la cárcel cien años después. Ve de nuevo en la cárcel lo que ocurría en las cárceles incluso antes de que esos muros que nos encierran en el taller se hayan levantado.
Políticas de las palabras. ¿Nombrar la cárcel como cárcel, como contexto de encierro, como centro de tortura? ¿Nombrar a los compañeros como presos, como privados de su libertad, como sobrevivientes (si es que logran salir)?
Comentarios finales
Toda toma de la palabra tiene un riesgo, enunciarla tiene un costo (Irrera, 2019, p. 20). El anarquista santafesino Leónidas Acosta fue detenido en el golpe de 1930 y enviado a Devoto. Su imprenta tenía el mismo domicilio que su casa. Y era también el domicilio de la Biblioteca El Porvenir, de la Asociación Gráfica Libertaria y del periódico anarquista Orientación. En la cárcel lo torturaron hasta dejarle medio cuerpo paralizado. En el patio de la que fue su casa espera la linotipo adaptada que usó en años posteriores. Pero con su cuerpo quebrado cerraron todas aquellas iniciativas militantes. Detrás de él, muchos/as otros/as compañeros/as fueron detenidos/as. Como aquel Francisco Rivolta que se preguntaba por la circulación de la palabra, del anarquismo de los pueblos, y tantos otros. También fue detenida en el golpe Sara Dubovsky, que escribía en Palotes y además asistía a los presos en las cárceles, hija de una madre y un padre, ilustres anarquistas, inmigrados a Santa Fe.
Sus producciones impresas configuran una parte de ese archivo para una contra-historia de la ciudad y de tantas otras escalas y recortes. Una contra-historia de lo político, de la edición, de la palabra, del lenguaje.
Cada vez que con los compañeros imprimimos un número de Tumbergencia o algún otro proyecto, aparece esa sensación de satisfacción. Seguimos andando. Llegará el momento en que se termine el espacio que hemos fundado. Es efímero, mutante. Muchas veces se disimula en el trajín de la vida carcelaria. Otras veces adentro de la cárcel destaca y es un problema. Y cuando aparecen oportunidades de visibilidad afuera siempre se celebra.
Flecos de una trama que también le dicen algo a la Universidad: la experiencia activista del pasado y del presente no sólo puede entablar un diálogo con la academia como objeto de investigación, o como extensión y vinculación. También puede agenciar conceptos, pensarse, contribuir con teorías, así sean teorías y conceptos silvestres o asilvestrados, provenientes de las pasturas de lo que para unos/as es la “empiria,” y para otros/as es el dolor, la privación, la lucha o la mesa de un taller.
Bibliografía
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Woolard, K. A. (2012). “Las ideologías lingüísticas como campo de investigación”. En Ideologías lingüísticas: Práctica y teoría (pp. 19-69). Los libros de la Catarata.
[1] De igual modo, el contexto de las XII Jornadas del Centro de Investigaciones Teórico Literarias (Argentina) permitieron una presentación inicial de estas indagaciones. Agradezco profundamente a Guillermo Canteros los comentarios realizados y a Ramiro Ruoppulo, Nano, Fénix, un argentino, Erudito, Black Rose, Gabriel, Hadez y Leónidas, los diálogos en que tomaron formas estas ideas.
[2] Para una discusión sobre el sentido de “activista” y “militante” Cf. Latour (2017, p.199).
[3] Todas las producciones pueden descargarse de modo libre y gratuito, bajo Licencia de Producción de Pares, en barrettcomunidadeditorial.noblogs.org
[4] En tanto la directora de mi tesis y mi beca doctoral, Laura Fernández Cordero, radica allí sus investigaciones, nuestro trabajo activista y de investigación encuentra siempre buena recepción en el CeDInCI. Allí se aloja también gran parte de nuestra producción y gracias a su difusión hemos obtenido mayor visibilidad.
[5] El Encuentro Nacional de Escritura en la Cárcel permite el intercambio regular de experiencias y de materiales de proyectos similares al nuestro.
[6] Esta muestra significó no solamente la exposición de diferentes libros y documentos del acervo de la Biblioteca, con una jornada de conferencias vinculadas a la temática, sino también la recepción e ingreso en su acervo de publicaciones realizadas por talleres contemporáneos en todo el país, un acervo al que se han sumado todas nuestras producciones gracias a las gestiones de I. Acevedo, organizador de la muestra.