‘El gran igualador’: Lo que la educación del Bronx del pasado puede enseñarnos sobre la educación del Bronx de hoy

‘The Great Equalizer’: What the Bronx education of the past can teach us about the Bronx education of today

‘O Grande Equalizador’: O que a educação do passado no Bronx nos pode ensinar sobre a educação no Bronx de hoje

 

Sophia Maier Garcia

Graduada en Historia y Estudios Americanos, Máster en Educación Adolescente: Estudios Sociales (Fordham University, EEUU)

https://orcid.org/0009-0009-1571-507X

smaier2@fordham.edu

 

 

Resumen

 

La educación es un instrumento importante para la búsqueda del sueño americano, relacionado con la movilidad social y económica ascendente en los Estados Unidos; durante más de cien años, inmigrantes y sus familias se han mudado al Bronx para lograrlo, aprovechando la enseñanza gratuita que implica el sistema de escuelas públicas, desde la llegada de inmigrantes procedentes del sur europeo, y de Europa del Este, de finales del siglo XIX y principios del XX, hasta la actual presencia de inmigrantes latinoamericanos, caribeños y africanos. Este artículo emplea entrevistas, historia oral, del Bronx Jewish History Project, para establecer el estado de la educación en el Bronx, desde mediados del siglo XX, hasta hoy. Al hacerlo, concluye que los recursos públicos necesitan reasignarse a la formación docente y a programas de mejora de la educación, con el objetivo de superar el aumento de la segregación, y otorgar a las nuevas generaciones de inmigrantes las oportunidades necesarias para perseguir el sueño americano en el siglo XXI.

 

Palabras clave: Historia de la educación, inmigración, Bronx, sueño americano, acceso a la educación, educación bilingüe, integración escolar, escasez de profesores, formación de docentes, política gubernamental.

 

Abstract

Education is an important tool in the pursuit of the American Dream, namely upward social and economic mobility in the United States. For over 100 years, immigrants and their families have moved to the Bronx to pursue this dream and take advantage of the free education provided by the public school system, from the influx of immigrants from Southern and Eastern Europe in the late nineteenth and early twentieth centuries to immigrants today coming from Latin America, the Caribbean, and Africa. This article seeks to use the Bronx Jewish History Project’s oral history interviews to establish the state of education in the Bronx in the mid-twentieth century in order to compare it with Bronx education today. In doing so, it draws the conclusion that public resources need to be reallocated to teacher education and enrichment education programs in order to overcome worsening segregation and provide the newest generation of immigrants with the opportunities necessary to pursue the American Dream in the twenty-first century.

 

Keywords: Educational history, immigration, The Bronx, American Dream, access to education, bilingual education, school integration, teacher shortage, teacher education, government policy.

 

Resumo

 

A educação é um instrumento importante na prossecução do sonho americano, relacionado com a mobilidade social e económica ascendente nos Estados Unidos; Durante mais de cem anos, os imigrantes e as suas famílias mudaram-se para o Bronx para o conseguir, aproveitando a educação gratuita que o sistema escolar público implica, desde a chegada de imigrantes do sul da Europa e da Europa de Leste na viragem do século XIX e início do século XX, até à presença atual de imigrantes latino-americanos, caribenhos e africanos. Este artigo utiliza entrevistas de história oral do Bronx Jewish History Project para estabelecer a situação da educação no Bronx, desde meados do século XX até aos dias de hoje. Ao fazê-lo, conclui que os recursos públicos precisam de ser realocados para programas de formação de professores e de melhoria da educação, com o objectivo de superar a crescente segregação e dar às novas gerações de imigrantes as oportunidades necessárias para perseguir o sonho americano no século XXI.

 

Palavras-chave: História da educação, imigração, Bronx, sonho americano, acesso à educação, educação bilingue, integração escolar, escassez de professores, formação de professores, política governamental.

 

 

Introducción

 

En 1923, el gobernador de Nueva York, Al Smith, afirmó en el banquete de apertura del lujoso Grand Concourse Plaza Hotel: “El Bronx es el ejemplo más sorprendente del desarrollo urbano en los Estados Unidos” (Rosenblum, 2011, p. 107). Si Nueva York era el rey, el Bronx era la joya brillante en su corona: representó el modernismo, el progreso, y el optimismo para los millones de inmigrantes llegando a sus costas. Familias se mudaron al Bronx para acceder a mejores condiciones de vida y una educación mejor para sus hijos (Hanson, 2004). Sin embargo, en 1977, el presidente Jimmy Carter hizo una visita "aleccionadora" al Bronx para ver los edificios quemados de lo que entonces era el ejemplo más sorprendente de decadencia urbana de la nación (Dembart, 1977). Hoy en día, las cosas han mejorado mucho, y lo que antes eran espacios vacíos y almacenes abandonados, son casas y empresas nuevas ahora. Todavía, el Bronx aún tiene la tasa de pobreza más alta de todos los condados de Nueva York, y el Sur del Bronx sigue siendo el distrito más pobre del país (New York State Community Action Association, 2018; Food Research and Action Center, 2017). El propósito de este artículo no es explicar cómo o por qué este cambio tuvo lugar, sino mirar al Bronx de mediados del siglo XX, específicamente a su sistema de educación pública, para encontrar lecciones valiosas para el Bronx de hoy.

Es un hecho establecido que la enseñanza es un componente clave del sueño americano. Los defensores de la educación, como Horace Mann, han estado defendiendo la educación gratuita y universal financiada por el gobierno desde 1830, resaltando la importancia de este sistema como el “gran igualador,” en un país democrático donde la gente decidiría cómo gobernar la nación (Sadovnik et al., 2018). Mann enfatizó la responsabilidad de cada generación con la próxima, escribiendo en 1846,

 

Ciertamente, en un gobierno republicano, la obligación de los predecesores, y el derecho de los sucesores, se extiende y abarca los medios de una educación tal que prepare a cada individuo para cumplir con todos los deberes que le incumben como hombre y como ciudadano. (1891, p. 130).

 

Mann y los eruditos modernos de la educación también reconocen el rol que juega la educación en elevar económicamente a los individuos y a las comunidades enteras, con los economistas reconociendo la educación como un componente clave del crecimiento económico (Vinovskis, 1970). Con el crecimiento de las ciudades y la afluencia de inmigrantes de Europa del Sur y del Este entre los años 1890 y 1920, la educación se asoció cada vez más con la americanización de la nueva generación de inmigrantes, y su adaptación al entorno social estadounidense. El erudito de la educación más influyente de este periodo, John Dewey, describió la escuela como una “institución primeramente social,” enfatizando su importancia en construir la comunidad, inculcar un sentido de moralidad compartida, y promover el progreso y la reforma (1897). Desde la Segunda Guerra Mundial, la expansión de la educación se trasladaría, de la primaria y la secundaria, a la educación superior, por los esfuerzos como la ley GI, que abrió oportunidades educativas en las universidades a los que antes no podían pagarlas (Savodnik et al., 2018).

En este contexto histórico y educativo, las generaciones primeras y segundas de los estadounidenses judíos estaban creciendo en el Bronx. Los judíos empezaron a llegar, en gran número, desde la Europa del Este, empezando en los años 1890 y, mientras la ola de inmigración pasó a ser a cuentagotas con la ley Johnson-Reed en 1924, el Bronx judío tuvo su máxima población y época dorada entre los años 1930 y 1950 (Dash-Moore et al., 2017). El Bronx, en particular, fue visto como un lugar de movilidad ascendente, un lugar más nuevo, verde, y limpio, en comparación con las condiciones del Lower East Side o Williamsburg, Brooklyn (Maier-Garcia, 2023a; DuBose-Simons, 2014). A medida que avanzaba el período de posguerra, hubo movilidad social ascendente en el mismo Bronx, con los judíos más pobres, y más recientemente inmigrados, viviendo en el Bronx del Sur o del Este, y los judíos de la clase media o más asentados se trasladando al norte u oeste (Maier-Garcia, 2023a). La educación era un valor bien conocido por estos inmigrantes judíos llegando en los Estados Unidos, estereotipado como “aterrizan el sábado, se establecen el domingo, y a la escuela el lunes” (Jacknow-Markowitz, 1993, p. 5).

Las fuentes primarias examinadas por este artículo vienen del Bronx Jewish History Project (BJHP), un archivo de historias orales y recursos de la Universidad de Fordham[1]: casi 40 de ellas están incluidas en el archivo hoy, y más que están siendo añadidas cada día. Como una autoridad principal de la historia del Bronx judío, y una educadora con un año de prácticas docentes en una escuela secundaria en el Bronx, intento, con este artículo, combinar estas dos áreas de interés. En la escuela, fui testigo de las experiencias de la generación más nueva de inmigrantes y sus familias viviendo en el Bronx hoy, y vi las continuidades y los cambios a lo largo del tiempo. En los años 1930, los judíos constituyeron la mitad de la población del Bronx, mientras los dos grupos minoritarios más grandes de mediados del siglo XX, afroamericanos y puertorriqueños, combinados, constituyeron el 6.1% de la población del Bronx en 1940, y subieron al 21.6% en 1960 (Gonzalez, 2004, pp. 98, 113). En 2022, el Bronx era un 28.2% negro, un 56.6% latino, y un 8.3% “blanco.” En los barrios cerca de donde yo vivía y trabajaba, Fordham/University Heights, y Belmont/ East Tremont, las poblaciones blancas fueron del 7.2% y el 3.2%, respectivamente (Furman Center, 2024). El Bronx ha sufrido un cambio demográfico enorme en los últimos 100 años, pero socioeconómicamente todavía es el distrito de los pobres, la clase trabajadora, los inmigrantes y los estadounidenses nuevos. Al reconocer este hecho, me llamaron la atención las similitudes y diferencias en las experiencias educativas de residentes del Bronx judíos, de mediados del siglo XX, en comparación con la población latina que hoy reside. Particularmente, vi las desventajas de mis propios estudiantes en 2024, a diferencia de los estudiantes del Bronx del pasado, y rápidamente me di cuenta que las oportunidades educativas del Bronx han empeorado.

No soy la primera persona que sugirió unas reformas en la educación del Bronx, y habría muchos educadores, reformadores, y eruditos, aun luchando por el cambio mientras este artículo está siendo escrito (Su, 2010; Fabricant, 2010; Zachary & Olatoye, 2001). El propósito de este artículo es utilizar una perspectiva histórica única para examinar cómo era la educación en el Bronx y cómo puede ser en el futuro. Al analizar críticamente investigaciones previas, entrevistas del Proyecto de Historia Judía del Bronx, y mi propia experiencia enseñando en una escuela secundaria del Bronx, se hace evidente que los recursos públicos deben ser reasignados para superar los impactos de la segregación racial y socioeconómica duradera, y revitalizar la formación del profesorado gratuita y de bajo costo, y los programas de mejora de la educación en el Bronx.

 

Metodología

 

La naturaleza personal de las historias orales las hace especialmente útiles para un estudio como este, que examina las experiencias vividas por aquellos en el pasado, y en el presente. Inspirándome en las innovadoras obras de Robert Darnton (1984) y Pierre Nora (1989), tengo la intención de usar las historias orales para alejar la narrativa histórica de los relatos tradicionales de instituciones e individuos poderosos, y dar voz a aquellas personas “normales” que han sido previamente excluidas del registro histórico oficial. Las historias orales han sido una herramienta importante para cambiar la investigación histórica hacia las personas “comunes,” o grupos marginados, como los pobres y las clases trabajadoras, los inmigrantes y las minorías religiosas, raciales y étnicas, que conforman lugares como el Bronx (Sharpless, 2008). En este caso, estoy analizando las historias orales en busca de recuerdos personales, valores y aspiraciones, para aprender de aquellos que asistieron al sistema de escuelas públicas del Bronx en el pasado, y aplicar esas lecciones para que sirvan a las personas hoy. El análisis en este artículo es un enfoque de abajo hacia arriba, aprendiendo de los individuos, para reflexionar sobre las instituciones más grandes, a diferencia de un enfoque de arriba hacia abajo, relacionado con el impacto que tienen las instituciones en las personas (Lynd, 2014). Esta perspectiva desafía la comprensión dominante y los estereotipos sobre el Bronx y las personas que viven allí, impulsando nuevos enfoques que centran sus voces en la conversación.

 

La educación del Bronx a mediados del siglo XX

El ambiente de la escuela pública y las experiencias educativas

 

A diferencia de otras partes del país, donde la segregación fue impuesta por ley, muchas escuelas en el Bronx fueron segregadas de facto debido a la discriminación racial y socioeconómica de los barrios, y a marcar a las personas en base a presuntas capacidades. Algunos entrevistados describen sus barrios como “99 por ciento judíos,” y aquellos que describen barrios “mixtos,” generalmente se refieren a una mezcla étnica de judíos, italianos e irlandeses (Maier-Garcia, 2023b, p. 5). Los que describen sus escuelas como no segregadas por raza a menudo eran segregadas por estatus económico (Maier-Garcia, 2024; Maier-Garcia, 2023b, Maier-Garcia, 2023c).[2] Harold Schultz, en una entrevista con su hermana Eva Yelloz, se hizo eco de este sentimiento sobre el barrio Melrose, del Sur del Bronx: “Teníamos un barrio igualitario, y estábamos arraigados como niños pequeños para creer, para darlo por sentado. Todos somos pobres, todos somos iguales. No tenía nada que ver con: ‘Eres puertorriqueño, eres negro, eres cubano.’ Todos somos iguales” (Maier-Garcia, 2023d, p. 7). Dado que las escuelas primarias se nutrían del barrio, reflejaban la composición socioeconómica de ese pequeño radio de acción.[3] Puesto que muchos niños italianos e irlandeses iban a las escuelas parroquiales, el resultado fue que casi exclusivamente las escuelas eran judías, con escasas minorías, que eran principalmente afroamericanos en las décadas de 1940 y 1950, residentes (Maier-Garcia, 2023e). Gloria Katz recuerda la foto de su clase en la guardería, donde su maestra tiene su brazo alrededor del único estudiante negro de la clase (Maier-Garcia, 2023f). Para aquellas escuelas que eran más racialmente diversas, la segregación de facto se imponía mediante un sistema de seguimiento que clasificaba a los estudiantes “intelectualmente,” y los ponía en clases en función de su nivel académico adjudicado. Beth Braunstein describe su propia experiencia como “homogénea,” siendo siempre colocada en la clase de progreso especial (SP) o de nivel acelerado de más alto nivel:

 

Mi clase étnicamente tenía tal vez dos niños afroamericanos, un niño hispano, el resto eran caucásicos… Eso es justo lo que era, para bien o para mal. ¿Fue racismo? ¿Fue que esos niños pasaron la prueba para entrar? Había pruebas de coeficiente intelectual y había puntuaciones de lectura, así es como creo que lo hicieron. Así que realmente no creo que fuera racista. Creo que fue más o menos como funcionó, debido a las oportunidades que esos grupos étnicos tenían para la educación. (Maier-Garcia, 2023g, p. 9).

 

Independientemente de lo que se sabe ahora sobre la naturaleza racista de las pruebas de coeficiente intelectual y las intenciones de los maestros o los administradores, el resultado práctico de este seguimiento fue segregar a los estudiantes dentro de su escuela.

Otros dos factores que analizan los entrevistados, que siguen siendo relevantes hoy en día, son el hacinamiento y la representación docente. El hacinamiento en las escuelas primarias públicas era especialmente un problema para los que crecían en el Sur del Bronx, que incluso antes del incendio y la devastación de los años 1970 y 1980, era más pobre y superpoblado, con viviendas de estilo más antiguo. Esto resultó en medias jornadas o sesiones divididas (donde, por ejemplo, la mitad de la clase de educación infantil vendría por la mañana, y la otra mitad vendría por la tarde), o aulas llenas al máximo con estudiantes compartiendo pupitres. Jack Jacobs recuerda su experiencia en la escuela PS 79 donde, a causa de que no había suficientes maestros para el alumnado, se fusionaron segundo y tercero de primaria, dejando un maestro para más de 50 o 60 estudiantes (Maier-Garcia, 2023h). Jacobs describe la dicotomía entre profesorado y alumnado, siendo el primero de origen predominantemente católico irlandés, y el segundo abrumadoramente judío, incluyéndose aquí a hijos de inmigrantes (Maier-Garcia, 2023h). Esta no es una experiencia inusual, particularmente en los años de enseñanza primaria de los entrevistados (Maier-Garcia, 2023f; Maier-Garcia, 2023i; Maier-Garcia, 2023j). Como explicó Ruthie Cohen: “No había ninguna animosidad, así eran las cosas” (Maier-Garcia, 2023j, p. 2). A medida que avanzaba el período de posguerra, serían los maestros judíos los que constituirían la mayoría de los maestros en las escuelas públicas de la Ciudad de Nueva York (Jacknow-Markowitz, 1993).

A pesar de esos factores discutidos anteriormente, muchos entrevistados informan haber recibido una educación de alta calidad en las escuelas públicas del Bronx de mediados del siglo XX, particularmente en la Escuela Secundaria de Ciencias del Bronx (coloquialmente conocida como “Bronx Science” o simplemente “Science”). Bronx Science era entonces, como lo es hoy, una escuela secundaria pública selectiva en el Norte del Bronx que se especializa en las ciencias. En aquellos días, los estudiantes tenían que hacer exámenes para entrar en la escuela. Esto significaba que los judíos del Bronx podían recibir una educación tan buena, si no mejor, como en cualquier escuela privada. Dado que muchas personas con doctorado no pudieron encontrar trabajo universitario durante la Gran Depresión, la escuela reclutó a los mejores maestros, y todavía se conoce hoy por el alto número de ganadores del Premio Nobel que se graduaron allí (Maier-Garcia, 2022a). Incluso aquellos que no asistieron a Bronx Science en secundaria, recuerdan experiencias educativas “excelentes” en el sistema de escuelas públicas del Bronx.[4] Por supuesto, esta no es una afirmación monolítica, ya que las circunstancias personales, las interacciones con maestros particulares, y la edad, llevaron a otros a tener experiencias educativas más mixtas o de menor calidad (Maier-Garcia, 2022b; Maier-Garcia, 2022c; Maier-Garcia, 2023k).

En general, la educación era una parte importante de la cultura judía del Bronx de mediados del siglo XX, algunos incluso la describieron como el valor más importante de una familia judía en ese momento (Maier-Garcia, 2023l; Maier-Garcia, 2023m). A pesar de que la mayoría de los padres de los entrevistados no se graduaron de la universidad, se dio a conocer que esta generación seguiría una educación universitaria, sin que ellos tuvieran muchas opciones en la materia (Maier-Garcia, 2023b; Maier-Garcia, 2023e; Maier-Garcia, 2023h; Maier-Garcia, 2023j; Maier-Garcia, 2023n; Maier-Garcia, 2023o).

Entrevistados como Mark Willner y Vivian Gruder señalan la naturaleza implícita de su experiencia, compartiendo respectivamente: “Simplemente se asumió que yo iría a la universidad, y mis primos también. Dónde irías no importaba tanto… Solo se asumió. No se hicieron preguntas,” y, “No creo que habláramos de ello… Quiero decir, fue solo algo que hicimos. Supongo que estaba en el aire cultural de las familias judías la importancia del aprendizaje, del estudio” (Maier-Garcia, 2023p, p. 4; Maier-Garcia, 2023k, p. 4). Incluso para las mujeres que crecían durante este período de tiempo, se esperaba que estuvieran bien educadas, aunque sus oportunidades de carrera se limitaban a maestras, enfermeras y secretarias (Maier-Garcia, 2023j; Maier-Garcia, 2023n; Maier-Garcia, 2023q). Susanne Seperson describió los "dos mandamientos" para las mujeres de la época: obtener una educación universitaria y casarse (Maier-Garcia, 2023r, p. 7). Incluso con la clara perspectiva misógina sobre la educación de las mujeres, se esperaba que fueran bien educadas y reflexivas como las educadoras de la próxima generación, ya fueran de sus propios hijos o de otras personas.

 

Las oportunidades educativas de enriquecimiento

 

Cuando se les pregunta sobre los recuerdos que les llaman la atención de su tiempo en la escuela, muchos entrevistados de BJHP recuerdan con cariño música y arte. Los estudiantes recibieron instrumentos y clases gratuitas de música desde la primaria, y algunas escuelas tenían sus propias bandas y orquestas (Maier-Garcia, 2023e). Susan Schwalb, quien hoy es una artista profesional, aspiró a ser una artista desde que era una niña pequeña y pudo tomar clases de arte a través de la escuela, eventualmente asistiendo a la Escuela de Música y Arte, una escuela pública selectiva de la Ciudad de Nueva York que se centra en las artes (Maier-Garcia, 2023s). Joan Brock y Hilde Klein recuerdan haber participado en coros y espectáculos escolares, particularmente en el instituto, que creó comunidades para ellos, en un momento de transición adolescente difícil (Maier-Garcia, 2023c; Maier-Garcia, 2023l).

Al igual que Schwalb, estas actividades en su juventud fomentaron un amor de toda la vida por el canto, la música y los espectáculos que implicaron que Brock se convirtiera en un maestro de teatro y dirigiera obras de teatro de los estudiantes, y Klein participara en coros religiosos y no religiosos hasta el día de hoy. Teniendo en cuenta los antecedentes de clase trabajadora de los entrevistados y sus familias durante este tiempo, los recursos para fomentar su amor por las artes no habrían estado disponibles para muchos de ellos si el sistema escolar público no les hubiera proporcionado estas oportunidades gratuitas y accesibles.

La educación que recibieron los judíos del Bronx no se limitó al aula; también aprovecharon los recursos gratuitos de la ciudad. Tanto antes, como actualmente, podían visitar museos de talla mundial como el Museo de Historia Natural, y el Museo Metropolitano de Arte, de forma gratuita (Maier-Garcia, 2023i). Susan Schwalb cogía el metro hasta Manhattan los fines de semana para visitar estos museos, asistir a charlas gratuitas sobre arte, y estudiar en las bibliotecas cercanas. Para ella, la accesibilidad de estos centros culturales le permitió encontrar "algo más" que buscaba, que le faltaba en el Bronx:

 

No miro hacia atrás [mi infancia] de una manera negativa. Me alegró acercarme a la cultura en Manhattan, no había arte en el Bronx. Tienen el Museo del Bronx, he estado allí. Es bonito. Pero eso no estaba allí cuando era niño, no había nada así. Siempre venía, queriendo venir a Manhattan. (Maier-Garcia, 2023s, p. 18).

 

Si bien el Bronx carecía de museos entonces, incluso más que ahora, los Jardines Botánicos de Nueva York, y el Zoológico del Bronx, eran gratuitos y accesibles. Esto significó que los jóvenes que crecieron en el entorno urbano del Bronx pudieron experimentar una diversidad de vida natural. Eva Yelloz recuerda el rol que su madre, una botánica aficionada de Polonia, desempeñó en complementar su educación, llevándola a ella y a su hermano a los Jardines Botánicos y enseñándoles nombres de plantas en latín y polaco (Maier-Garcia, 2023d).

Además, los entrevistados identifican a la biblioteca pública como un recurso vital. Este "maravilloso regalo que Nueva York dio a sus hijos" (Maier-Garcia, 2022a, p. 11) permitió a los jóvenes del Bronx ampliar su ámbito educativo más allá de lo que se enseñaba en la escuela. Entrevistadas como Gloria Katz describen haber sacado tantos libros como estaba permitido y leer con vehemencia (Maier-Garcia, 2023f; Maier-Garcia, 2023l).

Andrea Brecker, quien se graduó de la escuela secundaria en 1968, describe la baja calidad de la educación que estaba recibiendo a medida que crecía y las bandas puertorriqueñas y negras comenzaron a luchar en guerras territoriales, incluso en la escuela. Mientras que algunos estudiantes de su clase de inglés apenas podían leer en voz alta, ella complementó sus conocimientos yendo a la biblioteca, un lugar que llamó un “santuario,” donde se sentía cómoda rodeada de libros (Maier-Garcia, 2023t, p. 5). Especialmente, para aquellos con vidas familiares difíciles, era un lugar de refugio (Maier-Garcia, 2023u). La biblioteca era un lugar frecuentado, para alimentar el amor por la lectura (Maier-Garcia, 2023k; Maier-Garcia, 2023l; Maier-Garcia, 2023n; Stovall, 2023).

 

La educación y el sueño americano

 

La educación es reconocida por los entrevistados como una parte esencial de la búsqueda del sueño americano y la movilidad ascendente para inmigrantes judíos e hijos de inmigrantes a mediados del siglo XX. Entre los entrevistados de BJHP, la mayoría de sus padres no se graduaron de la universidad, y muchos no tuvieron título de secundaria.[5] Esto significó que la mayoría de ellos fueron los primeros con título universitario en su familia, y algunos obtuvieron títulos de posgrado, convirtiéndose en maestros, profesores y doctores. Los entrevistados son conscientes de que su ubicación en los Estados Unidos, y el Bronx, les permitieron seguir una educación de calidad, gratuita y accesible. Herbert Hochberg reflexionó:

Tuve mucha suerte. Tuve muy buenos padres. Y creo que la ciudad hizo un muy buen trabajo para personas como mi familia, inmigrantes, niños inmigrantes… El contraste entre el nivel de vida de mis abuelos, mis padres y yo al principio, y hoy, es... casi increíble… Estados Unidos ha sido muy bueno no solo para mi familia, sino para la mayoría de las familias. La gente habla de que las oportunidades han desaparecido. Pero todavía hay una tremenda oportunidad en el país. Y el sistema escolar de la ciudad de Nueva York, con todas las desventajas que tenía, con todos estos inmigrantes que vinieron aquí, hicieron un trabajo maravilloso. Y merecen mucho crédito por ello, que no creo que obtengan. (Maier-Garcia, 2023b, p. 7).

Concluyó destacando que la educación gratuita que estaba disponible en las universidades públicas de la ciudad de Nueva York, en la década de 1940, aunque ya no es gratuita hoy en día, todavía cuesta significativamente menos que una institución privada (Maier-Garcia, 2023b). A mediados del siglo XX, la educación pública gratuita de alta calidad allí no se detuvo en la escuela secundaria, sino que se extendió a universidades de la ciudad como City College, Hunter College y Queens College. Susanne Seperson amplió esta idea:

Mi madre fue a la escuela secundaria en Polonia. Se mudaron de un pequeño pueblo a una ciudad más grande, y ella era muy, muy dotada académicamente. Así que ella fue a una escuela secundaria comercial y adquirió experiencia en negocios. Es por eso que había una reverencia en mi hogar por la educación... Su madre siempre le decía: "No necesitas una habilidad especial, tu educación es tu talento". Y ella (mi madre), dijo que si solo hubiera tenido un algo, lo habría perdido todo, pero la educación se quedó con ella. Hablaba varios idiomas, lo que le ayudó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando pudo traducir... Estaba literalmente en la guardería, y yo ya sabía que iba a la universidad. Mis padres me dijeron: "Eres tan afortunada porque algún día irás... a Hunter College, y es gratis". Porque, en Europa, mi madre fue al instituto, pero había que poder permitírselo. (Maier-Garcia, 2023r, p. 4).

La Escuela Secundaria de Ciencias del Bronx fue particularmente asociada con la búsqueda del sueño americano. Al igual que el sistema de universidades públicas de la ciudad de Nueva York en ese momento, Bronx Science ofrecía educación de la más alta calidad de forma gratuita a cualquiera que pudiera hacerse la prueba. Se describió como "académicamente elitista", a pesar de que muchos estudiantes estaban "por debajo del umbral de la pobreza" (Maier-Garcia, 2022d, pp. 5-6). Bruce Jakubovitz conecta esto directamente con lo que él llama “la mentalidad del Bronx,” diciendo:

Lo que es impresionante para mí acerca de Bronx Science… Era muy a menudo… esta sería la primera generación de americanos. Sus padres eran inmigrantes. Y este fue el primer peldaño de la escalera que representaba el sueño americano. Se trataba de educación. (Maier-Garcia, 2022d, pp. 5-6).

En retrospectiva, muchos años después, los entrevistados ven a la Escuela Secundaria de Ciencias del Bronx como el primer paso en su movilidad económica y social ascendente. Al explicar por qué la gente se iría del Bronx, la exalumna de Bronx Science, Alexandra Vozick Hans, culpa a su educación:

La gente nacida en los años 40 y 50 empezó a aspirar a más. Ahora tenían educación universitaria. Mi padre ni siquiera había ido a la escuela secundaria. Mi madre tuvo un año de secundaria... La educación nos sacó… La idea de ser propietario de una casa era como los Estados Unidos con las calles doradas. Es decir, fue un sueño, pero no necesariamente un buen sueño; era solo algo que la gente podría haber alcanzado. (Maier-Garcia, 2023i, pp. 4-6).[6]

Charles Fogelman trata de vivir su vida desde una “postura de gratitud,” dándose cuenta de la suerte que tiene de ser estadounidense y neoyorquino, y de haber ido a Bronx Science y recibir una “impresionante” educación escolar pública (Maier-Garcia, 2022a, pp. 10-11). Incluso después de medio siglo y mucho crecimiento educativo y profesional, Fogelman dice que él y otros con los que fue a la escuela todavía están buscando, y no encuentran, un ambiente como el que tenían en Bronx Science (Maier-Garcia, 2022a). Sus comentarios, y los de otros, refuerzan la importancia de la educación pública gratuita y accesible, no solo para aquellos con necesidades de educación especial, sino también para aquellos que necesitan ser empujados y sostenidos a estándares académicos más altos para alcanzar su verdadero potencial.

Los comentarios de Michael Malasky sobre su propia experiencia educativa y su conexión con el sueño americano arrojan luz sobre los cambios que comenzaron a tener lugar en el Bronx a finales de la década de 1960, y los años 70. Nacido en 1959, haciéndolo más joven que la mayoría de los otros entrevistados de BJHP, y creciendo entre el proyecto de vivienda pública de Marble Hill y Co-op City, Malasky describe su experiencia educativa en el Bronx como un período de transición, porque las etnias blancas como judíos, italianos e irlandeses se estaban moviendo hacia el norte y fuera del Bronx, y las personas negras y latinas, particularmente puertorriqueñas, se estaban mudando a él. Con base en sus 40 años de experiencia como educador y administrador escolar, atribuye su mala experiencia educativa a la incapacidad de la ciudad para lidiar con dicha transición:

Pasar de una subclase que estaba muy dentro de la educación, mucho en el sueño americano, frente a la nueva generación de personas que todavía estaba en una especie de transición desde el sur, y tratando de echar raíces en la ciudad, fue un tiempo muy, muy, muy difícil. Y mirándolo desde una perspectiva socioeconómica, fue un momento muy difícil para la ciudad de Nueva York, en las escuelas públicas. Cuando finalmente llegué a la escuela secundaria, que era muy diversa y muy peligrosa, y las bandas realmente comenzaron a brotar, y yo no quería involucrarme en eso, fue entonces cuando se volvió muy difícil... Los estándares en ese momento eran bastante bajos… Las escuelas se convirtieron en lugares donde, ya sabes, bandas de niños podían reunirse para causar estragos. Y una generación antes de eso, ese no era el caso. Los niños fueron a la escuela para convertirse en profesionales. Y me quedé atrapado en la transición de eso. (Maier-Garcia, 2022e, pp. 4-5).

Aquí, Malasky señala no solo un cambio percibido en la mentalidad, sino la realidad de la diferencia socioeconómica entre los judíos que estaban en las escuelas públicas del Bronx solo diez o quince años antes, que habían estado en los Estados Unidos durante una o dos generaciones en ese momento, frente a los nuevos migrantes internos, afroamericanos y puertorriqueños, que no solo estaban económicamente desfavorecidos como los inmigrantes judíos cuando llegaron a los Estados Unidos, sino que también eran sujeto y víctimas de factores sociales más grandes, como el racismo institucionalizado. Los afroamericanos que vienen del sur de Jim Crow, donde se les había negado una educación o un sentido general de orgullo y persona, y los puertorriqueños que venían de la isla donde habían sido colonizados y oprimidos, enfrentaron distintos desafíos debido a su estatus racial, que las generaciones anteriores de inmigrantes del Bronx no habían tenido que superar.[7] Junto con la inminente crisis financiera en Nueva York que despojó al condado de fondos públicos, los años 1970 y 1980 marcaron un marcado declive para el Bronx y su sistema de educación pública, uno que solo ha comenzado a mejorar en los últimos 20 años.

 

La educación del Bronx, hoy

 

Durante el año escolar 2023-2024, completé mis prácticas enseñando en una escuela secundaria del Bronx como parte del Máster en Educación Adolescente: Estudios Sociales, de la Universidad de Fordham. Era una pequeña escuela secundaria pública en el barrio Belmont/ Fordham del Bronx, enfocada en la preparación para la universidad. Es una escuela “intensamente segregada,” compuesta por un 99-100% de estudiantes de minorías, en su mayoría estadounidenses de primera y segunda generación provenientes de América Latina, el Caribe y África Occidental. Trabajé con estudiantes de los últimos cuatro cursos de la enseñanza secundaria, incluso en aulas de co-enseñanza integrada con estudiantes del idioma inglés (English Language Learners), y estudiantes con necesidades educativas especiales. Las reflexiones en esta sección se basan en las entrevistas de historia oral del BJHP, con otras investigaciones académicas, y mis experiencias personales en esta escuela secundaria del Bronx.

 

La segregación escolar

 

Las escuelas en los Estados Unidos están más segregadas hoy que a mediados del siglo XX, tanto racial como socioeconómicamente (Martin & Brooks, 2020). En particular, el sistema de escuelas públicas de la ciudad de Nueva York se considera uno de los más segregados del país (Mordechay & Ayscue, 2024). A partir de 2010, el Bronx era el peor segregado entre todos los condados, con el 93% de sus escuelas calificadas como intensamente segregadas (Kuscera & Orfield, 2014).[8] Entre los distritos escolares comunitarios (CSD) considerados intensamente segregados, CSD 9 en el suroeste del Bronx, que incluye los barrios de Claremont, Concourse, Highbridge, Morrisania, Morris Heights y University, empató con el CSD 23 en Brooklyn como las mayores escuelas segregadoras, con un 99-100% de minorías (Kuscera & Orfield, 2014). Las entrevistas ponen de manifiesto el hecho de que la segregación escolar es un problema que ha empeorado con el tiempo, no ha mejorado. Mientras que las escuelas descritas por los entrevistados del BJHP estaban segregadas de manera opuesta racialmente, siendo mayoritariamente blancas con pocas minorías, la segregación fue significativamente menos intensa a mediados del siglo XX, especialmente en las escuelas secundarias que provenían de barrios diferentes y más diversos. Hoy en día, incluso más que a mediados del siglo XX, las líneas de clase y las líneas raciales están alineadas, con la clase baja asociada con la gente de color, y la clase media o alta asociada con la gente blanca. Particularmente en el sur del Bronx, que hoy tiene la segregación escolar más extrema, las escuelas reflejaron barrios raciales y étnicamente diversos de judíos, italianos, irlandeses, afroamericanos y puertorriqueños en los años 1940 y 1950, unidos en un ambiente de clase trabajadora.

La segregación de facto según la situación económica superó las fronteras raciales, y la desigualdad de ingresos y la segregación basada en la economía no han hecho más que empeorar entre 1980 y 2009, lo que sigue contribuyendo a aumentar las diferencias educativas en la actualidad (Duncan & Murnane, 2016). La ciudad ha hecho poco, o ningún esfuerzo, para abordar la segregación económica, y los esfuerzos de desagregación racial en la ciudad de Nueva York alcanzaron su punto máximo en la década de 1980, con la segregación escolar sólo intensificándose desde entonces, y las escuelas todavía siguen clasificando y segregando “académicamente” a sus estudiantes hasta el día de hoy (Mordechay & Ayscue, 2024).

Las condiciones segregadoras de hoy en día tienen una larga lista de impactos negativos en los estudiantes, incluyendo -pero no limitado a- maestros menos experimentados y cualificados, menos oportunidades extracurriculares, peores instalaciones y recursos, y un rendimiento académico más bajo en general, y tasas de graduación más bajas (Mordechay & Ayscue, 2024). El seguimiento académico de estas escuelas segregadas no hace más que empeorar estos problemas, “ampliando las brechas de rendimiento por raza/etnia y estatus socioeconómico” (Cohen, 2021, p. 32).

Algunos de mis propios estudiantes en el Bronx expresaron temores relacionados con los maestros blancos, y los blancos en general, habiendo tenido pocos o ningún maestro blanco antes de la escuela secundaria, y solo habiendo interactuado negativamente con los blancos en el transporte público o fuera del Bronx. Estas asociaciones negativas con la educación segregada del Bronx están en contraste directo con las experiencias de los entrevistados. Sin embargo, ambas poblaciones de estudiantes representan familias de clase baja y de clase trabajadora, donde los padres tienen antecedentes educativos limitados y son inmigrantes recientes a los Estados Unidos.

El hecho de que los estudiantes de hoy, y sus familias, provengan de República Dominicana, México y Ghana, no significa que deban tener una educación de menor calidad que aquellos que vinieron de Rusia, Polonia e Italia. A medida que los antecedentes raciales de los estudiantes del Bronx han cambiado con el tiempo, también lo ha hecho la prioridad de los recursos de la ciudad, de una manera que ha bajado la calidad de la educación a lo largo de los años, y se han perpetuado los estereotipos en un ciclo auto-cumplido: Los estudiantes de la minoría del Bronx son vistos como no educados, analfabetos y desmotivados, porque las oportunidades de sus predecesores fueron eliminadas antes de que tuvieran acceso a ellas, y debido a que los estudiantes del Bronx carecen de oportunidades, están mal educados por el sistema, y se vuelven desmotivados por lo que se ve como una situación sin esperanza. El camino a seguir para estos estudiantes es mirar hacia el pasado, para que vean lo que es un sistema escolar bien financiado, que prioriza la contratación de los mejores maestros, y que proporciona a los estudiantes una miríada de oportunidades de aprendizaje diversas, puede hacer por cada nueva generación de inmigrantes del Bronx.

 

Los recursos dentro y fuera del aula

 

La década de 1970 marcó un período de austeridad en Nueva York del que la ciudad nunca se ha recuperado por completo, particularmente en el Bronx; antes de recortar los fondos públicos, los entrevistados aprovecharon una variedad de recursos accesibles gratuitos a través de bibliotecas, museos, y del Departamento de Parques y Recreación. En la década de 1970, cuando la ciudad se enfrentaba a la bancarrota, el gobierno de Nueva York comenzó a recortar dramáticamente estos y otros servicios públicos. En las escuelas, esto significó deshacerse de los programas de música y artes que fueron un punto culminante de la educación del Bronx en las décadas de 1940, 50 y 60 (Naison, 2019).[9] Esta fue también la misma época en la que comenzaron a cobrar la matrícula para las universidades públicas de la ciudad, como el City College. Mientras la ciudad ya no está en una crisis financiera como esa, Nueva York continúa recortando su programación pública, cerrando bibliotecas, y limitando sus horas, para poner más dinero en la policía que discrimina y perjudica a los estudiantes del Bronx (Cole, 2024). Al mismo tiempo, en lugar de poner fondos educativos para mejorar las escuelas públicas, el dinero se está dando a contratos privados, con menos regulación y supervisión, como las escuelas charter (Gómez-Vélez, 2013). La escuela del Bronx en la que trabajé no tenía programas de música, y las clases de arte sólo estaban disponibles para aquellos estudiantes del último curso de secundaria. El Zoológico del Bronx y los Jardines Botánicos ahora solo son gratuitos los miércoles, cuando los estudiantes están en la escuela. El Bronx todavía carece, como a mediados del siglo XX, de oportunidades culturales como museos y conciertos (una excepción importante es el Museo de las Artes del Bronx, que es gratuito y organiza eventos para la comunidad). Mientras que muchos entrevistados disfrutaron de los museos disponibles en Manhattan, la mayoría de mis estudiantes en el Bronx no habían ido a ningún museo importante de la ciudad, excepto aquellos que habían ido de viaje escolar, y apenas viajaron al sur de la calle 125.

La falta de recursos dentro del aula, y en otros programas públicos, es un obstáculo importante para los estudiantes del Bronx hoy en día. Un graduado de 2024 de la escuela secundaria del Bronx en la que trabajé me dijo explícitamente que él y sus compañeros no carecen de motivación, carecen de oportunidades. Las investigaciones demuestran que la educación artística no solo aumenta el rendimiento académico, sino que fomenta la autoexpresión, la creatividad y la mejora de la salud mental, en un ambiente en el que de otra manera faltan todas estas cosas (Roege & Kim, 2013). Como describieron los entrevistados, las bibliotecas no solo proporcionan lugares para expandir la educación, sino también para encontrar refugio del difícil mundo exterior. Los museos proporcionan un acceso esencial a la cultura dominante, lo que permite a los estudiantes de minorías tener éxito en la educación superior y el mercado laboral (Delpit, 1988). Todas estas oportunidades se les niegan a los estudiantes del Bronx hoy en día, y en algunos casos están empeorando, como el reciente cierre de bibliotecas los domingos. Necesitamos dar un giro dramático en la asignación de nuestros recursos, centrándonos en la juventud y en la educación para crear un mejor entorno para su crecimiento, dentro del Departamento de Educación, y más allá. Junto con eso, debe haber un enfoque en informar a los estudiantes sobre estas oportunidades y hacerlas fácilmente accesibles, como los clubes que organizan excursiones culturales locales, y divulgación en las redes sociales. Al hacerlo, más oportunidades serán evidentes y alcanzables para los jóvenes del Bronx.

 

El rol del maestro

 

Los profesores tienen el impacto más directo en la educación de sus estudiantes. Como se mencionó anteriormente, los estudiantes en escuelas segregadas, como las del Bronx, son mucho más propensos a tener maestros menos experimentados, y tasas más altas de rotación de maestros. Estos maestros, a menudo, están menos profundamente conectados con su comunidad, poco cualificados, y a veces completamente nada cualificados, particularmente maestros jóvenes que se quedan solo por unos años completando programas como Teach for America. Esto está en marcado contraste con las descripciones de maestros del Bronx de mediados del siglo XX, que fueron vistos como competentes y experimentados. Sin embargo, sigue habiendo un problema, entonces, como ahora: que los estudiantes del Bronx no se ven representados en sus maestros. Para los judíos del Bronx, eran los maestros católicos irlandeses, y hoy en día, los miembros de las minorías del Bronx están siendo enseñados por maestros blancos. Como siempre, hay excepciones a la regla, ya que la escuela en la que trabajé tenía administradores negros y latinos, y muchos miembros de minorías de la facultad, pero las investigaciones muestran que los maestros de color están muy subrepresentados, particularmente los maestros negros, a pesar de una cantidad creciente de estudiantes de minorías en todo el país (Martin & Brooks, 2020). Todos los maestros, ya sean blancos o de minorías, en el Bronx o en cualquier otro lugar, deberían emplear pedagogía culturalmente relevante, reconociendo las desventajas que los estudiantes de color enfrentan, y brindándoles las mejores oportunidades de éxito con los componentes recomendados de Gloria Ladson-Billings de rendimiento académico, competencia cultural y conciencia sociopolítica (2011).

Por encima de todo, lo que hay que cambiar es la mentalidad predominante sobre el Bronx y la gente que vive allí. El Bronx de mediados del siglo XX fue pensado como un lugar de oportunidad para los nuevos estadounidenses. El Bronx es, más bien, conocido hoy en día en todo el mundo por su período de incendios provocados y devastación en las décadas de 1970 y 1980, el crimen y la pobreza. Estas asociaciones negativas con el Bronx y las personas que viven allí se combinan con estereotipos dañinos en la cultura dominante sobre las capacidades intelectuales de los estudiantes de minorías. La "amenaza de los estereotipos" es muy real, y las investigaciones muestran que puede contribuir significativamente al bajo rendimiento académico (Good et al., 2003). Sin embargo, también muestra lo contrario, que los estudiantes de minorías pueden superar esta amenaza cuando se implementan intervenciones efectivas (Good et al., 2003). Cuando a los estudiantes se les enseña una mentalidad de crecimiento, es decir, que la inteligencia es maleable, no inherente, y que el bajo rendimiento se basa en el contexto del desafío y no es un juicio del intelecto de uno, llegan a reconocer que el crecimiento personal siempre es posible, y el fracaso es una parte inherente de ese crecimiento. Esto es particularmente importante para que los estudiantes de minorías superen el estereotipo de baja inteligencia, que enfrentan en la escuela, y en la sociedad en general. Si se mantiene a estándares más altos, los estudiantes se elevarán para satisfacer sus expectativas. Personalmente, vi lo que mis estudiantes eran capaces de hacer cuando se les proporcionaron los apoyos adecuados para abordar un texto complicado; cómo reaccionaron ante un estímulo positivo, ante el reconocimiento de que sus ideas eran válidas e importantes, y eran capaces de más de lo que jamás habían imaginado. Suena sencillo, pero cuando estás acostumbrado a una perspectiva deficitaria, a que te recuerden constantemente lo que te falta y que tienes mala suerte puramente por el lugar donde vives y el color de tu piel, es revolucionario.

 

La movilidad ascendente a través de la educación

 

En relación con la sección anterior, las entrevistas no solo nos muestran el rol significativo que juega un maestro en el aula, sino también la importancia de la profesión docente para los inmigrantes del Bronx y sus hijos. Con el fin de crear maestros y administradores que reflejen la población estudiantil, debemos crear programas accesibles de educación docente. Los entrevistados de BJHP no solo fueron educados en el Bronx, sino que un número notable de ellos se convirtieron en educadores en todos los niveles de enseñanza obligatoria y de educación superior.[10] Esto no es solo por la calidad de la educación que recibieron en el Bronx o la importancia de la educación en sus familias, sino porque tuvieron acceso a educación superior gratuita o de bajo costo. Entre los 15 que se convirtieron en educadores, todos menos 3 asistieron a una universidad municipal gratuita o de bajo costo, como City College, Hunter College, Queens College o Lehman College.[11] El acceso a esta educación superior significaba que adquirirían títulos de graduados, máster, e incluso doctorados, a pesar de provenir de entornos inmigrantes de clase trabajadora y media-baja. Ruth Jacknow Markowitz, quien escribió sobre las maestras judías en la Ciudad de Nueva York, explicó:

 

El principal factor determinante para lograr [una carrera docente] fue la existencia de una formación docente gratuita y accesible. Una cosa era que los padres inmigrantes pudieran permitirse el lujo de renunciar a la contribución económica de su hija mientras asistía a la escuela o universidad para formación del profesorado, y otra muy distinta era poder pagar el costo de su educación. (1993, p. 16).

 

El trabajo de maestro de escuela pública, y/o profesor, proporcionó la estabilidad y los ingresos necesarios para impulsar a esta generación a la clase media o incluso media alta dentro de una o dos generaciones tras llegar a los Estados Unidos.

Como se mencionó anteriormente, los maestros de color todavía están subrepresentados en los Estados Unidos. Hay escasez de maestros en todo el país, incluso en el Bronx. A pesar de ser un problema bien conocido en los círculos educativos, el precio de la educación superior en los EEUU, incluidos los programas de formación de maestros, continúa disparándose. Los remedios actuales que existen no ofrecen soluciones a largo plazo para las comunidades minoritarias en lugares como el Bronx. Por ejemplo, el estado de Nueva York ofrece perdón de préstamos para maestros que enseñan en una “escuela de bajos ingresos” durante 5 años (New York State Education Department, 2024). Si bien se trata de un programa admirable, incentiva a los maestros a perpetuar los problemas ya existentes en comunidades empobrecidas y minoritarias, como los maestros sin experiencia, y las altas tasas de rotación de maestros. También depende de un sistema depredador de préstamos universitarios que hace que la educación superior sea inaccesible para aquellos de entornos empobrecidos o minoritarios, que carecen de conocimientos financieros, y son incapaces o no están dispuestos a asumir una deuda aplastante.

Si queremos permitir que los miembros de la comunidad del Bronx mejoren económica, social y educativamente -para perseguir el sueño americano en el siglo XXI-, la asignación de recursos públicos a los programas locales de formación del profesorado es un punto de partida esencial. No solo crea aulas donde los estudiantes pueden verse representados por sus maestros, sino que brinda una oportunidad para la movilidad ascendente de toda la comunidad. Markowitz explica la frase homónima de su libro, Mi hija la maestra, como un dicho común para una orgullosa madre judía en el siglo XX: “Mi hijo el médico, mi hija la maestra”. Estos fueron considerados como los niveles más altos de estatus social para cada género. Hoy, debemos insistir ante los jóvenes, hombres y mujeres, en la importancia y el prestigio de la profesión docente para animar a los mejores y más brillantes de ellos a educar a las generaciones posteriores, con una remuneración que refleje la importancia de su profesión (Maier-Garcia, 2023c, p. 9).[12]

La programación debe comenzar en el nivel de la escuela secundaria, lo que permite a los estudiantes "seguir" a un maestro durante todo el día para ver el trabajo que está involucrado. Esto también podría incluir programas de tutoría para estudiantes mayores, para ayudar a los estudiantes más jóvenes académicamente y más allá, enfatizando que enseñar es mucho más que impartir información a otros. Los programas de formación docente, como los programas de máster de profesorado, son inaccesibles para muchos, debido al costo exorbitante y la falta de oportunidades de becas de posgrado en muchas universidades, además de las horas de enseñanza requeridas para los estudiantes. Debería haber una paga para los estudiantes que no pueden permitirse enseñar a tiempo completo sin sueldo y luego tomar clases por la noche, dejándoles poco o ningún tiempo para mantenerse económicamente. Además, debería haber más programas de certificación accesibles y gratuitos ofrecidos por el Estado o las universidades prominentes, en particular subvencionando o eliminando el costo de las pruebas de certificación obligatorias y la capacitación para los necesitados.

Para la nueva generación de inmigrantes del Bronx, su multilingüismo debe ser tratado, desde el comienzo de su educación, como una ventaja, y no como una deficiencia. Aquí, un tipo diferente de ciclo auto-cumplido: Si ampliamos nuestra programación de educación bilingüe, los estudiantes del idioma inglés (English Language Learners) tendrán un mayor éxito en la escuela y serán capaces de ampliar su dominio del primer idioma, y, si los estudiantes del idioma inglés (English Language Learners) tienen acceso a oportunidades educativas en los niveles de enseñanza obligatoria, y universitaria, podrán convertirse en educadores bilingües y ampliar la programación bilingüe ya existente. Una vez más, se trata de cambiar la mentalidad.

Para los estudiantes, como con quienes estuve en el Bronx, que acaban de llegar a los Estados Unidos, su conocimiento de, por ejemplo, el español es visto como un paso para que puedan aprender inglés. Mientras que si nosotros, como educadores, asignamos valor a todo el conocimiento de idiomas, reconociendo que es una habilidad valiosa que buscan las empresas de todo el mundo, los estudiantes no solo tendrán más confianza en sí mismos y motivación, sino que desarrollarán todas sus habilidades lingüísticas simultáneamente. Se deben crear becas o subvenciones específicas para programas bilingües, y también para programas de másteres, con el compromiso de perseguir la certificación bilingüe (ya que el costo de la matrícula inicial de máster puede impedir cualquier otra certificación). Esto no solo beneficiará a los estudiantes del Bronx, para permitirles tener maestros más cualificados que aborden sus necesidades específicas, sino que también abrirá oportunidades para los aspirantes a maestros de entornos socioeconómicos marginados.

 

Conclusión

 

Las entrevistas del Proyecto de Historia Judía del Bronx enfatizan el poder de una educación de calidad en las escuelas públicas. Muchas décadas más tarde, los entrevistados todavía lo reconocen como una experiencia que les proporcionó las herramientas necesarias para triunfar en la vida y ascender en el mundo, social y económicamente. La educación pública en el Bronx todavía posee el potencial de transmitir estas herramientas a la próxima generación, la pregunta sigue siendo si se pondrán los recursos públicos para hacerlo. Los estudiantes del Bronx de hoy tienen sus propios desafíos únicos, que los estudiantes del Bronx de hace 75 años no enfrentaron: la mayoría de todas las barreras artificiales que la sociedad puso en función del color de su piel, además de las plagas más recientes de bandas, redes sociales y violencia armada. Pero no hay razón para no aprender de los éxitos del pasado y dar a los estudiantes de hoy todas las oportunidades de poner su mejor paso hacia adelante. La respuesta está justo delante de nosotros: Asignar fondos públicos a programas públicos y accesibles para estudiantes y aspirantes a educadores.

No es solo responsabilidad del gobierno proporcionar los recursos educativos a sus ciudadanos para que puedan tener éxito en un sentido social o económico, sino que es deber del sistema de educación pública preparar a la próxima generación de ciudadanos en una democracia. Como explicó Horace Mann, en referencia al estado de Massachusetts pero aplicable al Bronx, a Nueva York, y al resto de los Estados Unidos,

 

Las generaciones sucesivas de hombres, tomadas colectivamente, constituyen una gran mancomunidad. La propiedad de este estado libre asociado está comprometida para la educación de todos los jóvenes, hasta el punto de salvarlos de la pobreza y el vicio, y prepararlos para el adecuado desempeño de sus deberes sociales y civiles. (1891, p. 131).

 

Cada nueva ola de inmigrantes que viene al Bronx, se educa en el Bronx, y busca una nueva y mejor vida en el Bronx, es la próxima generación de estadounidenses que decidirá el camino de la nación. Para prolongar el experimento estadounidense, y extender la promesa del sueño americano, a la nueva juventud, su gobierno (y los votantes que lo pusieron en el poder) deben asumir el reto histórico y priorizar una vez más la educación pública.

 

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[1] https://research.library.fordham.edu/bjhp/

[2] Los entrevistados incluso comparten el hecho de que nunca supieron que eran pobres, porque todos los que los rodeaban eran del mismo estatus económico.

[3] En el contexto de las entrevistas, “escuela pública” es usado para referirse a escuelas primarias y al sistema de enseñanza gubernamental general.

[4] No asistieron a Bronx Science: Susanne Seperson, Herbert Hochberg, Richard Rothstein, Michael Rosen. Sí asistieron: Marc Hochberg, Charles Fogelman.

[5] Con padres sin título de secundaria: Helen Siegel, Vivian Gruder, Gloria Katz, Alexandra Vozick Hans. Con padres que no se graduaron de la universidad: Alfred Brandon, Joan Brock, Ina Gordon, Jeffrey Gurock, Herbert Hochberg, Marc Hochberg, Jack Jacobs, Hilde Klein, “Len”, “Robin”, Michael Rosen, Susanne Seperson, Mark Stern, Helen “Lyn” Silverstein, Harry Sweet.

 

[6] Vozick Hans se refiere aquí a las “calles doradas”, ya que era una creencia común entre los inmigrantes que llegaban a los Estados Unidos que las calles estarían pavimentadas con oro, resaltando la riqueza de la nación.

[7] El estatus de “blancura” en los Estados Unidos es fluido, pero es indiscutiblemente cierto que “la blancura” de iure permitió a judíos, italianos e irlandeses buscar vivienda y otras oportunidades que los afroamericanos y puertorriqueños no podían (Rosenbaum y Friedman, 2007).

[8] En comparación con 71% de las escuelas en Brooklyn, 69% en Manhattan, 59% en Queens, y 8% en Staten Island.

[9] La falta de educación musical condujo, como es conocido, a la creación del hip hop.

[10] Joan Brock, Irene Konig, Michael Malasky, Mark Willner, Vivian Gruder, Ruthie Cohen, Harry Sweet, Beth Braunstein, Gloria Katz, Mark Stern, Jeff Gurock, Diane Wolfthal, Jack Jacobs, Ann Joy Becker.

[11] Brock and Malasky asistieron al Hunter College, Willner and Braunstein al Queens College, Konig, Cohen, Sweet, Katz, Gurock y Wolfthal al City College, Gruder al Barnard College y Harvard University, Stern al Fordham University, Jacobs al SUNY Binghamton, y Becker al Queensborough Community College.

[12] Joan Brock, en su entrevista, dijo que, en su día, las mujeres más inteligentes se convirtieron en maestras, debido a su falta de oportunidades alternativas. Hoy en día, las mujeres pueden seguir cualquier carrera que elijan, y las mejores y más brillantes no necesariamente eligen la profesión docente. Las que lo hacen son a menudo despreciadas como que no han alcanzado su mayor potencial.