Revista Internacional de Educación y Análisis Social Crítico Mañé, Ferrer & Swartz.
ISSN: 2990-0476
Vol. 3 Núm. 2 (2025)
La Influencia del Medio Sociocultural en el Desarrollo Psíquico y Cognitivo: Hacia una Psicología Crítica
Eduardo Torres Urrutia
Centro de Documentación y Estudios Anarquistas de Concepción, Chile.
https://orcid.org/0009-0005-1565-5880
eduardo125@gmail.com
Resumen
La psicología ha sido tradicionalmente una disciplina centrada en el individuo, con un enfoque particular en los procesos psíquicos internos, tales como la conducta, el aprendizaje y la percepción. Sin embargo, esta visión individualista ha sido insuficiente para explicar el desarrollo humano en su complejidad. Este ensayo propone un análisis crítico que incorpora el medio sociocultural como un factor clave en el desarrollo cognitivo y emocional de las personas. A través de esta perspectiva, sostenemos que las estructuras de poder y las relaciones sociales influyen profundamente en la salud mental, particularmente en los sectores marginados, y que la psicología, como disciplina, debe asumir un rol más activo y comprometido en la transformación de estas dinámicas.
Palabras clave: Cognición, emociones, influencia social, interacción social, pensamiento crítico, psicología, psicología crítica, psicología social.
Abstract
Psychology has traditionally been an individual-centered discipline, with a particular focus on internal mental processes such as behavior, learning, and perception. However, this individualistic view has proven insufficient to explain the complexity of human development. This essay proposes a critical analysis that incorporates the sociocultural environment as a key factor in people's cognitive and emotional development. Through this perspective, we argue that power structures and social relations profoundly influence mental health, particularly in marginalized communities, and that psychology, as a discipline, must assume a more active and committed role in transforming these dynamics.
Keywords: Cognition, emotions, social influence, social interaction, critical thinking, psychology, critical psychology, social psychology.
Resumo
A psicologia tem sido tradicionalmente uma disciplina centrada no indivíduo, com foco particular em processos mentais internos, como comportamento, aprendizagem e percepção. No entanto, essa visão individualista mostrou-se insuficiente para explicar a complexidade do desenvolvimento humano. Este ensaio propõe uma análise crítica que incorpora o ambiente sociocultural como um fator-chave no desenvolvimento cognitivo e emocional das pessoas. Através dessa perspectiva, argumentamos que as estruturas de poder e as relações sociais influenciam profundamente a saúde mental, particularmente em comunidades marginalizadas, e que a psicologia, como disciplina, deve assumir um papel mais ativo e comprometido na transformação dessas dinâmicas.
Palavras-chave: Cognição, emoções, influência social, interação social, pensamento crítico, psicologia, psicologia crítica, psicologia social.
La psicología oficial, históricamente, estudió los fenómenos mentales desde una perspectiva que aísla al individuo de su contexto. Esta fragmentación, si bien útil para comprender los mecanismos internos de la mente, no logra capturar la totalidad de los factores que influyen en el desarrollo psicológico. Procesos como la percepción, el aprendizaje y la conducta, no son fenómenos exclusivamente internos, sino que están moldeados por el entorno social y cultural en el que se desarrollan. En este sentido, una mirada crítica y holística es necesaria para comprender cómo el medio influye en el desarrollo psíquico.
Desde la década de 1960, diversas corrientes dentro de la psicología han comenzado a cuestionar esta visión individualista, reconociendo la influencia del entorno sociocultural en los procesos psicológicos (Teo, 2021). No obstante, a pesar de estos avances, la psicología sigue mayoritariamente anclada en paradigmas que priorizan el estudio del individuo aislado. Sin embargo, a pesar de los avances en el ámbito teórico que superan la visión individual del “objeto,” se mantiene la propuesta de psicólogos en su búsqueda de una corriente basada en la evidencia, dejando fuera de la academia y de los dispositivos de salud mental un enfoque que inserta la dimensión social en el análisis psicológico, con énfasis en cómo las relaciones de poder, la cultura dominante, y las instituciones sociales, afectan directamente el desarrollo psíquico de los individuos. Cada teoría crea su propia base empírica. Y esa base la sostiene. “Esa es la magia circular de las ciencias. De la imaginación, a la teoría, de la teoría a los datos empíricos” (Arnau, 2025, p. 544)… dicho de otra forma, todo se puede explicar si se construye un relato adecuado.
Sostenemos que el entorno sociocultural influye profundamente en el desarrollo cognitivo, especialmente en los sectores más vulnerables. La cultura dominante y las instituciones que la perpetúan, diseñadas para mantener estructuras de poder, a menudo generan condiciones que fomentan patologías sociales, tales como el alcoholismo, la drogadicción, la neurosis, y otras manifestaciones de lo que denominamos "patologías de la pobreza". Estas condiciones no son meras anomalías individuales, sino síntomas de un entorno social que limita el desarrollo psíquico saludable de las personas.
Las políticas sociales y económicas que afectan a las clases más desfavorecidas crean entornos que dificultan la expresión libre de emociones y percepciones. En los barrios marginales, la falta de acceso a servicios, la precariedad de las viviendas, y la constante exposición a estímulos que refuerzan la desigualdad económica y social, generan frustración, alienación y sentimientos de desesperanza. Estas condiciones no solo impactan el bienestar emocional, sino que también condicionan las capacidades cognitivas de los individuos. La pobreza, por tanto, no es solo un fenómeno económico, sino un factor determinante en el desarrollo psicológico.
La psicología remite inexorablemente a concepciones de mundo, a formas de "objetivar" lo humano, a posturas filosóficas, a ideologías y a intereses particulares sobre cómo debe ser la sociedad y de qué manera entender al ser humano. A su vez, estas posiciones no escapan a un determinado grado de sistematización sobre el análisis que se realiza de la realidad y su teoría del cambio. ¿Qué se entiende por realidad para cada una de las corrientes de pensamiento? …es un interrogante que no se puede soslayar, ya que allí es donde se dirigen los intentos de modificación. A su vez, cada concepción tiene una idea de lo que es "la ciencia" y cada uno pretende imponer esa concepción a las demás. El éxito o el fracaso en esta línea tienen más que ver con cuestiones de poder que con problemas de método. Así, la famosa "ciencia" se constituye en una "racionalización" que justifica una determinada postura ideológica. (Foladori, 2001, p. 1).
Por otro lado, la construcción de normalidad o anormalidad se relaciona con la estructura social y sus dificultades para estar insertos en las normas que la sociedad aplica, en esto Kernberg (2001) nos habla de la importancia de las relaciones “objetales” con un contexto, donde se dan en general “interrelaciones afectivamente intensas con los cuidadores que forman parte del entorno” (Yeomans et al., 2016), es decir, la crianza y los procesos afectivos, son colectivos y no solo individuales. Sin embargo, en cuanto a normalidad/anormalidad, Foucault (2024) explica que la construcción de normal/anormal se enmarca en como el poder expresa su dominio sobre los sujetos y la organización social, se lee que el poder es la normalización.
El poder es normalización y es el conjunto de la sociedad lo que pone constantemente ese mecanismo en movimiento y, por lo tanto, produce cada vez mas la separación de lo normal y lo anormal, lo sano y lo patológico, lo licito de lo ilícito, lo central de lo marginal. (Touraine, 2012, pág. 165).
A diferencia de las ciencias naturales o "duras", las ciencias sociales, incluyendo la psicología, enfrentan un desafío particular: la relación entre el sujeto que investiga y el objeto investigado. En las ciencias exactas, como la física o la química, se asume una separación clara entre el investigador y el objeto de estudio. Esta distancia permite mantener la objetividad, ya que las conclusiones alcanzadas no están contaminadas por la subjetividad del observador.
Sin embargo, en la psicología, esta separación es más difusa. El/la psicólogo/a, al estudiar al ser humano, no puede escapar de su propia humanidad. Esto introduce lo que varios autores han denominado la "implicación". Devereux (Parra-Giraldo & Astaíza-Martínez, 2021), Lourau (dos Santos & Hur, 2024), Deleuze (Gómez y Jódar, 2024), Foucault (2024), y otros/as, han teorizado sobre cómo quien investiga, al estar inmerso/a en la misma realidad que estudia, no puede ser completamente objetivo/a. La psicología, al igual que otras disciplinas sociales, como la antropología o la sociología, estudia al ser humano desde una posición que está determinada por sus propias experiencias, creencias y condicionamientos sociales.
En este contexto, Georges Devereux sostiene que toda investigación social es, en última instancia, autobiográfica (Carman, 2025). Esto se debe a que quien investiga está "atravesado/a" por las mismas influencias que intenta estudiar en los/as demás. La subjetividad no es un obstáculo que deba superarse, sino una parte inherente del proceso de investigación. Desde esta perspectiva, se plantea que lo subjetivo es también lo objetivo, ya que no es posible deslindar completamente uno del otro.
El concepto de implicación lleva a la conclusión de que, en las ciencias sociales, incluida la psicología, no puede existir una verdadera objetividad. El sujeto investigador está siempre implicado en su propio objeto de estudio, y su comprensión de la realidad está inevitablemente distorsionada por sus propias experiencias, creencias y prejuicios. La psicología, por tanto, no puede aspirar a la misma objetividad que las ciencias naturales.
Este reconocimiento no significa que la psicología carezca de valor científico, sino que debe adoptar una postura crítica y reflexiva respecto a sus propios métodos. En lugar de buscar la objetividad absoluta, los/as psicólogos/as deben ser conscientes de cómo sus propias posiciones afectan su trabajo. En este sentido, las metodologías cualitativas, que valoran la subjetividad y la experiencia vivida, pueden ser tan válidas como las metodologías cuantitativas más tradicionales.
Por otro lado, hay quienes como Ferenzy (Heras, 2015), por el tema del secreto profesional, siguen viendo con desconfianza técnicas que no sean entre terapeuta e individuo, en esto, la Psicoterapia Analítica de Grupo da respuesta “con un dispositivo que se asemeja al análisis mutuo, ya que de por sí, se relacionan entre sí de una manera horizontal, dando lugar a un análisis compartido” (Morales et al., 2011, p. 159).
Una de las críticas fundamentales que proponemos en este ensayo es el rol que la psicología ha desempeñado en la perpetuación de las relaciones de poder. En muchos casos, los/as psicólogos/as, junto con otros/as profesionales de las ciencias sociales, se sitúan en una posición intermedia entre las clases dominadas, las clases dominantes y el Estado. Desde esta posición, se desarrollan programas y políticas que, en lugar de desafiar las estructuras de poder, buscan que los sectores marginados acepten su situación de explotación de una manera más "sana". Así, la psicología puede convertirse en un instrumento que legitima el statu quo, más que en una herramienta de cambio social.
Es crucial reconocer que ninguna disciplina, incluida la psicología, está libre de influencias ideológicas. Todo conocimiento está imbuido de un conjunto de valores y supuestos filosóficos que responden a intereses particulares. En este sentido, la psicología debe asumir una postura crítica frente a las estructuras de poder que analiza, en lugar de perpetuar un falso discurso de neutralidad científica. De lo contrario, corre el riesgo de convertirse en cómplice de las dinámicas de dominación y explotación que afectan a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Hablar de un método único en psicología resulta complejo, debido a la variedad de corrientes teóricas y a la indefinición del objeto de estudio. Las múltiples escuelas y enfoques que han surgido a lo largo del tiempo, desde el conductismo hasta el psicoanálisis, han ofrecido diferentes marcos para entender y abordar el comportamiento humano. Esta diversidad de teorías refleja no solo la amplitud del campo, sino también las tensiones internas que caracterizan a las ciencias sociales en general, en las que el/la investigador/a no puede mantenerse completamente ajeno/a al objeto de estudio.
La psicología incluye enfoques muy variados que a menudo tienen posiciones y metodologías antagónicas entre sí. Entre ellos se encuentran el conductismo, con su enfoque en el condicionamiento reflexológico y operante; el humanismo, centrado en la autorrealización y la experiencia subjetiva; la psicología cognitiva, que estudia los procesos mentales como el pensamiento y la memoria; y el psicoanálisis, con su interés en el inconsciente y los procesos internos. A esto se suman enfoques más recientes como la programación neurolingüística, la bioenergética, y las perspectivas basadas en la corporalidad.
Cada uno de estos enfoques ofrece una visión distinta del ser humano y propone un método diferente para investigarlo. El conductismo, por ejemplo, busca generalizaciones a través de la observación del comportamiento observable y el uso de experimentos controlados. El psicoanálisis, por otro lado, explora el inconsciente mediante técnicas como la interpretación de los sueños o la asociación libre. El constructivismo y el socio constructivismo se centran en cómo las interacciones sociales moldean la cognición y la realidad percibida, mientras que la teoría de sistemas aborda al individuo como parte de un conjunto más amplio de interacciones complejas. “No podemos desconocer que cualquier realidad de conocimiento, psicoanálisis incluido, es inseparable de las condiciones socioculturales e históricas que posibilitan su constitución como cuerpo teórico y como práctica” (Leon, 2013, pág. 309).
Existe en la terapia sistémica herramientas y estrategias de comunicación que pueden ayudarnos a generar ese dialogo y cautelar que el otro pueda tener esa experiencia de reconocimiento y legitimidad. Estas estrategias sirven para la comunicación entre todos los niveles supra-individuales, sean dos personas o la sociedad. (Butikofer et al, 2021, pp.29-37).
Uno de los elementos de resistencia a utilizar otros enfoques más comunitarios e incluso grupales, es que desde ciertas escuelas psicológicas o corrientes terapéuticas, ven que la propuesta grupal comunitaria, o desde una mirada sistémica del objeto, se construye una imagen de poca efectividad construida desde una corriente científica como es la teoría cognitiva, orientada en general a la intervención individual, y con redito económico, al ser incluida como “la única” corriente eficaz y basada en la evidencia.
En contraste, se aprecia una suerte de hegemonía política de los dispositivos individuales en los campos clínicos, que resguarda los lugares de poder desde los que se ejercen ideologías o posturas epistemológicas o técnicas que dificultan la instalación de nuevas formas de intervención. (Letelier et al., 2021, p. 28).
El psicoespacio podríamos definirlo como el lugar necesario para constituir una buena relación “objetal” y, además, un desarrollo afectivo normal; este concepto es usado en psiquiatría social, sobre todo por psiquiatras argentinos, que define la relación entre el medio, disposición espacial o ecológica, y como el individuo internaliza la cultura a través de la relación espacio/relaciones “objetales”. Usaremos una explicación psicológica de cómo el poco espacio con que cuentan los sectores sumidos en la pobreza va generando ciertas patologías y conductas desadaptativas, las que son agudizadas por el entorno ecológico.
Son estas formas egosintónicas, que dependen de una ecología y respecto de cuales podemos considerar que no son potencialmente creativas, ni generadoras de sistemas de satisfacción o interfirientes en el desarrollo emocional de las relaciones interpersonales. En cambio, el marco de referencia social implica un contexto que, si no está presente, no existe patología, ya que esta sólo se da en el hombre como animal social. (Fiasché, 2003, p. 111).
En el ambiente sociocultural, es donde se encuentra la mayor disposición a generar patologías, las que se deben a causas sociales y no sólo hereditarias. Una alternativa de supervivencia emocional, es la que se dan grupos de adolescentes, los que creando lazos identitarios, establecen lazos emocionales que hacen contención a los traumas o patologías que traen producto de sus experiencias familiares, en muchos casos, violentas.
Para entender las psicopatías es necesario conocer cómo cualquier sujeto tiene procesos de internalización de las representaciones objeto externo, de las representaciones del sí mismo, y un afecto que acompaña a ambas representaciones. Es decir, todas las personas tenemos una imagen de todos los individuos que nos rodean, otra imagen de nosotros mismos, y una emoción que acompaña a los dos tipos de imágenes, respectivamente. Ello lo adquirimos durante el desarrollo evolutivo a través de las relaciones significativas. (Fernández & Rodríguez, 2013, pp. 57-64).
Podemos encontrar como salida a una situación de complejidad afectiva la contracultura, sobre todo en jóvenes, la cual tiene dos vertientes, la vertiente del proceso creativo, de la transformación, lo que Piaget sintetizaba diciendo que el hombre modifica al mundo y el mundo modifica al hombre. Es decir, hay una transformación constante de la contracultura como verdadero motor del proceso de cambio. Pero también, por medio de la contracultura y de su intencionalidad existe la posibilidad de entrar en el proceso del deterioro y la marginación. Ello quiere decir que los caminos pueden ser muy fértiles o bien muy autodestructivos en sus dos potencialidades, que dan lugar a que a veces su elección no pueda ser evaluada con tanta facilidad: si se va ir hacia la creatividad o hacia la marginalidad autodestructiva.
Actualmente, existe evidencia robusta de que las desigualdades en las condiciones de vida se asocian con una menor esperanza de vida, una mala percepción de la propia salud, y menor acceso a servicios sanitarios, así como también con una mayor prevalencia de trastornos mentales: ansiedad y depresión, consumo de alcohol y otras sustancias, esquizofrenia (Jiménez-Molina et al., 2021).
No es que la pobreza enferme por la pobreza en sí misma, sino que es su cultura la que enferma, debido, como ya se dijo, a los elementos básicos de su ecología: el hábitat de la población marginal, el analfabetismo, la promiscuidad, el alcoholismo, el espacio mínimo de construcción habitacional, y las pocas áreas verdes. Distinta puede ser la visión de los/as antropólogos/as al observar culturas de poco desarrollo económico, pero con gran espacio social, y con relaciones “objetales” más sanas, esto dado que en el caso de la cultura de la pobreza en las grandes ciudades, el espacio de desarrollo es más reducido, y existe un bombardeo de manera continua a desear cosas que la misma sociedad de consumo niega.
Fiasché (2003) nos dice que Winnicott fue un gran defensor de la teoría de la transformación operativa del Yo, en contra de la teoría de la adaptación cuando ésta llega a niveles de sometimiento exagerado de la personalidad.
Esta teoría explica la potencialidad del aparato mental y la posibilidad de desarrollo que tiene el mundo interno por medio de dicha transformación”. (…) “Winnicott (Fiasche 2003) consideraba al diseño teórico adaptativo del psicoanálisis, que preconizaba Hartmann en la psicología del Yo, como un sistema condicionador antidialéctico, autoritario, que no acepta el conflicto como base de enriquecimiento. En síntesis, el reconocimiento de la experiencia conflictiva constituye un fenómeno mental básicamente creativo. Pero cuando el individuo vive en la marginalidad, sometido a las ansiedades de la supervivencia, aquel nivel de concientización no se puede alcanzar, porque la persona sumergida en la miseria, vivencia con violencia el conflicto, que a menudo se canaliza en la delincuencia. (Fiasché, 2003, p. 65).
Por otro lado, el Dr. Fiasché (2003) desarrolla la teoría del psicoespacio como generador de psicopatologías, plantea un concepto fundamental que se debe considerar y es el del espacio ambiental.
Cabe afirmar que la patología vinculada a la cultura no puede ser divorciada del espacio…el psicoespacio es un elemento que tenemos que tomar siempre en cuenta cuando estamos frente a una patología determinada, ya que ésta se da siempre en un espacio determinado… preguntarnos ¿qué espacio debe tener cada uno para organizar su mundo interno?, el cual no es ajeno al hábitat ideal que cada uno tiene que tener -considerado hasta en términos métricos- y que el individuo necesita para pasar de la unión, del ligamen, del vínculo, a la individuación. Por lo tanto, nos referimos a cuán grande debe ser el espacio que cada persona necesita para sentirse acompañada y a su vez, tener la libre elección existencial para estar sola. (Fiasche 2003, p. 89).
Dicha distancia óptima es una situación concreta. Lo que se haya vivido como experiencia en un espacio físico determinado, podríamos luego vivirlo también en lo afectivo. Pero si alguien no ha configurado internamente un espacio físico que contenga la distancia óptima entre él y el objeto, y si este factor se combina durante el crecimiento con otros componentes patógenos, ello hará que su capacidad afectiva no tenga posibilidades de moverse en un espectro desde lo cercano a lo distante y resolverse en forma saludable y creativa. Las cosas vienen, preponderantemente, primero desde afuera; por lo tanto, no hay aprendizaje si el hábitat no permite discriminar esa diferencia.
En esas casas -de las ‘poblas’-, donde muchas veces viven diez personas, que con frecuencia son parientes, los vínculos se mezclan, contienen una fuerte carga incestuosa, y no siempre se sabe quién es hijo de quién. Esto promueve la indiferenciación y la confusión. Cuando más adelante la persona dispone del psicoespacio adecuado, no siempre lo puede aprovechar, porque ya tiene internalizado aquel medio ambiente primario, lo ha incorporado a su mundo interno, y va acompañado de una violencia que no tiene que ver con su experiencia actual, sino con el alto grado de irritabilidad que invadió en su infancia su mundo interno. Sin embargo, la fijación en el cuadro patológico dependerá también del grado de su plasticidad emocional constitucional.
La contradicción social sobre la exposición a la vida privada o información privada es un ejemplo, de cómo de un control excesivo en la sociedad incluso a costa de la libertad se ha transformado en una nueva practica normalizada entre cada vez más usuarios/as de redes sociales… se exige cámaras, detectores faciales, se construye un enemigo externo, se busca la individuación a través del temor al otro, cerrar en lo privado en el mundo real, pero entregar toda la información en el mundo digital.
Byung-Chul Han (2018), considera que hoy en día, no dudamos en revelar datos personales, y sin que nadie nos obligue. Incluso sentimos una necesidad imperiosa de exponernos. Ya no nos oponemos a que se recopilen, almacenen, transmitan y revendan cientos de miles de datos sobre nosotros. Nadie se rebelará ya contra ello. No habrá revueltas masivas contra Google o Facebook. Esta falta de control representa una grave crisis de nuestras libertades. Dado el volumen de datos que compartimos con tanta facilidad, la idea misma de protección de datos se ha vuelto obsoleta. De ser víctimas de la vigilancia estatal, nos hemos convertido en cómplices y partícipes voluntarios del sistema. Renunciamos deliberadamente a nuestras esferas de protección y nos exponemos a redes digitales que nos penetran y nos hacen transparentes.
Mayores niveles de desigualdad erosionan la cohesión social, produciendo mayores niveles de conflictividad y volviendo a los individuos más vulnerables a los estresores del ambiente. Por el contrario, mayores niveles de cohesión social pueden mitigar los efectos adversos de las privaciones socioeconómicas sobre la salud mental (Jiménez-Molina et al., 2021).
Para definir en cierta forma lo que entendemos por ecología, cuando hablamos de ecología barrial nos referimos a un conjunto de las relaciones e interacciones existentes entre los seres humanos y los demás seres vivos con su ambiente en determinadas condiciones. Quijano (2013; Agosto, 2018) nos dice que el sistema ecológico comprende elementos naturales y humanos vinculados por relaciones de dependencia mutua, entre los cuales están el relieve, clima, ríos, suelos, seres humanos, plantas animales. En este sistema las características de cada elemento se explican por causas naturales (físicas, químicas, biológicas). El hombre interviene como un ser vivo especial porque depende de los recursos naturales, pero también tiene una capacidad para modificarlos rápidamente, sea con efectos positivos o negativos (Agosto, 2018; Quijano 2013).
Luego, Bookchin (1999) nos adentra con una explicación de lo que es la ecología social, y su relación con la naturaleza, en la cual nos dice, que la naturaleza no humana es básicamente un fenómeno evolutivo que está cambiando por siempre a pesar de nuestra tendencia a pensar de él, de un modo fijo y sin desarrollo. Por tanto, la ecología social como tal es el hecho de reconocer que casi todos nuestros problemas ecológicos presentes se originan en profundos problemas sociales. La ecología social la podemos entender como una relación entre dominación/jerarquía y el sometimiento/explotación de los recursos, especies, pueblos, tribus… la ecología social presenta un componente anticapitalista, o mejor dicho, de una radical critica al poder y la jerarquía como explicación moderna a la supremacía humana sobre otras especies y además supremacía de pueblos sobre otros por el bien del mercado y la producción; este autor, en relación al mercado y al poder, considera que tenderemos a culpar a la tecnología en cuanto tal o al crecimiento poblacional, de los problemas medioambientales que tienen sus causas en el mercado, es decir, en el comercio por el lucro más que una distribución equitativa de los bienes, expansión industrial por el poder más que por la satisfacción de las necesidades humanas, identificación de progreso con el propio interés corporativo, más que con el avance cultural y ecológico. En síntesis, tenderemos a concentrarnos más en los síntomas de una horrible patología social que sobre la patología misma y nuestros esfuerzos se dirigirán hacia fines limitados cuyos logros serán más cosméticos que curativos.
Por tanto, fuera de lo que hemos entendido a través de los medios y otras fuentes, el principal problema ecológico no es la contaminación, la extinción de las ballenas o el agujero de la capa de ozono. Es una razón mucho menos popular a ojos de los ecologistas: es un problema social.
Quijano (2013; Agosto, 2018), abre otra línea de nuestro problema ecológico, y es el problema de los espacios para asentamientos humanos, las poblaciones, que van creando una expansión demográfica que se constituye en problema. Al hablar de expansión demográfica, estamos hablando también de espacios donde asentarlos.
Para referir algunas discusiones sobre espacio y urbanismo, encontramos en los años 30 algunas alternativas que aun hoy son tan válidas como entonces. En esos tiempos se discutía sobre las diversas alternativas de construcciones y planificación de los barrios obreros, así entre estas ideas se priorizaba la calidad contra la cantidad: Todas las viviendas debían estar abundantemente abastecidas de agua potable, así como de electricidad que permita un alumbrado higiénico, el volumen de las habitaciones debían responder al número de las personas que vivirían en ellas, los materiales empleados atenderían a las condiciones del clima de cada localidad, todas las casas tendrían patio individual y jardín comunitario como complemento indispensable para la vida agradable y sana de la familia y la colectividad... (Masjuan, 2000).
Como ejemplo contundente sobre todo lo anterior, las enfermedades cardiovasculares constituyen la principal causa de muerte a nivel global, especialmente en los países de ingresos bajos y medios, en los cuales se concentra el mayor número de habitantes del planeta, y la contaminación del aire dentro y fuera de la casa por partículas ambientales finas es un factor de riesgo importante para la presencia de dichas enfermedades (Lopez-Jaramillo et al., 2025). ¿Continuará, la psicología, ignorando la causa de los problemas, tendiendo más a ser un negocio, que un bien social comunitario?
La psicología no puede mantenerse al margen de las luchas de poder que moldean la vida cotidiana de las personas. Desde esta perspectiva, proponemos que la disciplina debe asumir un rol más activo en la transformación de las relaciones sociales que generan patologías. Un enfoque crítico y social de la psicología debe rechazar las explicaciones positivistas que intentan objetivar el comportamiento humano sin considerar los factores socioculturales. En lugar de esto, debe promover la escucha activa de las narrativas subjetivas, reconociendo que las emociones, los valores y las percepciones están profundamente influenciados por el entorno sociocultural.
La psicología crítica se basa en la premisa de que la salud mental no puede separarse de las condiciones materiales y sociales en las que se desarrollan las personas. Al intervenir en las relaciones de poder y contribuir a la transformación social, los/as psicólogos/as pueden ayudar a construir una sociedad más equitativa, donde las patologías que surgen de la explotación y la exclusión sean menos prevalentes. Este enfoque encuentra sus raíces en teorías anti-psiquiátricas y contra-psicológicas que cuestionan la normalización de la dominación y abogan por la subversión de las estructuras que perpetúan la opresión. Y, por otro lado, la distancia que algunos/as autores/as tratan de marcar entre lo que algunos/as establecen como el objeto, la psique en distancia de el soma. En este sentido, solo es posible hablar de trauma en cuanto es la acción de un evento sobre el cuerpo lo que genera la huella mnémica en el inconsciente, lo que no puede ser simbolizado, pero que ha dejado una huella en el cuerpo (Messina, 2021).
Es necesario también reconocer que la formación del psiquismo es, desde el psicoanálisis, una construcción de la experiencia primaria del sujeto en relación con otro-objeto. En relación a esto, Liliana Messina (2021), a través de un ejemplo, habla del derrumbe como un “temor” al displacer que es soma y psique lo que es colonizado por formas que determinaran su experiencia.
En conclusión, se destaca la necesidad de una psicología crítica y transformadora que incorpore el medio sociocultural como un factor clave en el desarrollo cognitivo y emocional de las personas. Al reconocer que las estructuras de poder y las relaciones sociales influyen profundamente en la salud mental, especialmente en los sectores marginados, se cuestiona la tradicional visión individualista de la psicología que ha predominado durante tanto tiempo.
La psicología no puede ser reducida a un análisis del individuo aislado, ya que el entorno en el que una persona se desarrolla juega un rol central en la formación de su psique. Las patologías sociales, como el alcoholismo, la drogadicción y la neurosis, no son meros problemas individuales, sino síntomas de un contexto social que debe ser transformado. Este enfoque holístico y social es esencial para abordar la salud mental de manera más efectiva y justa.
Además, el concepto de implicación subraya que el/la psicólogo/a, al igual que el/la antropólogo/a o el/la sociólogo/a, no puede separarse completamente de su objeto de estudio. La subjetividad del/la investigador/a es inherente al proceso de investigación y debe ser reconocida como tal. En lugar de aspirar a una objetividad inalcanzable, la psicología debe reflexionar críticamente sobre sus propios métodos y cómo las posiciones del/a investigador/a influyen en el análisis de la realidad.
Por último, una crítica importante a la psicología como instrumento de perpetuación de las relaciones de poder. La disciplina, en lugar de limitarse a legitimar el statu quo, debe asumir una postura activa en la lucha contra las estructuras que perpetúan la opresión y la explotación. Solo mediante una psicología comprometida con la justicia social se podrá contribuir a la creación de una sociedad más equitativa y saludable.
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