Robotización irreversible de la ciudadanía (virus, capitalismo necrófago y optimización del fascismo democrático)

 

Irreversible robotisation of citizenship (virus, necrophagous capitalism and optimisation of democratic fascism)

 

Robotização irreversível da cidadania (vírus, capitalismo necrófago e otimização do fascismo democrático)

 

 

Pedro García Olivo

Anti-pedagogo y ex-profesor. Crítico de las sociedades democráticas occidentales. Doctor en Historia Contemporánea (Universidad de Murcia).

https://orcid.org/0000-0003-4329-8364

https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=532485

pedrogarciaolivo@gmail.com

 

 

 

Resumen

 

La “Inteligencia del Capital” y la advertencia de la Biosfera. La higiene profunda del Sistema y la factura pagada por los más vulnerables. El modelo del “campo de concentración.” El aprovechamiento de las crisis sanitarias para implementar modalidades de sumisión absoluta. La hora de la Desobediencia Civil ante la rehabilitación necrófila del Capitalismo. Los rasgos de esta reinvención necrófila y necrófaga, estrictamente morbosa, de la sociedad mercantil. La “medicina política” sublimada. La “higiene social.” La renovación de los modelos de empresa y de negocio. El avance de la “tele-educación.” La eugenesia ciudadanista. La superación del Policía de Sí Mismo en el Ciudadano-Robot. La instantaneidad de su obediencia, más allá de la vida bajo “modo de empleo.” La triple dominación (gubernamental, comunitaria y personal). La intensificación de los efectos psicosociales del Miedo. Medicina política y ecologismo de postal. “Necesidades”, “derechos” y “némesis médica” en Iván Illich. “Crítica interna” y denegación filosófica de la cientificidad. ¿Qué tal si, al menos, intentamos escapar de la mierda que nos rodea?

Palabras clave: Capitalismo, Covid-19, ecología humana, educación, filosofía, medicina, pensamiento crítico, política, sociología, virus.  

 

Abstract

 

The ‘Intelligence of Capital’ and the warning of the Biosphere. The deep hygiene of the System and the bill paid by the most vulnerable. The ‘concentration camp’ model. The exploitation of health crises to implement modes of absolute submission. The time for Civil Disobedience in the face of the necrophilous rehabilitation of Capitalism. The features of this necrophilous and ghoul, strictly morbid reinvention of the mercantile society. Sublimated ‘political medicine’. Social hygiene. The renewal of company and business models. The advance of ‘tele-education’. Citizenship eugenics. The overcoming of the Police of the Self in the Citizen-Robot. The instantaneousness of their obedience, beyond life under ‘employment mode.’ The triple domination (governmental, communal and personal). The intensification of the psychosocial effects of Fear. Political medicine and postcard environmentalism. ‘Necessities’, “rights” and ‘medical nemesis’ in Ivan Illich. ‘Internal critique’ and philosophical denial of scientism. What about, at least, trying to escape the shit around us?

Keywords: Capitalism, Covid-19 human ecology, education, philosophy, medicine, critical thinking, politics, sociology, viruses.

 

Resumo

 

A “Inteligência do Capital” e o alerta da Biosfera. A higiene profunda do Sistema e a fatura paga pelos mais vulneráveis. O modelo do “campo de concentração”. A exploração das crises sanitárias para implementar modos de submissão absoluta. O tempo da Desobediência Civil face à reabilitação necrófila do Capitalismo. As caraterísticas desta reinvenção necrófila e necrófaga, estritamente mórbida, da sociedade mercantil. A “medicina política” sublimada. A higiene social. A renovação dos modelos de empresa e de negócio. O avanço da “tele-educação”. A eugenia cidadã. A superação da polícia do eu no cidadão-robô. A instantaneidade da sua obediência, para além da vida em “modo de emprego”. A tripla dominação (governamental, comunitária e pessoal). A intensificação dos efeitos psicossociais do Medo. A medicina política e o ecologismo do postal. “Necessidades”, ‘direitos’ e “némesis médica” em Ivan Illich. “Crítica interna” e negação filosófica do cientificismo. Que tal pelo menos tentar escapar à merda que nos rodeia?

Palavras-chave: Capitalismo, Covid-19, ecologia humana, educação, filosofia, medicina, pensamento crítico, política, sociologia, vírus.

 

Introducción

 

“La sociedad, no por razones de ternura,

sino debido a sus extrañas necesidades,

había cuidado de los dos hombres,

prohibiéndoles todo pensamiento independiente,

toda iniciativa,

toda desviación de la rutina;

y se lo había prohibido bajo pena de muerte.

Solo podían seguir viviendo a condición

de ser como máquinas”

 

J. Conrad, Una avanzada del progreso (2017)

1. Teoría del capitalismo necrófago y del ciudadano-robot

1.1 Tesis rectora

A) “Inteligencia del Capital” y advertencia de la Biosfera

La “inteligencia del Capital” se hizo cargo de la advertencia de la Biosfera: ya no tolera el “crecimiento indefinido”, aunque se disfrace con los discursos de la “sostenibilidad”. Era preciso detener esa carrera frenética que abocaba al «fin de todo» (Soloviev, 2024) y preparar episodios de destrucción-regeneración, “auto-devastaciones controladas” para que el Sistema se perpetuara de un modo nuevo.

Se requerían intermitentes «demoliciones», «hundimientos», «crisis agudas» que originaran quiebra de muchas empresas y surgimiento de otras, naufragio de bastantes negocios y emergencia de otros, declive de formas tradicionales de obtener beneficios y ascenso de métodos distintos para el enriquecimiento… Una «salutífera» catarsis-renovación de la economía, como la que conoció Europa tras las dos guerras mundiales, como la que experimentó Alemania tras la frustración del sueño nazi: este es el caso de la actual «conflagración mundial del Estado contra la sociedad», que se sirvió en origen del Coronavirus para reproducir el Capitalismo de una manera traumática (García, 2024).

B) Higiene profunda del Sistema y factura pagada por los más vulnerables

Este rejuvenecimiento de la “sociedad mercantil” (K. Polanyi, en Besbris et al., 2024), esta higiene profunda de lo establecido, exigirá la extirpación de buena parte de sus tejidos enfermos o seniles, escasamente productivos: ancianos, emigrantes, indígenas, sin-techo, pobres en general... La cuenta de ese “saneamiento” criminal la pagarán los desposeídos, los vulnerables, los más explotados y oprimidos, en una ratificación de la fractura social (división en la comunidad, segregación clasista).

C) Modelo del “campo de concentración”

Durante el Covid-19, se siguió el modelo del «campo de concentración», pero con una salvedad. Las gentes estuvieron confinadas y solo pudieron salir para trabajar o para comer (comprar alimentos), lo mismo que en Auschwitz. Y esta es la salvedad: nadie, en los campos de trabajo y de exterminio, estaba de acuerdo con la clausura, con la reclusión, mientras nosotros agradecimos ese «arresto domiciliario» y nos arrodillamos voluntariamente, acatando las ordenanzas provenientes del Estado. Como auto-policías cumplidos, albergamos Auschwitz en nuestro corazón y en nuestro cerebro (Goldhagen, 2019)...

D) Aprovechamiento de las crisis sanitarias para implementar modalidades de sumisión absoluta

Es evidente que ocurrieron y van a ocurrir dos cosas distintas: una lucha legítima contra la enfermedad y, lo más importante, un aprovechamiento de la coyuntura sanitaria para implementar metódicamente modalidades de sumisión absoluta del individuo y de la comunidad, definitivamente atados a los designios de la Administración y del Capital.

Ya en los tiempos del Covid, bajo aquella sobreactuación de los aparatos represivos del Estado (policía, ejército) que estuvo aconteciendo tantos días -y de la que fueron víctimas los destechados, los vagamundos, los simples ciudadanos que quisieron dar un paseo o sentarse en el banco de un parque para respirar un rato al aire libre, los despistados que sintieron que tenían que salir y recibieron una multa, los amigos que acordaron encontrarse para conversar o pasar el túnel del encierro juntos y fueron castigados, etcétera-, se dejó ver otro asunto, un aspecto conmocionante de dimensiones acaso antropológicas: se percibió con claridad que, desde ahora y para siempre, la ciudadanía, asustada, mediáticamente aterrorizada, «consentía» esa vigilancia, ese despliegue de poder, esa presencia ofensiva del custodio, esa saturación de las calles y de las plazas por uniformes y por armas, por botas militares y por porras policíacas…Y que no solo lo consentía, sino que lo demandaba y hasta lo festejaba. Policías de sí mismos

E) Hora de la Desobediencia Civil ante la rehabilitación necrófila del Capitalismo

Ha llegado el momento de la «desobediencia profunda» para hacer frente a esta perversa estrategia regeneradora de la sociedad mercantil: dejar de pensar que el Estado, con sus aparatos coactivos e ideológicos, nos está «haciendo un favor», para empezar a hacérnoslo nosotros mismos. Y juntarnos, sí, y organizarnos; y actuar, para cooperar, por ejemplo, con las personas que hoy en día están padeciendo en primer lugar tal añagaza, los más desacomodados en el sistema, los precarizados, los marginados y también los marginales, los elegidos como «blanco» de la anulación psíquica y de la indigencia venideras.

«Desobediencia civil» y «objeción de conciencia» para recuperar los deteriorados valores del apoyo mutuo, del don recíproco, de la auto-regulación comunitaria e individual (Vargas, 2023). «Desobediencia escamada»: no admitir nada parecido a aquella «separación de metro y medio entre las personas» que pretendió ultra-individualizarnos, que quiso erigirnos en una suerte de egotistas combatiendo airadamente por el alejamiento de todos los demás. Es la hora del apretón de manos y del abrazo como forma de resistencia.

Hora de desobedecer, pero no para el mero disfrute personal o el hedonismo mal entendido, sino para inventar o recuperar redes de ayuda comunitaria, texturas insumisas de colaboración individual y trans-individual, maneras de neutralizar esta «guerra mundial de los Estados contra la sociedad».

Que la enfermedad deje de ser una excusa para aherrojarnos, para apretar todavía más los grilletes que aplican la administración y el mercado. Y algo más: retomar el derecho de las comunidades a subsistir y resplandecer al margen e incluso en contra de los Estados avasalladores (Feldmann y Luna, 2022). Esgrimir el anhelo personal y colectivo de vivir en libertad.

1.2 Rasgos de esta reinvención necrófila y necrófaga, estrictamente morbosa, de la sociedad mercantil

A) “Medicina política” sublimada

Si ya sabíamos que toda medicina es «política» por definición, como tanto recalcó Iván Illich (2022; Blázquez, 2021); si muchos de nosotros ya habíamos sufrido esta político-sanidad, en los ámbitos de la psiquiatría, por ejemplo; ahora la identificación se sublima. Aparecieron los «rastreadores», una especie de detectives contratados para descubrir los «contactos» de cualquier enfermo; se procuraron establecer «geo-localizadores», a fin de seguir la pista básica de la población con la excusa de salvaguardar su salud; en el horizonte, acaso lejano, pero que no cabe descartar, está la pretensión de acoplar en cada ser humano un dispositivo que permita el registro inmediato de todo su desenvolvimiento físico, sanitario, social y político (Estulin, 2022).

B) “Higiene social”

Un porcentaje considerable de los no-productivos será eliminado. Aquellas personas «poco útiles», y que también suponen un cierto gasto social, están expuestas a morir bajo las guerras y las pandemias. Una guillotina pende, desde ahora y para siempre, sobre las cabezas de los ancianos, de los emigrantes pobres, de la ciudadanía precarizada, de los existencialmente “irregulares”...

C) Renovación de los modelos de empresa y de negocio

Muchas empresas quebrarán, originando paro y problemas financieros, muchos negocios se van a ir a pique; pero emergerán otros estilos de emprendimiento, otras fórmulas para la producción, otras estructuras de contratación y de comercio. Muchas de estas nuevas empresas y de estos nuevos negocios se acogerán a la etiqueta «tele», pues se basarán en el aprovechamiento crematístico de los dispositivos digitales, cibernéticos, virtuales.

D) Avance de la “tele-educación”

La Escuela se irá preparando para olvidarse de sus paredes físicas, de su tipología clásica de encierro de los jóvenes en un edificio, para admitir nuevos muros virtuales, con un secuestro horario de los alumnos esta vez delante de la pantalla de un ordenador. La posición autoritaria del Profesor no se verá afectada, antes al contrario; la Pedagogía seguirá rigiendo todo el proceso, para la “adaptación social” de los menores, vale decir, para su poda y su doma (García, 2020). El Aula, esa arbitrariedad tan infanticida, será en lo sucesivo más «digital». Solo eso.

E) Eugenesia ciudadanista

Por fin se obtiene el Hombre Nuevo, ese elaborado psicológico que aceptó y aceptará ya en adelante el «confinamiento», que toleró la reglamentación exhaustiva de su cotidianidad, que depositó una confianza verdaderamente homicida en sus gobernantes y en sus médicos, en sus polito-epidemiólogos y en su polito-virólogos. El hombre nuevo es un robot, algo más y algo menos que un esclavo: sumisión absoluta e instantánea, bajo normas cambiantes, a menudo aleatorias; auto-represión; claudicación ante las tres modalidades de control (despótica, comunitaria, personal).

1.3 Superación del Policía de Sí Mismo en el Ciudadano-Robot

A) Instantaneidad de su obediencia, más allá de la vida bajo “modo de empleo” 

El Policía de Sí Mismo queda “superado” (absorbido y rectificado, sin anularse) en la figura del Ciudadano-Robot. El primero se caracterizaba por su docilidad de fondo, permanente, sustancial, psíquica; por organizar su existencia a partir de unas “instrucciones de uso de la vida” (G. Perec, en Panadero, 2022) que le fueron suministradas desde el nacimiento y que eran fijas e invariables (erigirse, como se decía antes, en buen hijo, estudiante, trabajador, esposo, padre, propietario, turista, jubilado y finalmente también un buen muerto). Sobre esa base, el Ciudadano-Robot añade una aquiescencia del momento, un asentimiento mecánico a directrices cambiantes, oscilatorias, a veces pendulares: ahora mascarillas sí y ahora no, ahora aquí sí y allí no; ahora quedas suelto hasta las diez, ahora hasta la doce, ahora hasta las dos de la madrugada, ahora todo el tiempo, ahora ya no quedas suelto; ahora puedes reunirte con tus “convivientes”, ahora con un número determinado y modificable de conocidos, ahora con quien quieras, ahora de nuevo con casi nadie... Y la obediencia fue instantánea.

B) Triple dominación (gubernamental, comunitaria y personal)

En la índole del Ciudadano-Robot se “recuperan” dos formas arcaicas de dominación, cuyo peso era subsidiario en el Policía de Si: el “despotismo directo”, la sujeción “negra”, antigua, ejercida por el Gobierno, por el poder Ejecutivo-Judicial -nuevas leyes, normas, reglas, imperativos que serán atendidos por las poblaciones-; la “coacción comunitaria”, “gris”, moderna, protagonizada por el grupo, por la ciudadanía misma (“policía de los balcones”), y expresada en denuncias, acosos públicos, insultos, presiones para no disentir, no diferir, no “negar”. Y subsiste el “auto-control”, la “auto-vigilancia” y la “auto-represión”, a menudo con “mala consciencia”, con cierto “complejo de culpa”, con percepción de la entrega, de la bajeza, de la cobardía, de la impotencia -como si se estuvieran dando pasos con un pañuelo en la nariz y ante el propio e insoportable mal olor-.

C) Intensificación de los efectos psico-sociales del Miedo

Partimos de la diferenciación entre “temor” y “miedo” (S. Kierkegaard): el “temor” es una reacción positiva ante peligros concretos, que moviliza las fuerzas vitales para la lucha o para la huida; el “miedo”, por el contrario, tiene que ver con la parálisis y la aceptación de la “disciplina social”, en el marco de una erosión de la integridad física, espiritual o moral. En cierto sentido, en el Ciudadano-Robot “la energía para escapar o para oponerse está paralizada” (P. Goodman, en Libértame, 2023); y el miedo que le invade, causa y consecuencia de su “muy civilizada auto-constricción” (N. Elias, en Bustamante, 2020), expresión de la “cultura pánica” que nos constituye (P. Sloterdijk, en Reyes, 2019), se desata ante la enfermedad y también ante la crítica radical de la forma cultural occidental, con sus ciencias y sus instituciones.

Ante la enfermedad... “Doblemente paralizado”, por la fuerza del aparato de auto-coerción y la considerable complejidad de las cadenas de acción, el Ciudadano-Robot, carcomido por el miedo a la infección, a los virus y a las bacterias, reprime su espontaneidad, sus instintos y sus capacidades para la autogestión de la salud, entregándose a la dogmática médica, a la obediencia y a la norma social general.

Ante la crítica radical... La humanidad robotizada recurrirá a dos mecanismos de defensa: la “auto-anestesia psíquica” y la “desatención selectiva”. Por un lado, con “una suave combinación de resignación, miedo, impotencia y fastidio” (R. J. Lifton, en Mártir, 2024), se capacitará para soportar la disensión, “normalizar” la crítica destructiva de sus valores y de su estilo de vida y no padecerla en absoluto. Etiquetas como “negacionismo” sirven a esa auto-anestesia. Por otro lado, la “desatención selectiva” (R. K. White, en Wessells et al., 2004; y H. S. Sullivan, en Farias, 2023), “pretensión de no ver, no sentir y no pensar a pesar de todo lo que se sabe” (H. P. Dreitzel, en García, 2007), un “hacer zapping” con la consciencia, cambiar de canal perceptivo, se desatará asimismo ante todas las implicaciones mórbidas de las vacunas, los sistemas de salud, la “némesis médica”, la ciencia occidental, la Democracia Liberal...

En el Ciudadano-Robot se vivifica el principio de Auschwitz: “¿Cuánta coerción internalizada, cuánto miedo, debe haber acumulado un hombre para poder soportar la idea, y no digamos ya la praxis, de Auschwitz?”. Surge la pregunta desde la “psicología de la guerra” y la “psicología de la paz”.

2. Medicina política y ecologismo de postal

2.1 Medicina política

A) “Necesidades”, “derechos” y “némesis médica” en I. Illich

Para este autor, se ha dado una transición desde la esfera de la necesidad (“originaria”) al ámbito de la pseudo-necesidad consumista e inhabilitante (“postulada”).

La “necesidad originaria” corresponde a los mundos de cierta escasez, “carencia” o precariedad (“dulce pobreza, humilde bienestar”, en los versos de F. Hölderlin, en García, 2017). Brotan entonces los “deseos”, resueltos en una “libre satisfacción individual o comunitaria” de tales necesidades naturales. Supieron de ello históricamente los indígenas, los pastores, los campesinos... Esta prevalencia de la colectividad o del individuo autónomo -concebido asimismo como una “fibra de comunidad”- se expresó en el éxtasis de la ayuda mutua y del “don recíproco” (M. Mauss, en Calvo, 2016), de aquellos “contratos diádicos” referidos por G. Foster (2009). Estaríamos ante sociedades “comunalistas” en lo económico, ahuyentadoras de la propiedad privada y del mercado, y “demoslógicas” en lo político (asamblearias, con prácticas de democracia directa o de base).

La “necesidad postulada”, remite a nuestras sociedades de la abundancia, de la opulencia y del derroche (el “sucio bienestar, lamentable disfrute” denunciado por F. Nietzsche, en Pereira, 2024). En ellas los deseos son sustituidos por “reclamos”, que apelan a la satisfacción por el Estado y por las “profesiones tiránicas” de dichas pseudo-necesidades. Constituyen la norma en los entornos modernos, urbanos, industrializados... La consolidación del “individuo heterónomo” (preeminente a nivel ontológico, epistemológico, axiológico e incluso sociológico), cancelando las formas tradicionales de apoyo mutuo, abocó a la hipertrofia de un “consumo inducido” que polariza socialmente, ecodestructor e inhabilitante del ciudadano. De ahí esa extendida dependencia del Estado, una verdadera “toxicomanía”. Nos hallaríamos frente a un orden basado en la apropiación privada de los medios de producción, que conlleva la hegemonía de la lógica mercantil, y coronado en lo político por la falsa democracia representativa y el “gobierno de los expertos”.

Este tránsito desde el terreno de la “necesidad originaria” al de la “necesidad postulada”, vehiculado por el Estado, se manifiesta en los más diversos planos. La “necesidad natural” de Salud devino “necesidad artificial” de médicos y de hospitales, con el consumo correspondiente; la de un Cuidado de la comunidad se transformó en solicitud de trabajadores sociales y oficinas para la asistencia; la de Tranquilidad en pseudo-necesidad de policías, jueces y cárceles; la de Seguridad en querencia de ejércitos y cuarteles; la de Opinión en demanda de periodistas y agencias de noticias; la de Movilidad en petición de transporte público; la de Vivienda, en reclamo de “unidades habitacionales”, con la exigencia de empresas constructoras, inmobiliarias, etcétera; la de Vestido, en un favorecimiento del sector textil comercial y de la moda; la de Alimentación, en dependencia de la industria alimentaria y del tráfico internacional; la apetencia de Labor desemboca en un requerimiento incontenible de empleo; etcétera. Las consecuencias de un tan lamentable pasaje las conocemos de sobra: consumo incesante de elaborados y servicios institucionales; impotencia psicológica y desvalimiento existencial de las poblaciones, “inhabilitadas” por la función pública; arrasamiento de todas las formas de “auto-organización de la comunidad”... En cierto sentido, el Estado del Bienestar se consagra como “la utopía del Capital”.

El discurso de I.Illich (2022) sobre los “derechos” y las “libertades” corre paralelo al de las “necesidades”. Cada “derecho” (concedido, sancionado, por el Estado) recorta una “libertad”: los derechos refuerzan a la Administración y las libertades tienden a disolverla. La libertad de autogestionar la propia Salud, confiando para las crisis graves en los saberes curativos comunitarios, tradicionales, cede ante el “derecho a la salud” tal obligación de permitir la medicalización sistemática de nuestro cuerpo; la libertad de Aprender sin encierro y sin profesores, así como se respira, queda anulada por un “derecho a la educación” que obliga al enclaustramiento intermitente de los menores y sanciona el monopolio formativo de la Escuela; la libertad de Defenderse personalmente y de contribuir a la tranquilidad de la comunidad es aplastada por un “derecho a la seguridad personal” que obliga a someterse a la vigilancia policial, jurídica y militar; la libertad de forjarse la propia Opinión, individualmente o en grupo, naufraga frente a un “derecho a la información” como obligación de aceptar la “doxa”escolar, universitaria, mediática; la libertad de Desplazarse por uno mismo, con la fuerza motriz del propio cuerpo (a pie o en bicicleta), casi se extingue ante un “derecho al transporte público” que consiste en la obligación de dejarse mover, llevar, conducir; la libertad de construirse el propio Habitáculo, con la ayuda de los compañeros, de forma “orgánica”, sin pagar a nadie por ello, sucumbe bajo un “derecho a la vivienda digna” que obliga a residir en una celda habitacional estandarizada, acabada de una vez, construida por técnicos separados y accesible solo a través del mercado; la libertad de ocupar el propio Tiempo en la producción de bienes de uso no mercantilizables, para uno y para la comunidad, de forma creativa, no reglada, autónoma, se ve saboteada por un “derecho al trabajo” definible como obligación de dejarse explotar para subsistir o consumir, creando bienes de cambio para el mercado, de manera disciplinada, alienada, heterónoma. 

Como relevante efecto de estos dos procesos vinculados (“necesidades elaboradas” que suplantan a las “naturales” y “derechos” supresores de “libertades”), acontece lo que Illich (2022) designó “némesis médica”: expropiación administrativa de la salud, medicalización integral del cuerpo y contraproductividad de las prácticas sanitarias -que originan enfermedades, acaso más de las que curan. El Ciudadano-Robot es un fruto maduro de tal némesis...

B) “Crítica interna” y denegación filosófica de la cientificidad

La llamada “ciencia de los remedios” corrió la misma suerte que las demás especialidades desde los años sesenta del siglo XX. Por un lado, sobrevino la “crítica interna”, desarrollada por los propios científicos; y, por otro, emergió una denegación teórica, filosófica, “externa” pues.

Los especialistas científicos se revolvieron contra sus propias disciplinas, reprochándoles su servilismo político e ideológico, su esterilidad práctica y su sometimiento a la racionalidad económica. Destacaron N. Braunstein (2013) en psicología, F. Basaglia (Montagud, 2021) en psiquiatría, A. Heller (Díaz, 2023) en antropología, G. Di Siena (1974) en biología y etología, H. Newby en sociología rural (Newby y Sevilla, 1985), M. Castells en sociología urbana (Gravano, 2021), D. Harvey en geografía (Shrbaji, 2021), A. Viña en matemáticas, S. Latouche en lingüística (Laborda, 2017), J. Robinson en economía (Gastón, 2022) y, muy particularmente, J. M. Lévy-Leblond (autor, junto a A. Jaubert, de Auto-crítica de las ciencias, 1973) en física.

El cuestionamiento filosófico de la cientificidad provino de diversas tradiciones teoréticas: la Escuela de Frankfürt, con T. W. Adorno y M. Horkheimer al frente; la llamada Teoría Francesa, deudora de M. Foucault y de G. Deleuze; la Escuela de Grenoble, con J. Baudrillard y M. Maffesoli en primer término; el antilogocentrismo de J. Derrida y otros; la Escuela de Cuernavaca, en torno I. Illich, etcétera. Autores inclasificables, como G. Bataille y E. Cioran, redundaron esta denegación.

2.2 Ecologismo de postal

Ya en 1991, J. Dahl, en un pequeño ensayo titulado “La última ilusión”, difundió una tesis radical, que avanzaba en contra del “ecologismo de Estado”, del “ecologismo cientificista” y del “ecologismo de la protesta domesticada”: la quiebra ecológica global -manifestada en el cambio climático y en las oleadas víricas- no tiene solución dentro del sistema liberal-capitalista, pues su causa profunda y persistente radica en la lógica “productivista” y “consumista” sobre la que descansan las sociedades y desde la que edificamos nuestras vidas. El “Estado del Bienestar”, medioambientalmente insostenible, distintivo de los países “desarrollados” y basado en el malestar de las gentes de los territorios restantes, agudiza este problema.

Conclusiones

Desde un punto de vista “lógico”, “abstracto”, puramente “racional”, sí hay una solución, pero queda descartada por la realidad histórica (socio-política y psico-cultural): abandonar este Capitalismo globalizado que la Biosfera ya no soporta y reinventar, inspirándonos en modos de organización económica subsistentes en otras culturas, una forma de vida por un lado “igualitaria” y por otro próxima a lo que hoy denominamos “pobreza”. Porque el “desarrollo sostenible” es un cuento (todo “crecimiento” resulta ya en sí mismo ecocida); y las propuestas “decrecentistas” se quedan muy cortas, absolutamente insuficientes, ya que están concebidas todavía desde el interior de la Ratio productivista, bajo el “principio de realidad” del Capitalismo.

Surgen entonces tres ámbitos para la engañifa: la invitación estatal y mediática a un compromiso medioambiental privado y familiar (separación de basuras, ahorro de agua y de electricidad, reciclaje, etc.) con efectos “inapreciables” frente a la envergadura de la contaminación industrial y derivada del sistema de producción y de transporte; los programas y las iniciativas procedentes de los ministerios, de los gobiernos, de las instituciones, que rayan siempre en el auto-engaño o en el cinismo; y la llamada “tecnología medioambiental”, vinculada a la Ciencia, que procura “reparar los daños recurriendo a los mismos medios que los provocan”.

Ante esta “última ilusión” de la Salvación del Planeta, solo queda retener, de un modo descreído, grávido de escepticismo y de desesperación, aquel ineficiente compromiso doméstico -como signo de rebeldía, de lucha residual-, y por dignidad.

Bibliografía

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