La revolución de los individuos: filosofía política en Gracián, Ortega y Mosterín

The revolution of individuals: political philosophy in Gracián, Ortega and Mosterín

A revolução dos indivíduos: a filosofia política em Gracián, Ortega e Mosterín

 

Víctor Deckard

Codirector del Proyecto Cultural Podcaliptus Bonbon, España

Categoría. Nombre de la Institución

https://orcid.org/0009-0007-7117-981X

podcaliptusbonbon@yahoo.es

 

Resumen

El objetivo de este artículo es el de repasar algunos elementos filosóficos de tres autores clave en el pensamiento político contemporáneo: Baltasar Gracián, José Ortega y Gasset, y Jesús Mosterín.[1] La obra de todos ellos es conocida más allá de nuestras fronteras.[2] Con ello, no intento un análisis pormenorizado de sus teorías, sino la exposición de varias de sus ideas principales como propuesta de aplicación práctica en la política actual. Esta búsqueda de utilidad se encuentra en el núcleo de los trabajos de los pensadores analizados, interesados por realizar tesis que resultaran útiles a la sociedad más que por el pensamiento abstracto. Especialmente se atiende a las ideas que ofrecieron sobre el individuo. Éste es una figura clave de la acción política para todos ellos, ya que dedicaron gran parte de sus esfuerzos a la apelación al lector como agente de cambio social mediante el ejemplo, antes que con la acción contra un adversario. La perspectiva que cada uno aportó resulta complementaria con el resto, lo que hace que una observación en conjunto de sus propuestas sea particularmente interesante. Gracián va a referirse con fuerza a la moral, Ortega a la responsabilidad del sujeto que se sale de la masa, Mosterín nos invitará a no perder en ningún momento de vista el respeto empático hacia los demás individuos, entre los que cuenta a los animales no humanos. Con todo ello espero que el artículo sirva para tener en cuenta que existen otras formas, de hacer política, diferentes a las tradicionales, especialmente para aquellos agentes que busquen transformar el statu quo actual, basado en la diferencia socio-económica entre personas.

Palabras clave: Gracián, Ortega, Mosterín, filosofía, individuo, política, democracia, revolución, cultura, rebelión, ética, populismo.

Abstract

The main goal of this article is to review some philosophical elements of three key authors in contemporary political thought: Baltasar Gracián, José Ortega y Gasset, and Jesús Mosterín. The work of all of them is known beyond our borders. With this, I do not attempt a detailed analysis of their theories, but rather the exposition of several of their main ideas as a proposal for practical application in current politics. This search for utility is at the core of the work of the thinkers analyzed, interested in creating theses that would be useful to society rather than in abstract thought. Particular attention is paid to the ideas they offered about the individual. The individual is a key figure in political action for all of them, since they dedicated a large part of their efforts to appealing to the reader as an agent of social change through example, rather than through action against an adversary. The perspective that each one contributed is complementary to the rest, which makes a joint observation of their proposals particularly interesting. Gracián will refer strongly to morality, Ortega to the responsibility of the subject who stands out from the masses, Mosterín will invite us not to lose sight of empathetic respect for other individuals, including non-human animals. With all this, I hope that the article will serve to take into account that there are other ways, of doing politics, other than the traditional ones, especially for those agents who seek to transform the current status quo, based on the socio-economic difference between people.

Keywords: Gracián, Ortega, Mosterín, philosophy, individual, politics, democracy, revolution, culture, rebellion, ethics, populism.

Resumo

O principal objetivo deste artigo é rever alguns elementos filosóficos de três autores-chave do pensamento político contemporâneo: Baltasar Gracián, José Ortega y Gasset e Jesús Mosterín. O trabalho de todos eles é conhecido para além das nossas fronteiras. Com isto não pretendo uma análise detalhada das suas teorias, mas sim a apresentação de várias das suas principais ideias como proposta de aplicação prática na política atual. Esta procura da utilidade está no centro do trabalho dos pensadores analisados, interessados ​​em criar teses que fossem úteis à sociedade e não ao pensamento abstrato. É dada especial atenção aos insights que oferecem sobre o indivíduo. O indivíduo é uma figura chave na acção política para todos eles, uma vez que dedicaram grande parte dos seus esforços a apelar ao leitor como um agente de mudança social através do exemplo, e não através da acção contra um adversário. A perspetiva com que cada um contribuiu é complementar às restantes, o que torna particularmente interessante a observação conjunta das suas propostas. Gracián referir-se-á com força à moralidade, Ortega à responsabilidade do sujeito que se destaca entre as massas, Mosterín convidar-nos-á a não perder de vista o respeito empático pelos outros indivíduos, incluindo os animais não humanos. Com tudo isto, espero que o artigo sirva para ter em conta que existem outras formas de fazer política para além das tradicionais, principalmente para aqueles agentes que procuram transformar o status quo atual, com base na diferença socioeconómica entre as pessoas.

Palavras-chave: Gracián, Ortega, Mosterín, filosofia, indivíduo, política, democracia, revolução, cultura, rebelião, ética, populismo.

 

Introducción

La justicia social es indispensable para nuestra supervivencia como especie, como demuestra con su obra, de entre los autores que voy a exponer, especialmente Jesús Mosterín (2010). Pero los intentos revolucionarios contemporáneos para su consecución han adolecido de un componente que los ha lastrado, en parte por la estrategia marxista-leninista que durante muchos años se ha visto como el modelo normativo para amplias capas de las fuerzas que aspiraban al cambio.[3] Como vamos a ver con los filósofos presentados, ese modelo revolucionario no es solo inaceptable desde el punto de vista ético, sino que además no tiene una utilidad práctica para un cambio político estructural.

Baltasar Gracián

Baltasar Gracián (1601-1658) nació en la localidad aragonesa de Belmonte, en un valle -el del río Perejiles- clave en la historia cultural europea. Por un lado, por el propio nacimiento del pensador, y por otro, porque a pocos kilómetros se encuentra el yacimiento arqueológico de Segeda (Burillo, 2003), localidad por la que la civilización romana inició la Segunda Guerra Celtíbera.

Se trata de un pensador que ha tenido influencia en otras figuras importantes, como la de Arthur Schopenhauer, quien se interesó por él y lo tradujo (1871). No es de extrañar, por tanto, que acabara así mismo siendo inspirador de otra de las figuras indispensables en la filosofía política contemporánea: Friedrich Nietzsche, independientemente de cómo éste lo interpretara, algo aún sujeto a debate (Romero, 2017).

Gracián fue jesuita, aunque castigado dentro de esta orden en relación con la publicación de su libro El Criticón (Introducciones en Gracián, 1938 y 2012). Es un autor que trataba de aunar lo moral con lo práctico, incidiendo esencialmente en lo primero como garante de lo segundo. Opinó que antes de contemplar al otro hay que mirar hacia uno mismo. Lo refleja en uno de sus aforismos: «el más poderoso hechizo para ser amado es amar» (2012), apelando por otro lado a la virtud de los «catedráticos de ejemplo y maestros de experiencia» (2012), e insistiendo en la perfección propia para ser recordado: «¡Oh pues, el varón discreto! Si quisiere ganar la inmortal reputación ... Sea un extremo en la perfección; pero guarde un medio en el lucimiento» (2012), mientras que el actuar con bondad puede ser para el gobernante al menos tan importante como la autoridad: «Ver en un príncipe que, cediendo a la superioridad, se vale de la humanidad, obliga doblado» (2012). Si alguien pretende conseguir un objetivo debe -según la concepción del autor- no renunciar a la naturaleza de lo que se pretende conseguir: «cada uno ha de obrar como quien es, no como le obligan» (2012), y sin renunciar a lo moral, «Vencer a lo ruin no es gloria, sino rendimiento. Siempre fue superioridad la generosidad» (2012). El poder tampoco debe ser una aspiración en sí mismo: «Gran regla de acabar y comenzar dio el romano [Séneca] cuando dijo que todas las dignidades y cargos los había conseguido antes de desearlos, y todos los había dejado antes que otros los deseasen» (2012). 

La apelación del aragonés en el plano individual es constantemente hacia la mejora propia, muy relacionada con el conocimiento, lo que constituye en gran medida el sentido de la vida: «hay mucho que saber y es poco el vivir, y no se vive si no se sabe» (2012). Antes de lo mucho que se nos invita a mostrar en el mundo actual lo que sabemos, esta doctrina se centra en aprender realmente, por tanto, en vivir, empezando por uno mismo: «comiéncese por sí mismo el Discreto a saber, sabiéndose» (2012). Todo ello no puede dejar de recordar a otro gran cronista, Francisco de Goya, quien en su último autorretrato, ya muy anciano, escribió «aun aprendo»[4]. Gracias a estas reflexiones y al ser conscientes de vivir en un mundo de apariencias, tenemos a nuestra disposición más armas contra la frustración, otro elemento clave en la sociedad actual. No es tan importante el aparentar vivir, sino encontrar lo que verdaderamente nos hace estar vivos. Por contra, la vacuidad de las apariencias haría más fácil el caer en acciones que perjudiquen a otros: «Se pasan luego de bachilleres de presunción a licenciados de malicia» (Gracián, 2012).

El filósofo invita a no rendirnos a pasiones que nos destruyen, sino a las que nos permiten crecer. No es casual como comentamos, que Schopenhauer -interesado así mismo por la filosofía oriental (Roca, 2014)-, encontrara interés en Gracián, el cual a su vez no veía tanto brillo en la épica heroica como en otras virtudes: «asombró Alejandro lo ilustre de sus proezas con lo vulgar de sus furores ... Sirviole poco conquistar un mundo, si perdió el patrimonio de un príncipe, que es la reputación».[5] Todo acompañado de la crítica a fijarnos en los demás antes que en el sendero propio que implica una mejora. En diálogo con Juan de Uztarroz, nos encontramos con reflexiones como «el necio las motas percibe en los ojos del vecino. Y las vigas no divisa en los propios» (Gracián, 2012), «el necio más sabe de la casa ajena que de la suya ... discurren mucho algunos en lo que nada les importa, y nada en lo que mucho les convendría» (2012). 

Importante para Gracián es el llamamiento a un espíritu crítico y al reconocimiento de la ignorancia como el pilar donde se sustenta el conocimiento: «¡Oh, gran maestro aquel que comenzaba a enseñar, desenseñando! Su primera lección era de ignorar, que no importa menos que el saber» (2012). Después llegarán las respuestas.

Para acabar con las tesis del filósofo aragonés, no me resisto a poner en valor la de tomarse las cosas con calma y dar valor al ocio, elementos de gran poder revolucionario incluso para el mundo actual, basado en parte en la inmediatez y la santificación del trabajo estresante: «No vivir aprisa» (2012) y «más vale el buen ocio que el negocio» (2012), haciendo además hincapié en valores como la amistad frente al interés: «no es el menor empeño el de elegir a los amigos que han de ser de elección, y no de acaso» (2012).

José Ortega y Gasset

Por lo que respecta a José Ortega y Gasset (1883-1855), fue doctor en Filosofía y catedrático de Metafísica, rama que como vamos a ver no está exenta de un componente práctico. Su papel importante en la ampliación de la cultura en España queda de manifiesto con la fundación por su parte de la Revista de Occidente (1923). Entre los muchos logros de esta publicación se encuentra el acercar muy tempranamente al idioma castellano la obra de Kafka, nada más y nada menos que con La metamorfosis (1925, solo un año después de la muerte del escritor), mediante una traducción anterior a la del inglés, francés o italiano, y que muy posiblemente fue encargada a Margarita Nelken.[6] El pensador ha gozado de un importante crédito en el extranjero, siendo su Rebelión de las masas un texto frecuentemente presente en otras lenguas (Jarque, 1998).

Por lo que respecta a la Metafísica, que en definitiva trata de dilucidar cuales son los elementos cognoscibles de la realidad, hizo fortuna su reflexión acerca de la importancia de las “circunstancias”, es decir «lo que de nuestra vida nos es dado e impuesto» (Ortega, 1997). Ser conscientes de ese entorno, a veces vacío de certezas, es absolutamente clave. «Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender ... Por eso los antiguos dieron a Minerva la lechuza, el pájaro con los ojos siempre deslumbrados» (1997). La persona que renuncia a ello por miedo forma parte de la masa que no piensa por sí misma y se deja arrastrar a la vulgaridad que «impone dondequiera ... [de modo que] quien no sea como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado» (1997). Hay muchas cosas que no sabemos: «la vida es por lo pronto un caos donde uno está perdido ... pero el que lo acepta ya ha empezado a encontrarse» (1997), aunque eso genera duda (lo llamará “titubeo metafísico”),[7] de modo que si no se piensa por uno mismo, es fácil caer en el populismo: «[la masa] ha venido al mundo para ser dirigida, influida, representada, organizada» (1997). Erich Fromm, miembro de la escuela de Frankfurt -siendo uno de los objetos de estudio de la misma el ascenso del fascismo- elaboraba una obra en 1941 así mismo imprescindible, y emparentada con las reflexiones de Ortega: El miedo a la libertad, que no deja de ser otra manera de definir aquello a lo que se refería el filósofo español (Fromm, 1986).

El individuo vuelve a ser el centro de la acción política. Por supuesto esto implica esfuerzo, responsabilidad por tanto, pero solo así se logra ser “noble” es decir, el que se esfuerza. Al menos en aspiración: «el hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores» (Ortega, 1997). Nada que ver con una aristocracia de sangre con la que es implacable y acusa de improcedente: «puro beneficio» y «luz espejada» (1997). Como vemos es un camino que -al igual que en Gracián- empieza en uno mismo. Difícil, pero «si no lo aceptamos ... somos la negación de nosotros mismos» (1997). En ese trayecto, debemos escuchar al otro, que tal vez haya visto algo que a nosotros se nos ha escapado, o ha entendido mejor. Para Ortega, es imprescindible, en una estructura política, para que sea sana, aceptar el debate, la discrepancia y la oposición. Porque «seguimos siendo el triunfante cura de aldea que rebate triunfante al maniqueo, sin haberse preocupado antes de averiguar lo que piensa el maniqueo».[8] También se deben buscar acuerdos y consensos. Al respecto será muy crítico con la idea de la violencia como instrumento de transformación social, señalando que su uso se ha convertido en época contemporánea en «prima ratio, en rigor, como única razón» (1997). Esto habría llevado no solamente a problemas éticos, sino también prácticos, al considerar que se repite una misma e inútil revolución una y otra vez que «devora a sus hijos».[9]

Por tanto, ¿qué es la “Rebelión de las masas” para el filósofo? En gran medida, la reacción del que teme ser un individuo, porque no hay certezas para todo, y ese miedo lo compensa, por un lado, considerando, que tiene todos los derechos -incluidos los que perjudican a los demás, como el de «imponer su opinión»- (1997), pero por otro ninguna responsabilidad hacia las libertades conseguidas en política y logros gracias a la ciencia. Beneficios que, si esforzara por comprender el pasado, entendería que son frágiles, si no se consigue una sociedad madura que los proteja y amplíe. En realidad, el “hombre-masa” para Ortega es alentado, por una sociedad basada en lo superficial, a convertirse en un indolente irresponsable. «Le interesan los anestésicos, los automóviles y algunas cosas más» (1997). Quiere convertirse en la aristocracia de sangre que el filósofo ve inútil, cayendo víctima de los entretenimientos fatuos: «Por ejemplo la propensión a hacer una ocupación central de la vida los juegos y los deportes ... preferir la vida bajo la autoridad absoluta a un régimen de discusión, etc» (1997). El mundo de la apariencia del que advertía Gracián. No es algo negativo en sí mismo disfrutar del fútbol desde una vertiente lúdica, algo que puede ser incluso positivo en escalas de convivencia reducidas.[10] Lo que nos dice Ortega es que lo perjudicial es no ver lo que realmente se encuentra (las circunstancias) tras los grandes eventos deportivos. O aún peor, no querer verlo.

Una derivada de esta cuestión es que en ocasiones se ve la política como si fuera una competición deportiva o espectáculo de masas, incluyendo la pertenencia a una organización con el mismo talante que si se tratara de un club en el que el único objetivo es vencer al contrario. Ortega analiza de manera crítica el funcionamiento de los partidos políticos, casi cuyo único proyecto es perpetuarse, con miembros habitualmente poco capaces: «en general el político, incluso el famoso, es político precisamente porque es torpe» (Ortega, 1997); estableciendo por el camino una política que no tiene un proyecto más allá de una inercia sin sustento ideológico: «el poder público, el gobierno, vive al día (...) por la urgencia del presente, no por los cálculos del futuro» (1997). El poder público puede constituirse así como una amenaza frente a sus ciudadanos: «el peligro mayor que hoy amenaza a la civilización europea ... es el Estado contemporáneo» (1997). Considera así mismo que hay que aspirar a ir más allá del liberalismo, porque «no tenía toda la razón ... pero esto es justamente lo que no puede hacer quien, como el fascismo, se declara antiliberal» (1997).

Siguiendo la filosofía práctica, el autor no solo analiza sino que también propone actuaciones, como Gracián y Mosterín. En el caso del pensamiento de Ortega, ya hemos presentado como el primer paso sería el de ser conscientes de nuestras circunstancias. Aquí es muy importante el interés por la historia, también para evitar ser manipulados o engañados, incluso por las fuerzas políticas que en teoría comparten objetivos con nosotros/as, pero que en realidad, de nuevo, imponen el estatismo sobre el bienestar del individuo. Será, en ese sentido, muy crítico con la revolución bolchevique (1997).

Hay que esforzarse por ver el marco global, algo imprescindible ante una cada vez mayor especialización técnica. Por eso, la figura de la filosofía es ineludible. El político y el filósofo deben entender y defender la ciencia, incluso sus ramas más teóricas: «al hablar de la técnica se olvida que su víscera cordial es la ciencia pura» (1997). Se necesitan políticos que no se erijan como los protagonistas, sino que escuchen. También hay que superar doctrinas limitadas. Por ejemplo «la decisión que algunas naciones han tomado de hacer lo que les dé la gana en el plano internacional» (1997). Defendía en ese sentido una Europa como entidad política de la que pudieran emanar progresivamente valores basados en la defensa y respeto hacia todos los individuos: «la fantasía es precisamente lo otro, la creencia de que Francia, Alemania, Italia o España son realidades sustantivas o independientes» (1997), siendo muy crítico con el nacionalismo: «siempre un impulso de dirección opuesta al principio racionalizador».[11]

Jesús Mosterín

Jesús Mosterín (1941-2017) fue catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Barcelona, así como investigador del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Ha sido influido por pensadores como Bertrand Russell, «Hombre que sentía aguda e intensamente el dolor y la opresión de los otros humanos» (Russell, 2003), realizando una introducción en castellano de la famosa Historia de la filosofía occidental de éste. Tiene puntos en común con los otros autores presentados: concepción de la filosofía como una disciplina imprescindible, práctica y de conjunto; así como una apelación al individuo como sujeto inviolable y agente de transformación política.

Siguiendo parámetros científicos, especialmente en su obra El triunfo de la compasión, va a ampliar la categoría de individuo al resto de seres vivos, mucho más similares a nosotros de lo que la tradición judeocristiana, con un «prejuicio antropocéntrico», ha establecido a diferencia de algunas corrientes religiosas orientales que, señala, cuentan con un bagaje cultural en el que el respeto hacia otros animales está más marcado (Mosterín, 2014). La apelación de Mosterín no es abstracta sino basada en las investigaciones biológicas: «las estructuras cerebrales y los neurotransmisores que subyacen a las emociones son comunes a todos los mamíferos y muchos otros vertebrados» (2014). De ahí que al saber lo que se siente con el daño, podemos ponernos en el lugar de otros individuos y llegar a la conclusión lógica de que es inaceptable permitir el dolor ajeno: «tenemos que tratar a la naturaleza y a los animales con muchísima más consideración que en el pasado, porque son parientes nuestros, no en un sentido metafórico por una especie de sensiblería, sino porque es una verdad científica» (Mosterín, 2010). Incluso aspectos que han sido atribuidos tradicionalmente en exclusiva a los humanos, como la cultura («información almacenada en el cerebro y adquirida por aprendizaje social») (2010) «es frecuente entre mamíferos y otros animales» (Mosterín, 2014).

Va a ampliar el cuerpo social, «superar el liberalismo» en la expresión vista de Ortega, generando un mayor alcance de las libertades, que deben incluir al resto de seres sintientes. Todo sin obviar el debate y las dificultades políticas, a diferencia de la figura de muchos líderes que lo único que hacen es soslayar los debates -o engañar en los mismos- para perpetuarse en el poder, como hemos visto así mismo expuesto en La rebelión de las masas. Mosterín, teniendo en cuenta el carácter omnívoro del ser humano y determinados arraigos culturales, aboga por la prohibición de formas de maltrato evidentes y explícitas (corridas de toros, granjas intensivas) (2014) para una progresiva reducción de la ganadería con el apoyo de la ciencia (carne elaborada con células madre u otros sustitutivos) (Mosterín, 2014). En el caso de la investigación médica utilizando otros animales hay que tener en cuenta que estos tienen capacidad de sufrir, recogiendo las palabras del veterinario Gerald Gebhart: «Si te duele a ti, probablemente también le duele al animal» (Mosterín, 2014).

El aspecto ecológico en sentido amplio no supone una mera aspiración moral, sino que además puede ser imprescindible para la supervivencia del ser humano al formar parte de una cuestión más amplia: el peligro que para la biosfera representa la humanidad, al ser ésta en términos de Mosterín una especie de «cáncer». Al expandirse de manera incontrolada puede llegar a un punto en el que destruiría su propio hábitat, «lo que será el propio fin de la humanidad» (Mosterín, 2010). 

La vertiente política de Mosterín va a ir ligada a lo expuesto anteriormente. La única vida que conocemos actualmente es la de la Tierra y la similitud entre los organismos vivos es la norma: «toda la vida terrestre es una familia. Todos los seres vivos, sin excepción descendemos de antepasados comunes» (2010). En el caso de los seres humanos el genoma es idéntico entre sus individuos «en un 999 X 1000» (2010). Sí que en ese uno por mil hay algo en realidad muy bello para el autor, la individualidad: «el organismo individual es el fenotipo concreto, resultante tanto de su naturaleza individual, inscrita en su genoma, como de su desarrollo embrionario, de su educación, de su cultura, de sus interacciones sociales, de las enfermedades y experiencias que ha tenido, y en definitiva de la historia completa de su vida» (2010). Historia completa de la vida de los individuos que, como ya hemos visto, lleva el filósofo más allá de los humanos.

El individuo puede cambiar y eso es valioso: «el día que deje de cambiar estaré muerto» (2010). La sociedad así mismo se transforma, lo que trae esperanza política, ya que debemos impulsar un «cambio [al ser los humanos] la causa de la enfermedad de la biosfera (...) [pero] también su único posible remedio» (2010). La identidad se esgrime desde el ámbito de los gobiernos en ocasiones para separarnos, «inventos de los políticos para engañar a la gente» (2010).

Toda esta cuestión deriva, en el caso del autor, en un análisis político que sigue de cerca al de Ortega: «los Estados nacionales están manipulados por una clase social, que es la clase política. Los políticos tienen sus propios intereses, ellos tienen interés en crear una especie de religión nacionalista, del Estado» (2010). Advierte de la necesidad de limitar el poder coercitivo público en el plano cultural:

«Me parece que lo que es ética y política y filosóficamente deseable es que la evolución cultural esté determinada única y exclusivamente por las libres decisiones que tomen los individuos, que son los portadores de los contenidos culturales y que ningún gobierno y ningún grupo de presión y ninguna institución de poder obligue a los individuos a tomar decisiones culturales contrarias a sus propias preferencias.» (Mosterín, 2010).

 

Y sigue: «si realmente somos capaces de que las decisiones las tomen los individuos, entonces, efectivamente, es cuando lograremos que la evolución de la cultura conduzca a la maximización posible de la felicidad humana» (2010). En ese sentido, fue defensor de un Internet sin apenas control por parte de los gobiernos: «este inmenso espacio [Internet] de libre navegación sin dirección ni interferencia por parte del Estado, la Iglesia o institución alguna, constituye el suelo firme de la sociedad civil de nuestro tiempo y el bastión de la libertad de los internautas» (2010). «Espacio sin fronteras» (2010) pero, por supuesto, las naciones las han intentado levantar, exponiendo el autor varios ejemplos, desde el Minitel francés, a la tecnología china de censura (con la aquiescencia en muchos casos de las empresas occidentales que prestan el servicio), pasando por los casos de Corea del Norte o Irán (Mosterín, 2010).

En la crítica a la clase política que no deja desarrollarse libremente al individuo, seguirá de nuevo una senda similar a la de Ortega, mostrando la relevancia de las redes clientelares y propagandistas de muchos partidos: «la filosofía es una búsqueda desinteresada de la verdad, que en definitiva es vista con malos ojos por todos los políticos de todos los partidos, porque ellos lo que buscan son propagandistas. Y en el siglo XX ha habido verdaderos filósofos e intelectuales independientes, pero lo que más ha habido son propagandistas» (Sorondo, 2015). Sobre la forma de organización política, indica:

«la actual organización política del mundo en estados nacionales soberanos, con sus fronteras, aduanas, ejércitos y cuerpos diplomáticos, es totalmente obsoleta, aparte de ineficiente, peligrosa y despilfarradora (...) A largo plazo, si el mundo humano sobrevive, tendrá indudablemente una estructura política abierta y cosmopolita.» (El País, 2009).

 

Para tomar decisiones racionales en el plano político, el filósofo debe estar muy atento a la ciencia. Consideraba que no hay distinción entre formas de conocimiento: «lo que necesitamos es liberarnos de nuestras cadenas intelectuales, y eso solo puede lograrse mediante una manera universal de pensar, como la que nos proporciona la ciencia actual» (Mosterín, 2010),

«la filosofía aislada de la ciencia viva con frecuencia incurre en una aceptación de cuanto dicen los científicos (cientifismo) o un no menos ciego rechazo y hostilidad hacia todos los resultados de la ciencia, incluso los más sólidos y fiables (anticientifismo). Ambas actitudes son estériles y aburridas.» (Mosterín, 2010).

 

De hecho, «no hay ninguna oposición ni separación tajante entre ciencia y filosofía» (Mosterín, 2010), siendo esta última muy recomendable para todo aquel que quiera buscar el conocimiento, independientemente de su campo de especialización: «la filosofía puede muy bien servir de puente entre lo que tradicionalmente se han considerado las ciencias y las humanidades, ya que está al mismo tiempo entre las ciencias y las humanidades» (Mosterín, 2010). De hecho, Ortega ya alertaba del peligro de una cada vez mayor especialización, de modo que «el hombre de ciencia ha ido constriñéndose, recluyéndose ... Llega a proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto pasaje que especialmente cultiva» (Ortega, 1997). Mosterín reconoce que esto puede ser imprescindible, pero que precisamente por ello también lo es el filósofo «que, en palabras de Platón, “es el que tiene la visión de conjunto”» (Mosterín, 2010). La ciencia nos ayudará a tener el espíritu crítico defendido por Gracián y Ortega:

«el único consejo que me permito darle [al interesado por la filosofía] es que al mismo tiempo que crítico y riguroso, sea muy ambicioso [a la hora de entender la realidad] La única filosofía que es interesante (...) es la ambiciosa» (Mosterín, 2010).

Partiendo de la base de que se comienza con el reconocimiento de lo ignorado: «la mayor parte de las preguntas que se les hace a los científicos tienen que responder que no lo saben. A pesar de esto la ciencia ha tenido un progreso espectacular» (2010). La cual finalmente -en unión con la filosofía- está en el centro del desarrollo pleno de cualquier individuo: «[ciencia y filosofía] no son solo para licenciados de una materia con un título bajo el brazo ... La curiosidad por el universo es una gran fuente de felicidad. El conocimiento es la única fuente imaginable de felicidad» (2010). 

Conclusiones

Los tres filósofos presentados en el artículo tienen en el individuo (categoría que Mosterín amplía a otros animales) uno de los objetivos de sus reflexiones filosóficas. En todos ellos el que la persona goce de espíritu crítico es importante. El reconocimiento de la ignorancia es parte de la búsqueda del conocimiento, el cual por otro lado se erige como elemento troncal de una vida plena o incluso de la consecución de la felicidad.

Ortega y Mosterín son muy críticos con el papel desempeñado por gran parte de los políticos en época contemporánea. Para ambos, el rol de utilidad social de los servidores públicos se ha traicionado en aras de una dinámica de perpetuación en los cargos, lo cual ha conllevado el establecimiento perjudicial para la sociedad de redes clientelares (incluyendo propagandistas).

Gracián, quien vivió en un contexto todavía de Antiguo Régimen, no conoció las estructuras políticas posteriores a la Revolución Francesa (a partir de finales del siglo XVIII), pero sí coincide con los otros dos autores en la recomendación a los líderes de ser honestos y éticos como algo primordial.

Como reflexión personal y, por tanto, sujeta a debate o crítica, en mi opinión las ideas de los autores presentados conforman una ayuda en la búsqueda de soluciones políticas a problemas actuales. Todo individuo es merecedor de respeto por su capacidad de sufrimiento y alegría, que el resto de individuos conocemos.

Antes de tratar de transformar políticamente a otros, el camino debería comenzar en nuestro propio seno, buscando el conocimiento y reconociendo nuestra ignorancia. Como ayuda al bienestar social, las instituciones políticas deberían ser fuertes a la hora de garantizar el pleno desarrollo de los individuos (no puede haber búsqueda del saber si no hay unos mínimos físicos garantizados, comenzando por la alimentación y la vivienda: en este aspecto medidas como el Ingreso Mínimo Vital efectivo para todos los ciudadanos deberían ser irrenunciables) pero muy débiles a la hora de introducirse en la esfera íntima de las personas, que deben ser absolutamente libres siempre que el ejercicio de esa libertad no sirva para dañar a otro individuo (esto puede tener derivadas políticas claras, ya que -con estos parámetros filosóficos- el uso de sustancias como la marihuana, por señalar un debate actual, esté prohibido o sea sujeto de sanción, es un despropósito). Además, la ciencia nos indica que biológicamente y, por tanto, en nuestros procesos mentales, somos diferentes a otros animales solo marginalmente, de modo que el establecimiento de mecanismos para evitarles el sufrimiento debería ser así mismo una prioridad política.

Siguiendo a los autores expuestos, y como reflexión final también sujeta a crítica: lo mejor para que la gente se convenza de la necesidad de las políticas progresistas y de izquierdas es llevarlas a cabo, incluyendo el ejemplo en la vida cotidiana. Convertirse en un noble «de esfuerzo», siguiendo a Ortega. Puede parecer una obviedad, pero no lo es tanto si partidos y representantes políticos que se pretenden de izquierdas -o al menos aseguran ser una salvaguarda contra el populismo de ultraderecha- no siguen esta doctrina. Por supuesto, hay que explicar bien a la ciudadanía las leyes progresistas, que atentan contra élites extractivas de gran capacidad de presión. Por el contrario, mucho más fácil le resulta al político tradicional pedir a la ciudadanía que se fije en lo perjudicial que es el adversario. Es política “en negativo”: vota no porque creas en lo que digo sino porque te convenzo de que el otro es peor que yo. Pero esta manera un tanto infantil de tratar a la sociedad tal vez sea uno de los factores que puedan hacer crecer los discursos populistas. La idea de considerar a los ciudadanos como una especie de menores de edad a los que no se les puede contar las cosas o a los que está directamente justificado mentir, puede llevar a un fenómeno desgraciadamente observado: el del voto a la extrema derecha como protesta frente a unos líderes incapaces de solucionar problemas de injusticia social (Schering, 2024). Ante esto, y en una visión crítica compartida con los otros dos pensadores, Gracián señalará: «dijeron ser nada los filósofos, y ser el todo los políticos» (Gracián, 2001).

Bibliografía

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[1] Los estudios recogidos por la Universidad Virtual Miguel de Cervantes sobre Baltasar Gracián y José Ortega se cuentan por centenares. Mosterín, aparte de dirigir seis tesis doctorales, tiene reflejados en Dialnet (base de datos bibliográfica dependiente de la Universidad de La Rioja) en torno a 150 trabajos entre libros, artículos o colaboraciones, aparte de haber sido entrevistado por algunos de los principales diarios españoles (ver bibliografía).

[2] Como mero ejemplo podemos señalar que la entrada en Wikipedia de Baltasar Gracián está presente en 39 idiomas, la de Ortega en 56 y la de Mosterín en 10.

[3] El modelo político de la URSS se basaba en gran medida, pese a posteriores derivadas en las que no puedo entrar aquí, en las teorías de Lenin sobre la aplicación marxista, reflejadas en la idea de una vanguardia (organizada en un partido), conocedora de la realidad, y agente activo del cambio político. Esta tesis se refleja de una de las maneras más claras en Un paso adelante, dos pasos atrás: «mi deseo, mi exigencia de que el Partido, como destacamento de vanguardia de la clase, sea lo más organizado posible y sólo acoja en su seno a aquellos elementos que admitan, por lo menos, un mínimo de organización» (Lenin, 2024).

[4] Sin tilde en la palabra “aun” en la frase que Goya escribió en la obra original. Se han dado dos interpretaciones al texto: el valor de seguir aprendiendo en edad muy avanzada, o el poner de manifiesto que una persona de edad avanzada debe volver a adquirir conocimientos que ya tenía, como el andar (con andador). Tal vez no sean posturas irreconciliables (Goya, 1826). 

[5] Gracián (2012). Esto entra en contradicción con su papel de capellán militar en la campaña de Cataluña y sus loas a los militares allí destacados (Gracián, 1938). Pero este artículo no trata de exponer una supuesta coherencia o incoherencia de los autores con sus obras, sino tomar de estas ideas principales que puedan servirnos en la política contemporánea.

[6] Aunque la traducción se ha atribuido tradicionalmente a Borges, los indicios más claros apuntan hacia Nelken (incluyendo una carta biográfica escrita por ella misma), aparte de que el Nobel argentino negó al menos en dos veces esta autoría. La hipótesis de Nelken es defendida por una de las mayores conocedoras del tema, la Dra. Martínez Salazar de la Universidad de Zaragoza (Martínez, 2024).

[7] Expresión ensalzada por Julián Marías (Ortega, 1997)

[8] (Ortega, 1997) Cfr. p. 129: «¡Convivir con el enemigo! ¡Gobernar con la oposición ¿No empieza a ser ya incomprensible semejante ternura?»

[9] (Ortega, 1997). Por otro lado como constató el historiador Eric Hobsbawm en su Historia del siglo XX, la fortaleza de las revoluciones violentas desde parámetros de izquierda ha sido escasa a la hora de derribar regímenes liberales: «en los veinte años de retroceso del liberalismo [entre las dos Guerras mundiales] ni un solo régimen democrático-liberal fue desalojado del poder desde la izquierda» (Hobsbawm, 2001).

[10] El historiador Tony Judt, señala, en Algo va mal (Judt, 2010), el carácter positivo del fútbol local en el establecimiento de relaciones comunitarias. Aspectos negativos de la disciplina desde una perspectiva política, con protagonismo de figuras populistas, son apreciables en obras como el documental El pionero (Bach, 2019).

[11] (Ortega, 1997). Para un recorrido sobre la conformación de la ideología nacionalista desde una vertiente crítica, puede ser de interés Hobsbawm (1991).