Escuela y democracia: el neoliberalismo contra la educación superior

 

 

Anastasio Ovejero

Catedrático Emérito de la Universidad de Valladolid. Valladolid, España.

https://orcid.org/0000-0002-8687-0335

anastasio.ovejero@uva.es

 

 

RESUMEN

El ser humano sigue siendo hoy día un animal social, cooperativo y solidario, como consecuencia de que la especie humana vivió el 95 por 100 de su ya larga historia en cooperación solidaria. Eso es justamente lo que le ha permitido sobrevivir entre otras especies más veloces, más fuertes y más feroces. Y eso es lo que el capitalismo nos está quitando desde hace al menos dos siglos, pero de una forma más contundente durante las últimas décadas. Y para ello, entre otras estrategias, el neoliberalismo está llevando a cabo un asalto a la educación superior. En este artículo se explica la forma en que está teniendo lugar tal asalto y se proponen los métodos de aprendizaje cooperativo crítico para hacerle frente y para que la escuela siga siendo una instancia de cooperación, de solidaridad y de democracia…

Palabras clave: Neoliberalismo, asalto neoliberal a la educación superior, aprendizaje cooperativo crítico, aprendizaje cooperativo y democracia.

School and democracy: neoliberalism against higher education

 

ABSTRACT

The human being today continues to be a social, cooperative and mutual supportive animal, as a consequence of the fact that the human species lived 95 per 100 of its already long history in solidarity cooperation. That is precisely what has allowed it to survive among other faster, stronger and more ferocious species. And that is what capitalism has been taking away from us for at least two centuries, but in a more forceful way during the last decades. And to achieve this, among other strategies, neoliberalism is carrying out an assault on higher education. This article explains the way in which such an assault is taking place and proposes critical cooperative learning methods to confront it and so that the school continues to be an instance of cooperation, solidarity and democracy.

Keywords:  Neoliberalism, neoliberal assault on higher education, critical cooperative learning, cooperative learning and democracy.

Escola e democracia: neoliberalismo contra o ensino superior

 

RESUMO

O ser humano continua hoje a ser um animal social, cooperativo e solidário, como consequência do facto de a espécie humana ter vivido 95 por cento da sua já longa história em cooperação solidária. Foi precisamente isso que lhe permitiu sobreviver entre outras espécies mais rápidas, mais fortes e mais ferozes. E é isso que o capitalismo nos tem tirado há pelo menos dois séculos, mas de forma mais contundente durante as últimas décadas. E para conseguir isso, entre outras estratégias, o neoliberalismo está a levar a cabo um ataque ao ensino superior. Este artigo explica a forma como tal assalto está ocorrendo e propõe métodos críticos de aprendizagem cooperativa para enfrentá-lo e para que a escola continue sendo uma instância de cooperação, solidariedade e democracia.

Palavras-chave: Neoliberalismo, ataque neoliberal ao ensino superior, aprendizagem cooperativa crítica, aprendizagem cooperativa e democracia.

 

1. INTRODUCCIÓN

Ser crítico consiste en pensar al margen de los estereotipos y los rígidos clichés de pensamiento existentes, es decir, pensar al margen de los tópicos y de lo dado por supuesto; ser críticos consiste, en definitiva, en ser capaces de problematizar sistemáticamente todo lo dado por supuesto. Y una condición indispensable para poder ser críticos es estar bien informados: una buena información es el elemento básico, aunque no suficiente, para ver el mundo desde una perspectiva personal, crítica y autónoma, y para no dejarse influir por las noticias falsas y malintencionadas que circulan por los medios de comunicación y en especial por las redes sociales. El pensamiento crítico es tal vez más imprescindible hoy día que en épocas pasadas, sobre todo por dos razones: porque nuestro mundo es más complejo de lo que nunca lo ha sido, sobre todo a nivel de información disponible; y por el enorme poder que tiene el complejo andamiaje neoliberal, con tantos dispositivos de poder a su servicio que convierten al neoliberalismo en el poder hegemónico del mundo actual, de forma que domina los medios de comunicación de masas, controla la ideología impartida en los departamentos de económicas, cada vez dirige más las políticas de las universidades y de la investigación científica, y posee los principales think tanks. No resulta fácil enfrentarse con éxito a ese poder tan hegemónico, pero tampoco es una tarea imposible.

Uno de los primeros campos al que deberíamos dirigir nuestra crítica es el educativo. En efecto, si los ilustrados levantaran la cabeza, se volverían rápidamente a sus tumbas horrorizados, al ver que sus previsiones con respecto a los efectos de la educación no se han cumplido. Ellos creían que una sociedad con las tasas de escolarización que tenemos hoy día en Occidente, así como en muchos otros países no occidentales, sería la sociedad perfecta: culta, solidaria, sin violencia. Y, sin embargo, no es así. Por el contrario, ha surgido un nuevo analfabetismo, que Henry Giroux llama “dictadura de la ignorancia”, producto de la hegemonía neoliberal, del aborregamiento mediante la televisión y el deporte televisado y de la persistente manipulación informativa. Además, el nivel de violencia y los conflictos sociales no se han visto reducidos, ni las relaciones interpersonales mejoradas. Los ilustrados se equivocaron al menos en una cosa: no siempre la educación mejora al alumnado ni a la sociedad. Depende del tipo de educación. La educación no es en sí misma liberadora. Depende de quién la utilice y con qué fines. Según Paulo Freire, no se puede hablar de educación a secas, sino de educación para qué, educación en favor de quién, educación contra qué. La educación puede ser liberadora y puede ser manipuladora y domesticadora.

Por otra parte, la escuela es una institución intrínsecamente contradictoria ya desde su origen a lo largo del siglo XIX, como consecuencia de ser el producto tanto de la Ilustración como de la Revolución industrial. Por eso tuvo siempre dos vertientes, contrapuestas entre sí. No olvidemos que fue la burguesía la que inventó la escuela como una institución social fundamental, universal, obligatoria y gratuita, con la función de formar a la población en el servicio a la nación y a la eficacia del sistema productivo. Pero en su conformación práctica también influyeron mucho los ilustrados. Ahí radica su contradicción: por un lado, la escuela debe controlar y domesticar a los alumnos para hacer de ellos ciudadanos sumisos y trabajadores eficaces. Pero, por otro lado, debe conseguir que se conviertan en ciudadanos libres, independientes y críticos. Y en esta disyuntiva estamos todavía hoy día.

Sin embargo, actualmente la escuela está cada vez más al servicio del sistema capitalista que a la liberación del propio alumnado y a la mejora de la sociedad, y lo está principalmente de estas dos maneras: construyendo un sujeto que le sea de gran utilidad al sistema de producción capitalista (disciplinado, ahorrador, despreocupado de todo que no sea su profesión y su salario, etc.) y reproduciendo el mantenimiento de la estructura social y económica actualmente existente. Tengamos presente que la escuela tiene una función, que oculta por todos los medios, de reproducción social (Ovejero, 2020). Y, a mi juicio, una de las primeras cosas que tendría que hacer la psicología social o la pedagogía, críticas, es precisamente desenmascarar los procesos escolares que están tras esa reproducción social. Ahora bien, en una época tan compleja y tan diversa como la actual, ¿debe la escuela ayudar al alumnado a adaptarse a una sociedad monolítica o a una sociedad multicultural? ¿Debe preparar para el cambio o para la inmovilidad? ¿Qué habilidades debe enseñar y entrenar? ¿Tiene que fomentar la sumisión o la independencia? ¿Debe entrenar en el pensamiento único o en el pensamiento crítico?

Además, durante las últimas décadas del pasado siglo XX se han producido dos fenómenos centrales: el paso de una sociedad moderna a otra posmoderna y el predominio casi total del capitalismo neoliberal. Y los dos están teniendo una enorme repercusión en la educación a todos los niveles. Con respecto al primero, llevo años diciendo que uno de los mayores problemas con que se enfrenta actualmente la educación es que la escuela sigue siendo una institución moderna pero que tiene que trabajar con un alumnado (y cada vez más también con un profesorado) posmoderno. No olvidemos que la sociedad moderna se basaba en estos cuatro principios: trabajo, esfuerzo, ahorro y capacidad para retardar los refuerzos, justamente los cuatro ejes esenciales del capitalismo industrial. En cambio, la sociedad posmoderna se basa en una serie de principios opuestos a los de la modernidad: ocio, placer, mínimo esfuerzo y retardar lo menos posible los refuerzos.

En cuanto al neoliberalismo, lo primero que tengo que destacar es su estrecha relación con la actual globalización, que, a juicio de Noam Chomsky (2001), es la imposición ideológica, política y económica de las grandes multinacionales. Por eso, cuando hablamos hoy día de globalización, nos referimos a la globalización neoliberal, donde lo negativo no es la globalización sino el neoliberalismo, a causa principalmente del daño que sus políticas están haciendo a la población mundial, al planeta y a la propia democracia (Chossudovsky, 2002) (véase Ovejero, 2014). La globalización, facilitada por las nuevas tecnologías, se pudo haber hecho de otras maneras, pero dado que se produjo precisamente en el momento en que el neoliberalismo comenzaba a ser dominante, se hizo de modo neoliberal, cuyo eje central “es la libre circulación de capitales, sin ninguna contrapartida en términos de regulación o fiscalidad común” (Piketty, 2021, p. 205). Pero el neoliberalismo va más allá del plano económico y, siendo como es un proyecto de dominación total de las élites, incluye también factores políticos y culturales, sin descartar la violencia y los golpes de Estado militares, como demostró fehacientemente Naomí Klein (2007). Ello está suponiendo que tanto las infraestructuras de los países como sus instituciones sociales se están poniendo al servicio del enriquecimiento de los más ricos y de las grandes empresas, siendo dos de sus principales consecuencias el incremento brutal de las desigualdades y el aumento obsceno de la pobreza (Ovejero, 2022a). En este contexto hay que interpretar el asalto del neoliberalismo a la educación superior.

2. CAPITALISMO Y EDUCACIÓN: EL ASALTO DEL NEOLIBERALISMO A LA EDUCACIÓN PÚBLICA

Desde hace unas décadas estamos asistiendo a un asalto neoliberal a la enseñanza superior que está poniendo a la universidad y a la ciencia al servicio de las grandes empresas transnacionales, asalto que se está produciendo de varias formas que deben ser conocidas y analizadas (privatización, contratación de cada vez más profesorado a tiempo parcial, imposición de lo que la extrema derecha llama “eliminación de la ideología progre”, etc.). Y tal asalto está siendo facilitado por tres factores: el alto nivel de ignorancia generalizada existente, la internalización por gran parte de la población de la ideología del neoliberalismo y la consiguiente construcción del sujeto neoliberal. En cuanto al primer factor, ya hace años que Giroux (1990) denunciaba el surgimiento de una nueva ignorancia cívica, ignorancia que no ha hecho sido expandirse desde entonces. Y lo que es peor, a mi juicio, es que los nuevos ignorantes no saben que lo son, no saben que no saben, por lo que difícilmente pueden salir de su ignorancia. Es más, se creen superiores en conocimientos a todos los demás, incluso a los expertos [efecto de Dunning-Kruger (Kruger y Dunning, 1999)]. Solo del reconocimiento de la propia ignorancia surge la necesidad de aprender. Estos nuevos ignorantes, muchos de los cuales han pasado veinte años o más por las aulas, se pasan el día pontificando, mientras que solo se exponen a información consonante con sus creencias, ideas y prejuicios, a través de Internet, de las Redes Sociales y de periódicos digitales afines. Decía el presidente estadounidense Thomas Jefferson que es más culto quien no lee nada que quien solo lee periódicos. Si esto lo dijo hace más de doscientos años, ¿qué hubiera dicho ahora? En Internet está todo, lo que significa que se necesita una formación formidable para navegar por sus mares con garantías de no equivocar la ruta. Pero justamente son los más ignorantes, generalmente dogmáticos, rígidos mentalmente y autoritarios, quienes se sirven de Internet no para aprender, sino para confirmar sus ideas, sus creencias y sus prejuicios (Ovejero, 2023). Entran en Internet cubiertos de ignorancia y salen igual de ignorantes, pero convencidos de que su ignorancia es el colmo del conocimiento. Y no olvidemos que resulta fácil manipular a los ignorantes, pero sobre todo cuando no son conscientes de tal ignorancia.

Este nuevo analfabetismo, propio del siglo XXI, que Giroux llama “dictadura de la ignorancia”, proviene, según él, de la conjunción de dos fenómenos: el neoliberalismo y el fascismo (Giroux, 2018b). Según Giroux, ambos operan y penetran en los ámbitos económico, social y cultural, conformando los nuevos valores educativos. El primero se basa en un fundamentalismo del mercado donde la competitividad individual ahoga cualquier atisbo de responsabilidad y acción colectiva, con la progresiva penetración de la cultura empresarial en las aulas y la privatización del sistema educativo. El segundo es una readaptación del fascismo histórico que abandera el supremacismo blanco para combatir la inmigración, del ultranacionalismo populista, y de la represión de la libertad de expresión y del pensamiento divergente. El actual neofascismo, añade Giroux, se asienta en esa dictadura de la ignorancia. La profesora de literatura Paloma Torres (2019) lo define con claridad:

Hay un nuevo analfabetismo que define el tiempo en que vivimos. Es el analfabetismo de los sofisticados, protagonizado por quienes han accedido hasta los niveles últimos de la educación y que, sin embargo, tras una pulida apariencia de alfabetización superior esconden una ignorancia profunda y una total ausencia de pensamiento propio, articulado y libre,

algo que, por otra parte, ya anunció Ortega y Gasset hace muchas décadas (Ovejero, 2000). Esa ignorancia generalizada facilita los otros dos factores que mencioné –y es facilitada por ellos: la internalización de la ideología del neoliberalismo y la construcción del sujeto neoliberal. Y en todo ello ocupa un lugar protagonista la escuela en todos los niveles (infantil, primaria, secundaria y universitaria).

En efecto, según Giroux la escuela pública es una de las instituciones clave donde se dirime la lucha por la democracia, por la defensa de la educación como bien común y por la defensa de los Derechos Humanos, con todo lo que ello conlleva de dignificación de las personas y de justicia social. Es el lugar donde pueden generarse espacios de debate para la libre confrontación de ideas, para que el alumnado pueda formar su propio juicio crítico y donde puedan darse oportunidades para desentrañar las relaciones de poder actualmente existentes y para establecer nuevas relaciones contrahegemónicas para fortalecer la democracia participativa en el seno del aula y del centro. En ese sentido, Giroux (2017) hace un esfuerzo por repensar la educación superior como una esfera pública democrática crucial en los tiempos actuales. Por eso tienen tanto interés los neoliberales en controlarla, para que deje de ser lo que es.

Más en concreto, el asalto neoliberal a la educación va por dos caminos principales. En primer lugar, consiguiendo que los intereses privados estén cada vez más presentes en la educación, tanto en la escuela primaria, como en la secundaria y en la superior. Así, en Madrid, paradigma de este neoliberalismo educativo, casi el 50 por 100 del alumnado está matriculado en colegios privados. Y, en segundo lugar, convenciendo al alumnado y a sus padres de que la finalidad de la educación, en especial la superior, es conseguir una mejor inserción laboral. Con ello se consigue eliminar la función ilustrada: el amor por la cultura, la faceta crítica y la mejora de la sociedad.

De esta manera, la propia universidad está propiciando hoy día la desinformación, la manipulación informativa y hasta el analfabetismo cultural: interesa que el alumnado no desarrolle las capacidades críticas, que no se acostumbre a pensar, porque cuanto menos piense mejor servirá a los intereses de la gran empresa y del sistema económico. Aunque esto no es nuevo (véase Chomsky, 2013, 2016), sí es ahora más profundo, más claro y más alarmante: la universidad sólo aspira a enseñar, fomentar y entrenar las habilidades técnicas que capaciten a los estudiantes para competir en el mercado laboral y a colaborar a la mejora de la eficacia y eficiencia del sistema productivo. Y dado que los estudiantes han internalizado la ideología y los valores neoliberales, no sólo están satisfechos con ello y lo aceptan, sino que incluso lo exigen.

Con todo ello, el neoliberalismo está consiguiendo dos de sus principales objetivos: que la formación de sus trabajadores de cierto nivel corra a cargo del erario público y que el alumnado esté más controlado, de forma que no tenga interés por la transformación social ni tenga pensamiento crítico. Además, esta situación de “ignorancia generalizada” deja abierta la puerta a todo tipo de noticias falsas que son admitidas acríticamente por gran parte de la población, lo que se ve facilitado por la cada vez mayor concentración de medios de comunicación en manos de las grandes empresas. Hace ya muchos años que Chomsky y Herman (2013/1988) nos avisaban de este peligroso riesgo.

Pero la situación de la educación se agravó aún más, como subraya Rieman (2023), cuando la socialdemocracia abrió las puertas, con un gran entusiasmo, al neoliberalismo. Es lo que hicieron Toni Blair, Bill Clinton, Gerhard Schroeder o Felipe González. Fue un suicidio para la izquierda, aunque a ellos les fue bien económicamente. Y esa decisión influyó mucho en la deriva neoliberal de la educación en Estados Unidos, en Europa y en América Latina, lo que está facilitando el asalto del neoliberalismo a la educación superior. No es por azar que quien introdujo el neoliberalismo en nuestro país, Felipe González, fuera el que creara y potenciara la educación concertada, una educación privada, mayoritariamente en manos de la Iglesia católica, financiada con fondos públicos, una forma nada disimulada de conseguir que la clase trabajadora pague la educación de las élites, aunque para disimular un poco esta estrategia, a los centros concertados asisten también un cierto porcentaje de los hijos e hijas de la clase trabajadora. Otra de las funciones de la escuela concertada es dividir la sociedad entre ricos y pobres, entre élites y trabajadores: con la privatización de la educación las élites consiguen que sus hijos no se mezclen, ni un solo día de su vida, con los hijos de los obreros. Pero lo más grave es que, dado que solo una educación pública potente y de calidad hace posible una auténtica democracia, la privatización de la educación va destruyendo paulatinamente la propia existencia de una democracia real.

Y más grave todavía es que justamente cuando más se necesita una educación superior crítica y comprometida con la democracia, en muchos países del mundo, incluido el nuestro, es precisamente cuando esa educación está siendo puesta al servicio de los intereses económicos de los más ricos y del sistema productivo. El propio alumnado universitario está cada vez más interesado, no en el aprendizaje y el pensamiento crítico, sino en la mera obtención de un título que les permita una mejor inserción laboral, como si ello fuera posible independientemente de la existencia de una democracia real y una real igualdad de oportunidades. Estamos ante dos fenómenos que se retroalimentan mutuamente: cuanto más se debilita la democracia, más eficaz es el asalto de los neoliberales a la educación superior, y cuanto más se destroce la educación superior más se deteriorará la democracia. En la actual era de la posverdad, cuando se han difuminado las fronteras entre la verdad y la mentira, más necesaria es una educación de calidad que persiga objetivos éticos y que fomente el pensamiento crítico como condición indispensable para la defensa y el mantenimiento de una sociedad democrática (Ovejero, 2023). Es más, como dice Giroux en la entrevista que le hizo en El País Ana Torres (2017), este neoliberalismo está convenciendo al profesorado de que

no son intelectuales, que son tecnócratas y que están ahí para medir el conocimiento de los alumnos, que lo que importa son los exámenes. Parece que la evaluación es el centro del sistema educativo. Pero la función de la escuela debería ser conseguir crear ciudadanos tolerantes, con capacidad de diálogo…

Y añade Giroux que la escuela no tiene que

preparar para el trabajo que tendrán en el futuro, sino para el tipo de sociedad en la que quieren vivir. […] Hay que priorizar que aprendan a ser ciudadanos informados cuando hay partidos de extrema derecha que están ascendiendo al poder.

La escuela tiene que ir más allá de intentar ser eficaz para la inserción en el mundo laboral, pues, añade Giroux en esa entrevista, “sobrevivir no es solo encontrar el trabajo adecuado, es reclamar un buen sistema público de salud o el derecho a una vivienda digna”. La escuela, pues, no sólo debe preparar al alumnado para una adecuada inserción laboral, sino también para que aprendan a defender sus derechos, entre ellos los laborales, en un mundo hostil, como es el actual. Y todo ello requiere pensamiento crítico.

En definitiva, uno de los principales objetivos del neoliberalismo, ya desde sus orígenes, es conseguir que la ciudadanía internalice la ideología neoliberal (egoísmo frente a solidaridad, individualismo frente a colectivismo, competición frente a cooperación), lo que pone al frente de la gobernabilidad mundial a instituciones no elegidas democráticamente, al servicio de las grandes empresas transnacionales, como son el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio, entre otras (Ovejero, 2014), instituciones que intentan terminar con el Estado del bienestar, condición esencial para bajar drásticamente los impuestos a las empresas y a los más ricos. Y lo están consiguiendo: a menudo, la empleada del hogar de un multimillonario paga más impuestos que su patrón. Un segundo ejemplo: las rentas del trabajo pagan muchos más impuestos que las rentas del capital. Ahora bien, a medida que va desapareciendo el estado del bienestar aumenta correlativamente la pobreza, los problemas mentales y, obviamente, también la delincuencia menor. Ante esta situación, la respuesta del sistema neoliberal ha sido rotunda: incrementó la penalización de conductas poco peligrosas de los más pobres, como pueden ser el pequeño trapicheo de drogas o robos menores (véase Alexander, 2014; Blackmon, 2009).

Y todo ello es aceptado por la mayoría de la población porque, como ya he dicho, han internalizado la ideología neoliberal y en especial, para este caso, uno de sus rasgos, el darwinismo social y económico, una de las piezas centrales del neoliberalismo, que atribuye a factores individuales los fracasos escolares, laborales y sociales de las personas, con lo que se culpabiliza a las víctimas de sus desgracias. Y la propia psicología ha contribuido poderosamente ello. Si un alumno fracasa en la escuela, es porque no tiene la suficiente motivación e inteligencia o porque no se esfuerza lo suficiente; si una persona no encuentra empleo, ello se debe a que es flojo o a que no ha sido capaz de asimilar los valores del sistema productivo. Y la gente lo cree, porque ha internalizado los valores centrales del neoliberalismo, lo que, sin duda, incrementa las tasas de depresión, ansiedad, estrés y suicidio. Así, hoy día, en España, se suicidan más de once personas cada día, muriendo por esta causa cuatro veces más que por accidentes de carretera. El principal truco del neoliberalismo para conseguir sus objetivos consiste en convencernos de que somos seres individuales, aislados y solitarios, que no debemos esperar nada de los demás ni debemos ayudar a nadie: cada uno debe correr más que los demás si quiere sobrevivir. Y quien se quede atrás y no sobreviva debe aceptar que la culpa es exclusivamente suya. “En pocas palabras, solo nosotros somos responsables de los problemas a que nos enfrentamos cuando ya no podemos imaginar de qué modo fuerzas mayores controlan o constriñen nuestras elecciones y las vidas que estamos destinados a llevar” (Giroux, 2018a, p. 9). Y, sin embargo, en gran medida son las fuerzas externas las que facilitan, dificultan o imposibilitan el que alcancemos o no nuestros objetivos, tanto escolares, como laborales. No hace mucho que Chomsky (2017) publicó su Requiem por el sueño americano. Ese sueño no era más que eso: un sueño interesado para que la ciudadanía no perciba la injusticia que suponen las enormes desigualdades que existen hoy día.

Más aún, “el darwinismo económico ha producido una ideología legitimadora en la que desaparecen las condiciones para la indagación crítica, la responsabilidad moral y la justicia económica y social” (Giroux, 2018a, p. 13). Ello lleva, inexorablemente, a una guerra de los más ricos contra los más pobres con el apoyo incondicional de gran parte de estos, una vez que han internalizado la ideología de la clase dominante. Digamos, parafraseando a Marx que, en todo tiempo y lugar la ideología dominante es la ideología de la clase dominante. Es esa ideología la que justifica y legitima los privilegios y las riquezas de los más ricos, con lo que, además, la desigualdad y la pobreza se ven como el efecto inevitable de la valía y el esfuerzo de cada persona, lo que, por otra parte, es totalmente falso. Curiosamente, esta meritocracia basada por fuerza en una justa igualdad de oportunidades se esgrime precisamente -y paradójicamente- cuando las propias políticas neoliberales están consiguiendo que los ricos sean cada vez más ricos (sobre todo mediante la reducción de sus impuestos, en especial los de sucesiones, donaciones y patrimonio) y los pobres cada vez más pobres (principalmente por una cada vez mayor reducción salarial). Pero, con sus poderosos medios de comunicación, de los que son propietarios, los más ricos enseñan a la mayoría de la población, falsamente, que los ricos lo son porque han sabido esforzarse y luchar en la vida, mientras que los pobres lo son por su pereza y por su escasa valía.

La escuela debería enseñar al alumnado a conocer en qué mundo viven. De ahí que, si el profesorado quiere ser un motor de cambio social y no una muleta del neoliberalismo, deben adoptar una perspectiva crítica. Y lo primero que habría que hacer es tener muy claro qué es la educación y cuáles son las funciones que realmente está cumpliendo la escuela (véase Ovejero, 2020), y lo segundo, llevar a cabo una serie de actividades que consigan cambiar drásticamente los objetivos esenciales de la escuela de hoy día: de los profesores y profesoras depende en gran medida el que la escuela sirva para hacer al alumnado más crítico, más cooperativo y más solidario, o que le haga dependiente para ponerlo al servicio exclusivo del sistema productivo.

Los estudiantes deben aprender a comprender cómo funciona el poder en las instituciones sociales, culturales y políticas para que puedan aprender a gobernar en lugar de simplemente ser gobernados. Deben ser capaces de reconocer la violencia que trabaja para desmantelar la capacidad del individuo para pensar, actuar y vivir con un sentido de dignidad. La educación debe ser un lugar donde los estudiantes se den cuenta de sí mismos principalmente como ciudadanos informados y críticamente comprometidos que contribuyen no solo a su propio interés sino al bienestar de la sociedad (Giroux, 2017, p. 25).

Más aún, añade Giroux (2017, p. 26),

el aula debe ser un espacio que perturbe, un espacio de dificultad, un espacio que desafíe el pensamiento complaciente. Tales prácticas pedagógicas deben permitir a los estudiantes cuestionar la comprensión del mundo del sentido común, asumir riesgos en su pensamiento, por más problemáticos que sean, y estar dispuestos a tomar una posición para la investigación libre en la búsqueda de la verdad, las múltiples formas de conocimiento, el respeto mutuo y los valores cívicos. en la búsqueda de la justicia social. Los estudiantes deben aprender a pensar de manera peligrosa.

Y para todo ello nada más eficaz que los métodos de aprendizaje cooperativo crítico.

Sin embargo, todo ello podría caer en terreno baldío si tanto el profesorado como el alumnado no tuvieran el suficiente optimismo como para tener el convencimiento de que todo esto puede hacerse realidad. Porque, concluye el pedagogo estadounidense,

la crítica sin esperanza es una receta para el cinismo, la desesperación o la fatiga cívica. Una cultura de cuestionamiento es crucial para cualquier noción viable de enseñanza y aprendizaje, pero no es suficiente. Los estudiantes también necesitan expandir su imaginación para poder pensar más allá del sentido común, los límites de su propia experiencia y la noción despectiva de que el futuro no es más que una imagen especular del presente (2017, pp. 26-27).

También aquí los métodos de aprendizaje cooperativo crítico son de gran ayuda. Y no olvidemos, como subraya el propio Giroux (2017, p. 24), que

a medida que la educación superior se subordina cada vez más a los valores y modos de responsabilidad impulsados ​​por el mercado, hay un mayor énfasis en la investigación que beneficia al mundo empresarial, a los militares y a los ideólogos conservadores ricos.

No por azar, hay muchos grandes empresarios que están inyectando dinero en las escuelas y universidades públicas, y no de forma altruista precisamente, como hicieron los hermanos Koch, sino con la intención fortalecer de diferentes formas un sistema ideológico y de valores conservador impulsado por el mercado (Mayer, 2017). De todo esto ya nos advirtió hace más de un siglo John Dewey (2004/1916):

Hay el peligro constante de que la educación perpetúe las viejas tradiciones para una minoría selecta y de que efectúe su adaptación a las nuevas condiciones económicas más o menos sobre la base de la aquiescencia a las fases no transformadas, no racionalizadas y no socializadas de nuestro defectuoso régimen industrial. Dicho en términos concretos, hay el peligro de que la educación vocacional se interprete en la teoría y la práctica como educación industrial: como un medio de asegurar una eficiencia técnica en futuras empresas especializadas.

Y la solución que proponía Dewey para tal situación era que la escuela fuera un instrumento para construir una sociedad mejor, y no sólo para servir a los intereses económicos del capitalismo. También para ello el aprendizaje cooperativo crítico es imprescindible.

Como escribía Cherryholmes (1999, p. 22), en la medida en que nuestros pensamientos y acciones están infiltrados por la ideología y las disposiciones de poder, estas configuran nuestras subjetividades, es decir, influyen en cómo y qué pensamos sobre nosotros mismos y cómo actuamos en consecuencia. La ideología es una construcción crucial para entender de qué manera los individuos y los grupos sociales producen, transforman y consumen significados, tanto fuera como dentro del aula. Como herramienta de análisis crítico, la ideología penetra en las formas de conocimiento y en las prácticas sociales del aula, y contribuye a situar los principios estructurantes y las ideas que median entre la sociedad dominante y las experiencias cotidianas de docentes y alumnos. Nunca se ha producido un cambio histórico sin un cambio ideológico previo. La actual transformación neoliberal del mundo no ha sido una excepción. Ha sido sobre todo a través de la imposición de su ideología como el neoliberalismo ha construido el sujeto neoliberal, pues ideología y construcción de la subjetividad van siempre unidas.

Ahora bien, ¿por qué el paso por la Universidad no les hace a muchos estudiantes o graduados inmunes a los bulos y a las falsas noticias? Sencillamente porque el tipo de educación que recibieron no les preparó para el pensamiento crítico. Pasar cuatro o cinco años por la universidad no es garantía de haber adquirido un buen bagaje cultural y menos aún una gran capacidad intelectual crítica. Pasar muchas horas en los pupitres escuchando al profesorado e ir anotando automáticamente sus palabras en unos folios que luego serán memorizados tres días antes del examen para, tras aprobar, olvidarlo casi todo dos días después, no es precisamente el mejor instrumento para un aprendizaje de calidad y menos aún para la adquisición de un pensamiento crítico. Y eso es lo que suele ocurrir con demasiada frecuencia en nuestras aulas y lo que el aprendizaje cooperativo contribuye a solucionar.

En suma, para Henry Giroux la escuela pública es una de las instituciones clave donde se dirime la lucha por la democracia, por la defensa de la educación como bien común de los Derechos Humanos y de la propia democracia. La escuela es el lugar donde debe fomentarse el espíritu crítico y donde hay que generar espacios de debate para la confrontación argumentativa de ideas y no para el enfrentamiento entre personas o grupos sociales o étnicos, o sea -y esto es esencial en Giroux- para que alumnas y alumnos se formen su propio criterio sobre el funcionamiento del mundo, de forma que sean capaces de desentrañar las relaciones de poder actualmente existentes y de establecer nuevas relaciones contrahegemónicas que sean capaces de fortalecer la democracia participativa. Y para esto último es esencial que el alumnado se acostumbre a las controversias constructivas, al debate y a la participación dentro del aula y en el centro, siendo el aprendizaje cooperativo el método psicosociológico y pedagógico más adecuado para conseguirlo. Y es que para Giroux, como para Freire, la educación es ante todo un ente esencialmente político. Haga lo que haga el profesorado en el aula, está haciendo política. Hay que llevar a cabo una educación política que fomente el espíritu crítico en el alumnado y que sirva para construir una sociedad mejor, más justa y más igualitaria. Eso solo lo consigue una educación realmente liberadora. Y paras ello los métodos de aprendizaje cooperativo son de gran ayuda.

3. EL APRENDIZAJE COOPERATIVO CRÍTICO

Como ya se ha dicho, las grandes empresas están tomando por asalto la escuela pública y muy especialmente la universidad. Ahora bien, si los neoliberales están intentando por todos los medios controlar la educación, particularmente la superior, es porque se trata de algo esencial para controlar la sociedad y la cultura y, así, fortalecer su dominio. Y es que, como también se ha dicho en este artículo, la educación no es necesariamente liberadora. Depende de quién la utilice y con qué fines. Y la opción que propongo es la implementación escolar del aprendizaje cooperativo crítico, método que le da al alumnado un protagonismo en su propio aprendizaje y en su formación que no le da la enseñanza tradicional, esencialmente individualista y competitiva. Hace años que subrayaba Giroux (1990, p. 204), que “si a los estudiantes les concedemos un papel activo en el proceso de formación cultural, esos mismos estudiantes pueden convertirse en agentes de la producción de prácticas sociales”. Y la mejor forma de conseguirlo es a través de la implementación en las aulas del aprendizaje cooperativo crítico. Más en concreto, si queremos tener una sociedad realmente democrática, justa e igualitaria debemos tener una escuela que enseñe al alumnado autonomía y pensamiento crítico. Y una forma muy eficaz de conseguirlo es a través del aprendizaje cooperativo.

No olvidemos que los humanos somos ante todo animales cooperativos y solidarios. Las sociedades humanas se basan ante todo en la cooperación e incluso para su propia existencia necesitan grandes dosis de cooperación y de solidaridad: necesitamos imperiosamente mucha cooperación solidaria si queremos sobrevivir como especie. De hecho, somos una especie animal caracterizada precisamente por ser la más cooperativa de todas, hasta el punto de que ha sido precisamente la cooperación, la ayuda mutua y la solidaridad lo que ha hecho posible que hayamos podido sobrevivir a lo largo de los milenios, a pesar de no ser la especie animal más fuerte, ni la más veloz ni la más fiera. Sin embargo, el capitalismo, ya desde sus inicios, pero en especial en su actual fase neoliberal, se basa en la competición. Las políticas del neoliberalismo están teniendo unos efectos tan dañinos para muchos cientos de millones de personas que se hace necesario transitar por los caminos de la cooperación, de la ayuda mutua y de la solidaridad, si no queremos caer en el abismo al que las cada vez mayores desigualdades y el cambio climático nos están abocando (Ovejero, 2022b). De ahí que hoy día sea imprescindible fomentar desde la escuela la cooperación solidaria como forma eficaz de hacer frente al neoliberalismo y a sus prácticas egoístas y competitivas. Y para ello nada mejor que la implementación en las aulas de métodos de aprendizaje cooperativo, que, no olvidemos, cuando es crítico, es mucho más que una mera y eficaz técnica pedagógica. En efecto, el aprendizaje cooperativo crítico (Ovejero, 2017a, 2018), no solo consigue que los estudiantes aprendan más y mejor, sino que además los capacita para aplicar lo aprendido a las esferas laboral, social y política, de forma que ello les ayudará a ser más críticos, más libres y más independientes, a la vez que contribuirá a que la sociedad en su conjunto sea más cooperativa y más solidaria, y, por consiguiente, más democrática.

La eficacia del aprendizaje cooperativo va más allá del ámbito escolar y afecta a la convivencia ciudadana, a la democracia y al tipo de sociedad que queremos construir. Porque, como escriben Johnson, Johnson y Holubec (1999, p. 26), “la cooperación es algo más que un método de enseñanza; es un cambio básico en la estructura organizativa que afecta a todos los aspectos de la vida en el aula”. La escuela, a través del aprendizaje cooperativo, debe ser una forma de construir sujetos democráticos y críticos que sean capaces, por una parte, de entender el complejo mundo en que les ha tocado vivir e interpretar adecuadamente la estrategias utilizadas por los poderosos en su propio beneficio a costa de la mayoría de la población; y, por otra parte, que sean capaces de adquirir las competencias suficientes para defender sus intereses y hacerlo de la única forma en que es posible, que es cooperando con los demás y siendo solidarios con ellos. Sólo unos ciudadanos así podrán construir una democracia real.

Los efectos de la implementación del aprendizaje cooperativo en el aula son básicamente los siguientes (Ovejero, 1990; 2018a): 1) a nivel individual, mejora el rendimiento escolar, la motivación intrínseca, la capacidad de cooperación; 2) a nivel interpersonal y grupal, mejoran las relaciones entre los compañeros, aumenta la cohesión grupal y se reduce la violencia escolar; 3) a nivel organizacional, la participación de sus miembros mejora la toma de decisiones, aumenta la satisfacción organizacional y crece su responsabilidad; y 4) a nivel social, todo lo anterior influye, en mayor o menor medida y a medio y largo plazo, en una transformación positiva de la sociedad, haciéndola más cooperativa, más solidaria y más democrática.

Tengamos presente que la cooperación solidaria, la ayuda mutua, sigue siendo lo que nos salve de la catástrofe en la que caeremos si no tomamos con urgencia las medidas oportunas (Ovejero, 2022b). De ahí la enorme importancia del aprendizaje cooperativo, pues indiscutiblemente la escuela es el contexto idóneo donde podemos aprender, enseñar y entrenar la cooperación y la ayuda mutua. Al fin y al cabo, el ser humano tiene dos gestaciones: la primera, que es biológica, dura unos nueve meses y tiene lugar en el útero de la madre, y es muy incompleta, de tal manera que, al finalizar, somos arrojados al mundo a medio hacer y con una enorme indefensión. Y es la segunda gestación, que es social y cultural, la que nos completa, convirtiéndonos en personas. Es precisamente a través de la educación y la socialización como hemos pasado de ser el organismo meramente biológico que éramos al nacer a ser la persona que somos ahora. Y en esta segunda gestación o socialización, el aprendizaje de la cooperación debe ocupar un lugar protagonista. De hecho, como ya se ha dicho, a pesar de haber nacido muy indefensos y vulnerables, hemos podido sobrevivir hasta hoy día. Ello ha sido posible por nuestro alto nivel de cooperación solidaria y de apoyo mutuo, como demostró Piotr Kropotkin (1902/2005). Actualmente, la solución a los problemas mencionados sigue estando en la cooperación solidaria y en el apoyo mutuo (Ovejero, 2021b; 2022c). Y la escuela debe contribuir a ello implementando en las aulas los métodos de aprendizaje cooperativo crítico. Algo de ello ya hicieron, avant la letre, las colectividades libertarias españolas (Ovejero, 2017a, 2017b)

De hecho, numerosos estudios muestran que la implementación del aprendizaje cooperativo en el aula es un primer paso construir una sociedad más cooperativa, más solidaria y más democrática, consiguiendo que, frente a los valores neoliberales (individualismo, egoísmo, competición), se potencien otros valores bien distintos (cooperación, tolerancia, altruismo, solidaridad y espíritu crítico).

Más aún, existe un alto consenso en que la escuela debe ser un instrumento de cohesión social y de integración democrática. Por ello, su función no tiene que ser sólo la de enseñanza-aprendizaje, sino que también debe abarcar otras relacionadas con el proceso de socialización, con el fomento del pensamiento crítico y con la enseñanza de valores como la tolerancia hacia quienes son diferentes y hacia los que piensan de forma distinta, contribuyendo con ello a la reducción de las conductas excluyentes, hostiles y violentas y a la facilitación de comportamientos de amistad. De ahí que diferentes estudios, no todos específicamente sobre aprendizaje cooperativo, muestran que unas buenas relaciones sociales dentro y fuera del aula reducen también las tasas de acoso escolar (Moral y Ovejero, 2021; Yubero, Larrañaga, Ovejero y Navarro, 2016; Yubero, Navarro, Elche, Larrañaga y Ovejero, 2017) e incluso mejoran los problemas inherentes al autismo (Rodríguez-Medina, Martín-Antón, Carbonero y Ovejero, 2016). Dado que fomenta el pensamiento crítico, la tolerancia y la solidaridad, el aprendizaje cooperativo es algo intrínsecamente subversivo en la actual sociedad neoliberal.

 

4. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN

 

Como hace unos años escribiera Peter McLaren (1990), lo que está consiguiendo el neoliberalismo es «el desmantelamiento deconstructivo del proyecto de la Ilustración». Y, paradójicamente, la universidad está siendo convertida en un arma eficaz para tal desmantelamiento, siendo dramáticos los efectos que está teniendo el asalto neoliberal a la educación superior. De hecho, la consecuencia de todo ello es que el neoliberalismo está consiguiendo estas tres cosas en nuestras universidades: a) reducir mucho su potencial crítico y de construcción de una sociedad realmente democrática; b) hacer que sirva exclusivamente a sus propios intereses, preparando a los estudiantes exclusivamente para el sistema productivo; y c) obtener beneficios económicos, en la medida en que esa educación superior -al igual que la sanidad- pasa de ser un servicio público a ser un negocio privado. Todo ello lleva a una crisis de civilización, pues como dice Rob Rieman (en Tomàs, 2023), la raíz de todas las crisis es la crisis de la educación. Ya dijo Nietzsche que la crisis de la civilización era inevitable porque la Universidad se había reducido a lo que era bueno para el Estado y para la Economía. Si eso ya era así hace 150 años, mucho más lo es hoy día. Y, como añade Rieman, las Universidades son responsables de la estupidez que ha invadido nuestras sociedades. De ahí la necesidad de que la escuela en general y la Universidad en particular, fomenten la cooperación, la solidaridad y el pensamiento crítico. Los intelectuales han sido sustituidos por los influencers, con sus fake news, su baja altura intelectual y su pobre nivel cultural. Por tanto, una de las cosas que debería hacer la escuela es conseguir que el alumnado lea más libros y abandonen a los influencers, la cultura superficial de Internet y la polarización de las redes sociales, donde cada uno escucha solo lo que quiere escuchar y se cree a pies juntillas todo lo que coincide con sus prejuicios, con sus filias y sobre todo con sus fobias (Ovejero, 2023). Sin duda, Internet es un instrumento de gran ayuda, pero no puede de ninguna manera sustituir a los buenos libros, ni a la escuela.

Pero ¿cuáles deben ser los objetivos de la educación superior? ¿Incluir cada año más artículos en revistas JCR/Q1 y conseguir más patentes y contratos con grandes multinacionales? Muy poco me parece. Se olvida con demasiada frecuencia que la educación superior debe ser un servicio público y que, por tanto, entre sus primeros objetivos deben encontrarse la mejora de la sociedad y el enriquecimiento de la propia democracia, para lo que debe tener un gran protagonismo la cooperación solidaria y el entrenamiento del pensamiento crítico del alumnado. No olvidemos, como dice Toni Morrison (2001, p. 278) que

si la universidad no toma con seriedad y rigor su función como guardiana de libertades cívicas más amplias, como indagadora de problemas éticos de creciente complejidad, como servidora y preservadora de prácticas democráticas más profundas, entonces algún otro régimen o grupo de regímenes lo hará por nosotros, a nuestro pesar y sin nuestra colaboración.

De hecho, y ello forma parte de ese ataque del neoliberalismo a la educación superior que estoy comentando en este artículo, tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido y en otros países, las matrículas están subiendo de precio, el porcentaje de profesorado con contrato indefinido está disminuyendo y aumentando el profesorado con contrato temporal, la financiación de las humanidades se está reduciendo, y el conocimiento se está mercantilizando a la vez que está desapareciendo el interés de la educación superior por enseñar y por fomentar y entrenar tanto las capacidades críticas del alumnado como los valores con los que se construye la convivencia y una democracia plena. Al actual capitalismo neoliberal le interesa la educación superior solo en la medida en que sirve para mejorar el rendimiento empresarial y el beneficio económico. Al fin y al cabo, como ya se ha dicho aquí, hoy día la enseñanza universitaria persigue principalmente producir capital humano para la economía, con la excusa de que su función principal es que el alumnado mejore sus posibilidades de inserción laboral. Sin embargo, sorprendentemente, hoy día, cuando los poderes neoliberales han convencido a la mayoría de los jóvenes de que los títulos universitarios deben servir exclusivamente para mejorar la posición en el mercado laboral, es cuando más difícil les resulta a los graduados, en especial a los que provienen de la clase trabajadora, hacer que eso sea una realidad.

No olvidemos que “una democracia sustantiva requiere ciudadanos capaces de reflexionar sobre sí mismos y de elaborar una crítica social” (Giroux, 2018a, p. 95). Y exige también, como añade el propio Giroux (p. 253) que

un movimiento a favor de la democracia debe desafiar la erosión de los vínculos sociales, el deterioro de la cohesión comunal y el debilitamiento de la responsabilidad social que han tenido lugar bajo el aparato neoliberal que promueve la desregulación, la privatización y la desindividualización.

Por eso, es precisamente en este contexto cuando más útil y hasta necesaria resulta la implementación de los métodos de aprendizaje cooperativo crítico en todos los niveles educativos.

Debemos tener claro qué tipo de sociedad y qué tipo de democracia queremos, si preferimos una sociedad justa, igualitaria, cooperativa y solidaria o una sociedad individualista, injusta, competitiva y egoísta. Si preferimos la segunda opción, podemos seguir la ruta que nos marca el actual neoliberalismo. Pero si optamos por la primera, debemos enfrentarnos abiertamente a ese neoliberalismo y a sus políticas que tan duramente están atacando a la educación pública en general y a la superior en particular, y debemos llevar a cabo prácticas educativas dentro del aula que hagan posible ese tipo de sociedad que preferimos. Y entre esas prácticas, el aprendizaje cooperativo crítico debería desempeñar un papel absolutamente protagonista.

BIBLIOGRAFÍA

Alexander, M. (2014). El color de la justicia: La nueva segregación racial en Estados Unidos. Capitán Swing.

Blackmon, D. A. (2009). Slavery by another name. Anchor Books.

Cherryholmes, C. H. (1999). Poder y crítica: Investigaciones postestructurales en educación. Ediciones Polmares-Corredor.

Chomsky, N. (2001). El beneficio es lo que cuenta: Neoliberalismo y orden global. Crítica.

Chomsky, N. (2013). El trabajo académico, el asalto neoliberal a las universidades y cómo debería ser la educación superior. Bajo el Volcán, 13(21), 121-134.

Chomsky, N. (2016). La (des)educación. Crítica/Planeta.

Chomsky, N. (2017). Requiem por el sueño americano. Sexto Piso.

Chomsky, N. y Herman, E. S. (2013/1988). Los guardianes de la libertad. Planeta.

Chossudovsky, M. (2002). Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial. Siglo XXI.

Dewey, J. (2004/1916). Democracia y educación: Una introducción a la filosofía de la educación. Morata.

Giroux, H. (1990). Los profesores como intelectuales: Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje. Paidós.

Giroux, H. (2017). Rethinking Higher Education in a Time of Tyranny? Revista Científica de Investigación educativa de la UNAE, 2, 13-19. http://repositorio.unae.edu.ec/bitstream/56000/227/1/runae%202017-12-15-31%20ed.2-%20diciembre%202017.pdf

Giroux, H. (2018a), La guerra del neoliberalismo contra la educación superior. Herder (original, 2014).

Giroux, H. (2018b). The Public in Peril: Trump and the Menace of American Authoritarianism. Routledge.

Johnson, D. W., Johnson, R. y Holubec, E. J. (1999). El aprendizaje cooperativo en el aula. Paidós.

Klein, N. (2007). La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre. Paidós.

Kropotkin, P. (2005/1902). El apoyo mutuo. Un factor de la evolución. Instituto de Estudios Anarquistas.

Kruger, J. y Dunning, D. (1999). Unskilled and Unaware of It: How Difficulties in Recognizing One's Own Incompetence Lead to Inflated Self-Assessment. Journal of Personality and Social Psychology, 77, 1121-34. Doi: 10626367

Mayer, J. (2017). Dark Money: The Hidden History of the Billionaires Behind the Rise of the Radical Right. Anchor.

McLaren, P. (1990). Prefacio. Teoría crítica y significado de la esperanza. En H. Giroux, Los profesores como intelectuales. Paidós.

Moral, M. V. y Ovejero, A. (2021). Adolescents’ Attitudes to Bullying and its Relationship to Perceived Family Social Climate. Psicothema, 33(4), 579-586. doi: 10.7334/psicothema2021/45

Morrison, T. (2001). How can values be taught in this univesirty. Michigan Quarterly Review, 40(2), 273-278.

Ovejero, A. (1990). El aprendizaje cooperativo: Una alternativa eficaz a la enseñanza tradicional. PPU.

Ovejero, A. (2000). Ortega y la Postmodernidad: Elementos para la construcción de una psicología postpositivista. Biblioteca Nueva.

Ovejero, A. (2014). Los perdedores del nuevo capitalismo: Devastación del mundo del trabajo. Biblioteca Nueva.

Ovejero, A. (2017a). Autogestión para tiempos de crisis: Las colectividades libertarias: Ejemplo y utilidad de las colectividades libertarias. Biblioteca Nueva.

Ovejero, A. (2017b). Las colectividades libertarias en España (1936-1938): un caso de autogestión obrera único en la historia moderna. Athenea Digital, 17(2), 201-235. https://doi.org/10.5565/rev/athenea.1893

Ovejero, A. (2018). Aprendizaje cooperativo crítico: Mucho más que una mera técnica pedagógica. Pirámide.

Ovejero, A. (2020). Fracaso escolar y reproducción social: la cara oscura de la escuela. Creative Commons [acceso gratuito a través de este enlace: anastasio.ovejero.net].

Ovejero, A. (2021a). Escuela y democracia: el aprendizaje cooperativo críticoAula Libre, 2, pp. 11-22. https://aulalibrefes.files.wordpress.com/2021/06/escuela-y-democracia-el-aprendizaje-cooperativo-critico.pdf

Ovejero, A. (2021b). Kropotkin como antídoto contra la actual hegemonía neoliberal. Revista Libre Pensamiento, 108, 27-33. https://archivo.librepensamiento.org/wp-content/uploads/2022/01/Libre-Pensamiento-108.pdf

Ovejero, A. (2022a). Desigualdad y pobreza en el mundo actual. Creative Commons [acceso gratuito en: anastasio.ovejero.net].

Ovejero, A. (2022b). La cooperación solidaria y el apoyo mutuo como vías de solución a nuestros principales problemas. Universidad de Valladolid, Lección inaugural del Curso Académico, 2022-2023.

Ovejero, A. (2022c). Imitemos a la naturaleza: Utilidad de Kropotkin para enfrentarnos con éxito al neoliberalismo. En Hevia, A. y Tejón, C. J. (Coord.): Un lugar llamado solidaridad. El legado de Kropotkin. Neurosis o Las Barricadas Ediciones.

Ovejero, A. (2023), El aprendizaje cooperativo crítico: Un instrumento eficaz para combatir las falsas noticias. En Nicolás, J. A. y García, F. (Eds.), El reto de la posverdad (pp. 363-378). Editorial Sindéresis.

Piketty, T. (2021). Breve historia de la igualdad. Deusto.

Rieman, R. (2023). El arte de ser humanos. Taurus.

Rodríguez-Medina, J., Martín-Antón, L.J., Carbonero, M.A. y Ovejero, A. (2016), Peer-Mediated Intervention for the Development of Social Interaction Skills in High-Functioning Autism Spectrum Disorder: A Pilot Study. Frontiers in Psychology (Section Educational Psychology), 23(7). doi: 10.3389/fpsyg.2016.01986

Tomàs, N. (16 de septiembre de 2023). Rob Riemen: “La gran estupidez de la izquierda ha sido aceptar el neoliberalismo”. eldiario.es. https://www.eldiario.es/cultura/rob-riemen-gran-estupidez-izquierda-sido-aceptar-neoliberalismo-cat-insta_128_10519607.html

Torres, A. (14 de mayo de 2019). La crisis de la escuela es la crisis de la democracia. El País. https://elpais.com/sociedad/2019/05/09/actualidad/1557407024_184967.html

Torres, P. (17 de mayo de 2019). El nuevo analfabetismo. Ignorancia sofisticada y ausencia total de pensamiento propio. Fronterad. https://www.fronterad.com/el-nuevo-analfabetismo-ignorancia-sofisticada-y-ausencia-total-de-pensamiento-propio/

Yubero, S., Larrañaga, E., Ovejero, A. y Navarro, R (2016). Loneliness, parent-child communication and cyberbullying victimization among Spanish youths. Computers in Human Behavior, 65, 1-8. https://doi.org/10.1016/j.chb.2016.08.015

Yubero, S., Navarro, R., Elche, M., Larrañaga, E. y Ovejero, O. (2017). Cyberbullying victimization in higher education: An exploratory analysis of its association with social and emotional factors among Spanish students. Computers in Human Behavior, 75, 439-449. https://doi.org/10.1016/j.chb.2017.05.037