Diseño de una intervención familiar a partir del modelo sistémico
Daniel Galán Rello
Trabajador Social y Agente de Desarrollo Local en el Ayuntamiento de Logroño, La Rioja España.
e-mail: danielgalanrello@gmail.com
En el campo de la acción social, la intervención con familias en riesgo de exclusión social es prioritaria. La evaluación del riesgo del sistema familiar busca identificar elementos que amenacen el bienestar y funcionamiento familiar, detectando factores de riesgo y, por otro lado, factores protectores que ayudan a mitigar estos riesgos y promover el bienestar familiar. El modelo de intervención sistémico considera a la familia como un sistema complejo de subsistemas interrelacionados. Adoptando una perspectiva holística, se analizan tanto los problemas familiares como su contexto social más amplio para desarrollar estrategias efectivas y centradas en fortalecer a la familia. Estas estrategias son adaptadas a las necesidades específicas de cada familia para maximizar su efectividad.
Palabras clave: intervención familiar, modelo sistémico, familia, factores de riesgo y protección.
In the field of social action, intervention with families at risk of social exclusion is a priority. The risk assessment of the family system seeks to identify elements that threaten family well-being and functioning, detecting risk factors and, on the other hand, protective factors that help mitigate these risks and promote family well-being. The systemic intervention model considers the family as a complex system of interrelated subsystems. Adopting a holistic perspective, both family problems and their broader social context are analyzed to develop effective strategies focused on strengthening the family. These strategies are adapted to the specific needs of each family to maximize their effectiveness.
Keywords: family intervention, systemic model, family, risk and protective factors.
INTRODUCCIÓN
La intervención con familias en situación y/o riesgo de exclusión social es un pilar fundamental de la acción social. Evaluar el riesgo que presenta una familia implica desvelar aquellos elementos que podrían poner en peligro su bienestar y buen funcionamiento. Se trata de un proceso de análisis que permite detectar a tiempo aquellos factores que podrían aumentar la probabilidad de que la familia experimente un funcionamiento deficiente (Luján et al., 2013). Este análisis desde el modelo sistémico proporciona valiosas claves para comprender e intervenir en la compleja red de relaciones entre sus miembros, tanto desde una perspectiva sincrónica, es decir, en el presente inmediato, como desde una perspectiva diacrónica, considerando su evolución histórica. El análisis sistémico relacional no solo describe las relaciones familiares, sino que también observa cómo estas relaciones impactan en el funcionamiento general de la familia (Soldevilla et al., 2024).
En otras palabras, este proceso tiene como objetivo identificar las barreras que podrían obstaculizar la armonía y la estabilidad del hogar. Los factores de riesgo actúan como multiplicadores del riesgo psicosocial, creando un círculo vicioso donde las dificultades se intensifican mutuamente. Se refieren a las características psicológicas, biológicas y sociales que incrementan la probabilidad de que estos puedan surgir y desarrollarse.
Por tanto, los factores de riesgo se perfilan como elementos determinantes que causan o aumentan la probabilidad de padecer problemas comunes. A diferencia de meras asociaciones, estos factores poseen un vínculo causal comprobado, lo que significa que no son una simple coincidencia, sino que ejercen una influencia directa sobre la aparición de un problema. (Amar et al., 2003).
El estrés familiar afecta a múltiples dimensiones como la salud mental parental, las prácticas de crianza y el desarrollo socioemocional de los hijos. Abidin (1992) recoge tres fuentes principales de estrés dentro del sistema familiar:
· Características del menor: Las características del menor, como la edad, el sexo, el temperamento y la conducta, son aspectos fundamentales que influyen en su desarrollo, comportamiento y bienestar.
· Características de los progenitores: Estas características, que van desde la edad y la satisfacción vital hasta los estilos de afrontamiento y la percepción de competencias parentales, influyen significativamente en la dinámica familiar y en la capacidad de los padres para criar a sus hijos de manera efectiva.
· Factores sociodemográficos: Los factores sociodemográficos, como la monoparentalidad, la precariedad económica, la falta de apoyo y la ausencia de redes de apoyo, representan desafíos importantes para el bienestar y la funcionalidad familiar. Estos factores pueden generar estrés, limitar las oportunidades y dificultar el acceso a recursos esenciales, impactando negativamente en la crianza de los hijos y en el desarrollo general de la familia.
El estrés familiar, desde el marco teórico del modelo sistémico, se conceptualiza como un fenómeno que trasciende la esfera individual de sus miembros, permeando la totalidad del sistema familiar. Este enfoque sistémico reconoce a la familia como un sistema complejo e interconectado, donde las emociones, comportamientos y problemáticas de cada individuo influyen y son influenciadas por las de los demás miembros.
La interdependencia entre los miembros de una familia significa que el estrés de un solo individuo puede alterar a todo el sistema familiar en su conjunto, afectando a todos sus miembros. Las interacciones familiares están caracterizadas por ciclos de retroalimentación, que pueden ser tanto positivos como negativos. Una retroalimentación negativa se produce cuando el estrés de un miembro desencadena comportamientos que elevan el estrés en otros, generando un bucle que perpetúa y amplifica la tensión dentro del sistema familiar (Páez-Cala, 2019). Las familias tienden a buscar un estado de equilibrio u homeostasis. Sin embargo, cuando el estrés es elevado, este equilibrio puede ser perturbado, llevando a la familia a intentar diferentes estrategias para restaurar la estabilidad, algunas de las cuales pueden ser disfuncionales, como la evitación de conflictos o la sobreprotección de ciertos miembros.
Al conocer estos factores, las familias y los profesionales que las apoyan pueden identificar las dificultades que afectan su funcionamiento y trabajar conjuntamente para abordar y corregir estas estrategias disfuncionales. Aunque estos factores no determinan de manera absoluta la aparición de problemas, sí crean un entorno propicio para poder tomar medidas preventivas y correctivas para evitar que estos factores se conviertan en problemas más graves.
Para alcanzar este objetivo, la evaluación del riesgo familiar se centra en:
· Analizar las dinámicas de interacción entre los miembros de la familia, incluyendo la comunicación, la resolución de conflictos y la expresión de emociones.
· Identificar modelos de comportamiento que podrían ser indicadores de riesgo, como actitudes violentas, abuso de sustancias o el abandono emocional.
· Evaluar los factores externos que podrían afectar a la familia, como dificultades económicas, laborales y/o problemas de salud.
En este contexto, en la evaluación del riesgo familiar, se puede determinar la urgencia en la necesidad de intervención y la intensidad de las acciones para abordar los problemas identificados.
Si bien la presencia de factores de riesgo en el entorno familiar puede aumentar la probabilidad de disfuncionalidad, es importante reconocer que las familias también poseen fortalezas que actúan como factores de protección. Estos factores protectores pueden mitigar o incluso eliminar el impacto negativo de los riesgos, promoviendo el bienestar familiar.
Los factores de protección se pueden definir como las actitudes, situaciones y comportamientos personales y grupales que se desarrollan en un entorno social y que abarcan aspectos como la salud, la educación, la vivienda, el afecto y hábitos saludables. (Amar et al., 2003. p. 114). Representan un conjunto de elementos que influyen en el bienestar general de los individuos y grupos. Las actitudes reflejan las disposiciones mentales y emocionales; las situaciones se refieren a las condiciones y circunstancias de vida; y los comportamientos incluyen las acciones y reacciones tanto a nivel individual como colectivo.
La identificación de tanto los factores de riesgo como los protectores en el contexto familiar es fundamental para diseñar estrategias de intervención eficaces. Al conocer y comprender las fortalezas y debilidades de cada familia, se pueden desarrollar planes de intervención personalizados que refuercen la resiliencia familiar, promuevan la estabilidad y un desarrollo familiar positivo.
METODOLOGÍA
Modelo de intervención sistémico.
El modelo de intervención sistémico con familias es un enfoque que reconoce a la familia como un sistema abierto compuesto por distintos subsistemas interconectados en donde se ejercen relaciones de influencia e interacción mutua que determinan su funcionamiento y desarrollo. En este modelo, cobra especial importancia trabajar con el sistema familiar en su conjunto en lugar de centrarse en los individuos de manera aislada. Las interacciones que realicen entre los distintos miembros y con otros sistemas, determinarán la funcionalidad o no de las mismas.
A este respecto, la perspectiva holística hace referencia a que cada sistema familiar ha de tomarse en consideración en su contexto más amplio, teniendo en cuenta factores culturales, sociales, económicos, individuales de cada uno de sus miembros que pueden estar afectando la dinámica familiar. En el ámbito de la intervención con familias en situación y/o riesgo de exclusión social, adoptar una perspectiva holística implica ir más allá de un análisis fragmentado de los factores de riesgo y protección. Esto significa entender la familia como un sistema complejo, en el que cada miembro y sus interacciones están interrelacionados, y en el que los problemas emergen de las dinámicas relacionales y del contexto en el que la unidad familiar se desarrolla (Escartín et al., 1997).
Este tipo de perspectiva proporciona una comprensión más detallada de las dinámicas familiares y su interacción con el contexto social, lo que facilita el desarrollo de estrategias de intervención más efectivas, preventivas y orientadas al empoderamiento familiar.
Todas las personas se relacionan e interactúan en determinados sistemas cuyos elementos se encuentran interrelacionados, de esta forma, lo que afecta a un individuo modifica la totalidad del sistema, es decir, que la situación problema que se manifiesta en un miembro del sistema, afecta al funcionamiento global del sistema.
La intervención desde el modelo sistémico está dirigida al análisis y cambio de las dinámicas familiares que refuerzan la situación, problema, más que el problema en sí mismo (Trujano, 2010).
Las familias, como sistemas complejos, poseen una dinámica interna que busca mantener el equilibrio. La homeostasis familiar es un proceso dinámico que busca el equilibrio ante los cambios. Cuando se produce un cambio dentro del sistema familiar, sus miembros tienden a adoptar comportamientos y conductas que mantengan las características del sistema. En ocasiones, estos cambios se integran exitosamente en el sistema familiar. La clave para este tipo de adaptación radica en roles bien definidos, aceptados y complementarios, que permitan a la familia fluir al ritmo de las nuevas circunstancias (Segado, 2012).
Los subsistemas u holones familiares (Koestler, 1979), son elementos esenciales para comprender el funcionamiento de este complejo universo. Los holones familiares no son entidades aisladas, sino que se interrelacionan de forma compleja. La dinámica entre ellos determina en gran medida el funcionamiento de la familia. Minuchin y Fischman (1984), realizan la siguiente clasificación:
· Subsistema conyugal: Este subsistema representa el núcleo central de la familia y está constituido por la pareja. Es un espacio fundamental de intimidad y amor donde se forjan las bases emocionales y afectivas que sostienen a la familia. Además, es en este ámbito donde se toman decisiones cruciales para el bienestar y el desarrollo del sistema familiar en su totalidad. La calidad de la relación conyugal influye significativamente en la estabilidad y la salud emocional del resto de los miembros de la familia, ya que sirve como modelo de relación y apoyo mutuo. (p.30).
· Subsistema parental: Este subsistema está compuesto por los progenitores y los hijos, y juega un papel crucial en la dinámica familiar. Se desarrollan las tareas de crianza, educación y transmisión de valores esenciales. Las interacciones entre padres e hijos son vitales para el desarrollo emocional y social de los menores, ya que establecen el marco de referencia para su crecimiento y aprendizaje. A través de este subsistema, se imparten las normas y expectativas que guían el comportamiento de los hijos, además de proporcionar el apoyo y la seguridad necesarios para su desarrollo integral. La calidad de las relaciones parentales influye directamente en la formación de la identidad y autoestima de los hijos, así como en su capacidad para formar relaciones saludables fuera del núcleo familiar. (p.32).
· Subsistema fraternal: El espacio de los hermanos constituye una zona de complicidad, competencia, apoyo y aprendizaje mutuo dentro de la familia. Las relaciones entre hermanos desempeñan un papel crucial en el desarrollo de la autoestima, la capacidad para resolver conflictos y el desarrollo de habilidades sociales. Es a través de estas interacciones que los hermanos aprenden a negociar, compartir y colaborar, construyendo vínculos que son fundamentales para su crecimiento emocional y social. (p.33).
· Subsistema individual: Cada miembro de la familia es también un individuo con necesidades, deseos y metas propias. El desarrollo personal de cada uno no solo satisface estas aspiraciones individuales, sino que también enriquece el sistema familiar en su totalidad. Esta dinámica permite que cada persona contribuya con sus habilidades y talentos únicos, fortaleciendo así el tejido familiar y fomentando un ambiente de apoyo mutuo y crecimiento compartido. (p.27).
Análisis del papel del profesional en el modelo de intervención sistémico
En este modelo de intervención, el profesional realiza un análisis del sistema familiar y de las relaciones existentes entre sus miembros, pasando también a formar parte del sistema (Escartín, 1998). Su análisis se centra en la naturaleza de las interacciones entre los individuos y todos los niveles del sistema en los que interactúa. Mediante este enfoque, se analizan tanto las relaciones entre dos miembros (diadas), como las interacciones más complejas que incluyen a múltiples miembros del sistema familiar.
El papel del profesional en este modelo va a ser de facilitador del cambio en la dinámica familiar, prestando los apoyos necesarios a la familia para que puedan identificar y modificar pautas disfuncionales. Para ello, y en colaboración con la familia, se va a encargar de desarrollar las estrategias más adecuadas para resolver sus problemas mediante el uso y capacitación de las potencialidades de cada uno de los miembros. En vez de imponer sus criterios o soluciones, el profesional sistémico trabaja en un marco de colaboración y participación con la familia para entender su dinámica y funcionamiento.
El marco o contexto de relación entre el profesional y el usuario más adecuado para este modelo es el contexto terapéutico (Rodríguez, 2003). En este entorno, se fomenta la creación de un espacio seguro y de confianza que permite a los miembros de la familia expresar sus pensamientos y emociones sin temor a ser juzgados. Con la finalidad de facilitar la libre comunicación y el intercambio de experiencias, lo que va a permitir a cada individuo identificar y abordar sus dificultades personales y relacionales de manera abierta y constructiva. Además, el profesional se asegura de establecer una atmósfera de respeto y empatía, donde cada miembro se sienta valorado y escuchado, promoviendo así una dinámica de apoyo mutuo y colaboración dentro de la familia.
El profesional en este modelo tiene un enfoque en la observación y la comprensión de los procesos interpersonales y de la dinámica familiar, reconociendo que cada miembro de la familia cumple una función y posee una influencia importante en el sistema como un todo. El profesional debe tener la habilidad de poder identificar aquellas pautas y patrones familiares que retroalimentan las conductas disfuncionales y problemáticas. Una vez identificadas, debe poder intervenir mediante acciones específicas para romper esos ciclos.
Por otra parte, el profesional también debe actuar como un puente entre los sistemas formales de apoyo y las redes de apoyo informal que existen en el seno de la comunidad. Su labor es crucial para el buen funcionamiento de ambos sistemas y para fomentar la creación de nuevas redes de apoyo que fortalezcan a las familias en situación de vulnerabilidad (Rodrigo et al., 2008). En el apoyo a la familia es fundamental tejer una red de colaboración con diversos actores y organizaciones: como la escuela, centros de salud, entidades sociales y grupos comunitarios. Las redes de apoyo tienen como objetivo unificar los esfuerzos y optimizar los recursos disponibles para cada sistema familiar. El profesional, como nexo entre la familia y la comunidad, facilita el acceso a aquellos servicios que puedan ayudar en el propósito de su intervención. Además, promueve la participación de la familia en programas de apoyo comunitario, fomentando su empoderamiento y autonomía.
La integración de estos apoyos es crucial para sostener los cambios logrados en la intervención realizada y fortalecer las capacidades de la familia a largo plazo. Se trata de crear un ecosistema de soporte que responda a las necesidades únicas de cada familia, permitiéndoles enfrentar los desafíos y alcanzar su máximo potencial (Frías et al., 2003).
Evaluación del riesgo
La evaluación del riesgo psicosocial en familias es un proceso fundamental para identificar el grado de vulnerabilidad y las posibles amenazas que afectan el bienestar emocional y social de cada uno de los miembros de la familia y en su conjunto. A partir de la identificación de los factores de riesgo y siguiendo la clasificación de Gómez y Kotliarenco (2010), existen tres niveles de riesgo: bajo, medio y alto.
Las familias con bajo riesgo se caracterizan por su capacidad para afrontar las dificultades sin que estas comprometan su bienestar general. A pesar de que pueden enfrentar desafíos, cuentan con recursos y redes de apoyo sólidas que les permiten abordarlos de manera efectiva.
El riesgo bajo se observa en aquellas familias que no enfrentan condiciones de vulnerabilidad significativas y donde el estrés surge de eventos específicos y puntuales que pueden resolverse con asistencia profesional.
Por otro lado, las familias con riesgo psicosocial medio se encuentran en una posición vulnerable en la que sí presentan dificultades significativas que afectan su bienestar integral. Estas dificultades se manifiestan en diversas áreas, incluyendo: el cuidado y capacidad para la atención de los menores, funcionamiento familiar, hábitos saludables, condiciones de vivienda inadecuadas y falta de redes de apoyo, entre otras. En el caso de las familias con riesgo alto, se encuentran en una situación de profunda vulnerabilidad, donde las dificultades se intensifican y se manifiestan en graves amenazas al bienestar integral de sus miembros, especialmente de los menores. En estas familias, la armonía y el equilibrio familiar se ven profundamente afectados por una serie de factores de grave negligencia, como pueden ser situaciones de maltrato infantil, violencia intrafamiliar, abuso de sustancias, incapacidad parental, etc.
Objetivos generales de intervención y principales líneas de actuación
Desde un enfoque sistémico, uno de los objetivos generales de la intervención es establecer un marco de interacción y de relaciones adecuadas y funcionales entre todos los miembros de la familia.
Dentro del sistema familiar, la dinámica relacional entre los distintos subsistemas que lo componen se caracteriza por la cronicidad de las interacciones de corte conflictivo entre sus miembros. Para su tratamiento, el profesional mantendrá entrevistas conjuntas e individuales con los miembros de la unidad familiar (Espinal et al., 2006).
Otra de las líneas de actuación, y en el marco de la protección de menores, es detectar e intervenir en una posible situación de desprotección de los menores. La negligencia y dejación de las funciones parentales y su cronicidad en el tiempo, tienen un impacto negativo en el desarrollo y bienestar de los menores. Los miembros más vulnerables de la familia, como son los menores, son los más propensos a sufrir las consecuencias negativas de este mal funcionamiento familiar (Luján et al., 2013).
Otro de los objetivos generales de la intervención sistémica es garantizar la cobertura de las necesidades básicas de la unidad familiar. Esto implica asegurar el acceso a bienes y servicios esenciales como alimentación, vivienda, empleo, salud y educación, para promover un nivel de vida digno y saludable para todos los miembros de la familia. Esta estrategia aborda la situación de manera integral, considerando las necesidades y potencialidades de cada miembro de la familia. La implementación de un enfoque integral y centrado en la familia busca fortalecer sus capacidades y brindarles las herramientas necesarias para alcanzar una mayor autonomía y mejorar su calidad de vida.
Técnicas aplicadas para el modelo de intervención sistémico.
Genograma
El genograma es una técnica de diagnóstico a partir de una representación gráfica similar a un árbol genealógico que muestra la información básica de al menos tres generaciones de una familia. Este diagrama incluye detalles sobre la estructura familiar, datos demográficos de sus miembros y las relaciones que existen entre ellos. De este modo, permite obtener rápidamente una gran cantidad de información, lo que facilita no solo el conocimiento de la familia, sino también la formulación de hipótesis sobre la relación entre el problema y el contexto familiar, la evolución del problema a lo largo del tiempo y su conexión con el ciclo vital de la familia, entre otros aspectos (Compañ, et al., 2012). El objetivo del genograma es organizar la información familiar a través de una línea de tiempo, mostrando eventos importantes y las relaciones entre los miembros. Su claridad permite al profesional tener una visión completa del sistema familiar, facilitando la identificación de problemas y la planificación de intervenciones efectivas (Gómez, 2008).
Ecomapa
Hartman (1979), define esta técnica de diagnóstico como la visión gráfica de la familia y su situación, destacando las conexiones significativas que fortalecen las relaciones, los conflictos entre la familia y su entorno, así como el flujo de recursos, las pérdidas y las privaciones. El Ecomapa se presenta como una herramienta valiosa para profesionales que trabajan con familias, ya que permite identificar personas e instituciones que influyen positiva o negativamente en la dinámica familiar. También permite visualizar de manera clara y ordenada los recursos de apoyo disponibles tanto dentro como fuera del entorno familiar. Y, por último, distinguir las influencias negativas que afectan a la familia, con el objetivo de modificarlas o eliminarlas (Garzón y Vargas, 2021).
Apgar familiar
Smilkstein (1978) creó esta escala que tiene como finalidad conocer cómo percibe el funcionamiento de su familia cada miembro del sistema familiar atendiendo a cinco preguntas o ítems relacionadas con: adaptación, participación, gradiente de recurso personal, afecto y recursos (Suárez y Alcalá, 2014). A cada uno de estos ítems se les asigna un puntaje de 0 a 4. Se debe aplicar a varios miembros y promediar las puntuaciones (Gobierno de La Rioja, 2005). Permite clasificar a las familias en:
· Buena función familiar: 10 a 20 puntos.
· Disfunción familiar leve: 14 a 17 puntos.
· Disfunción familiar moderada: 10 a 13 puntos.
· Disfunción familiar severa: menos de 9 puntos.
.
Cronograma. A través de él, el especialista analiza los acontecimientos más relevantes del sistema familiar, que están ordenados cronológicamente.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
La intervención sistémica con familias en situación o riesgo de exclusión social ha demostrado generar efectos positivos significativos en varios aspectos clave. En primer lugar, facilita mejoras sustanciales en la comunicación familiar al desarrollar habilidades que promueven una comprensión más profunda entre los miembros, una expresión más clara de necesidades individuales y una resolución efectiva de conflictos. La comunicación es un pilar fundamental en cualquier relación, y en el ámbito familiar cobra especial importancia. Una comunicación abierta, fluida y respetuosa es esencial para el bienestar individual y colectivo de los miembros de una familia. El modelo sistémico aporta herramientas valiosas para mejorar la comunicación familiar.
Además, se enfoca en las interacciones y dinámicas relacionales que generan estrés familiar, contribuyendo así a su reducción en todos sus miembros, mejorando su bienestar general. El modelo sistémico de intervención familiar se comporta como un informador, analizando minuciosamente las causas del estrés al identificar los patrones disfuncionales que lo perpetúan. Esto permite abordar las dinámicas relacionales generadoras de estrés, contribuyendo así a su reducción.
Esta intervención también tiene como objetivo fortalecer las relaciones familiares. Se busca crear un ambiente en el que el respeto, la empatía y el apoyo mutuo sean valores fundamentales. En este contexto, se trabaja en conjunto con la familia para desarrollar habilidades de comunicación efectiva, resolver conflictos de manera constructiva y promover la comprensión y el apoyo entre los miembros. Se busca crear un espacio de confianza en el que cada miembro de la familia se sienta seguro.
Finalmente, facilita el desarrollo de patrones de interacción más funcionales, lo que permite a las familias enfrentar desafíos y resolver problemas de manera más colaborativa y eficiente.
Finalmente, facilita el desarrollo de patrones de interacción más funcionales, lo que permite a las familias enfrentar desafíos y resolver problemas de manera más colaborativa y eficiente. Utilizando estas estrategias, se promueve el cambio positivo en la dinámica familiar y se fortalece la capacidad de la familia para adaptarse y crecer juntos.
En la intervención con familias en situación y/o riesgo de exclusión social desde el modelo sistémico, al abordar las dificultades presentes en el sistema familiar y fortalecer las relaciones entre sus miembros, puede contribuir significativamente a prevenir la aparición de problemas futuros. Al comprender las dinámicas relacionales que subyacen a los conflictos y promover patrones de interacción más saludables, se reduce la probabilidad de que surjan nuevos desafíos en el futuro (Luján et al., 2013, p. 86).
El éxito de la intervención sistémica con familias depende de diversos factores interrelacionados. Entre ellos destacan:
· Motivación familiar: La disposición y el compromiso de la familia para participar activamente en el proceso de intervención son fundamentales para el logro de resultados positivos.
· Relación profesional-familia: La calidad de la relación entre la familia y el profesional es esencial para generar confianza, empatía y un ambiente seguro donde se facilite el trabajo conjunto.
· Adecuación de las técnicas: La selección y aplicación de técnicas de intervención adecuadas a las necesidades específicas de cada familia son claves para alcanzar los objetivos propuestos.
· Compromiso con los cambios: El éxito de la intervención sistémica radica en el compromiso de la familia con los cambios propuestos y su disposición para implementar las estrategias aprendidas en su vida cotidiana.
CONCLUSIONES
La evaluación del riesgo familiar es un proceso fundamental para identificar las fortalezas y debilidades de cada familia, y para diseñar estrategias de intervención eficaces que promuevan el bienestar familiar.
Los factores de riesgo son aquellos elementos que aumentan la probabilidad de que la familia experimente un funcionamiento deficiente. Estos factores pueden ser psicológicos, biológicos o sociales.
Los factores de protección son aquellos elementos que mitigan o incluso eliminan el impacto negativo de los riesgos. Estos factores también pueden ser psicológicos, biológicos o sociales.
El modelo sistémico de intervención con familias es un enfoque que reconoce a la familia como un sistema abierto compuesto por distintos subsistemas interconectados. En este modelo, el profesional trabaja con el sistema familiar en su conjunto para identificar y modificar las pautas disfuncionales que mantienen los problemas.
La evaluación del riesgo familiar es un proceso complejo que requiere de una formación especializada. Es importante que los profesionales que trabajan con familias tengan un conocimiento profundo de los factores de riesgo y protección, así como del modelo sistémico de intervención.
Es importante tener en cuenta que la evaluación del riesgo familiar no debe ser un proceso estigmatizante para las familias. El objetivo de la evaluación es identificar las necesidades de la familia para poder brindarles el apoyo adecuado.
La intervención sistémica es un proceso colaborativo que requiere de la participación activa de todos los miembros de la familia. Es importante que el profesional establezca una relación de confianza con la familia y que trabaje en conjunto con ellos para encontrar soluciones a sus problemas.
Las estrategias de intervención deben ser personalizadas y adaptadas a las necesidades específicas de cada familia. No existe una única solución que funcione para todas las familias.
Es importante evaluar el impacto de las intervenciones para asegurar que sean efectivas. Los profesionales deben recopilar datos sobre el progreso de la familia y realizar los ajustes necesarios en las estrategias de intervención según sea necesario.
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