Desarrollo sustentable, Negocios, Emprendimiento y Educación
ISSN: 2695-6098
Año 7 N.º 73 - Noviembre 2025
Formación emprendedora con enfoque territorial y sustentable: experiencia educativa para el desarrollo rural en estudiantes de administración
Lenin Orlando Salcido Bastidas
Universidad Autónoma de Sinaloa
ORCID: 0009-0005-4210-614X
leninsalcido@uas.edu.mx
Mónica Liliana Rivera Obregón
Universidad Autónoma de Sinaloa
ORCID: 0000-0001-7915-1423
Obregón.39@uas.edu.mx
Juan Miguel Cervantes Ahumada
Universidad Autónoma de Sinaloa
ORCID: 0009-0000-6652-7436
Juanmiguel.ahumada@uas.edu.mx
RESUMEN
El presente trabajo expone una experiencia educativa aplicada con estudiantes de la Licenciatura en Administración de Empresas, centrada en la generación de propuestas de emprendimiento social sustentable como respuesta a problemáticas detectadas en comunidades rurales y sectores vulnerables. A través del modelo de Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), se diseñó una estrategia formativa que permitió a los estudiantes vincularse con su entorno mediante el diagnóstico participativo, entrevistas y el diseño de negocios considerando la dimensión territorial, los valores éticos y la protección del medio ambiente. La propuesta se fundamenta en los principios de la Educación para el Desarrollo Sostenible (UNESCO, 2023), el emprendimiento social (Ashoka, 2018) y el enfoque de competitividad territorial sustentable. El proyecto promueve el desarrollo de competencias clave como liderazgo, innovación social, gestión de recursos locales y pensamiento estratégico. Entre los resultados preliminares destacan iniciativas centradas en la producción agroecológica, el reciclaje textil y centros de capacitación digital, con impactos positivos en el entorno y en la formación profesional de los estudiantes. Se concluye que la integración de metodologías activas, la participación de los estudiantes como agentes de cambio, y la orientación hacia contextos locales, son elementos clave para fortalecer la competitividad desde una perspectiva inclusiva y sustentable. Esta experiencia representa un modelo replicable de articulación entre docencia, investigación y compromiso social, alineado con las exigencias de la educación superior contemporánea, misma que pretende restaurar el tejido social.
Palabras clave: Emprendimiento social Desarrollo rural Educación superior Sustentabilidad Innovación educativa.
Entrepreneurial training with a territorial and sustainable focus: an educational experience for rural development in administration students
ABSTRACT
This paper presents an educational experience applied with students of the Bachelor’s Degree in Business Administration, focused on generating sustainable social entrepreneurship proposals in response to issues identified in rural communities and vulnerable sectors. Through the Project-Based Learning (PBL) model, a formative strategy was designed that enabled students to engage with their environment through participatory diagnosis, interviews, and business design considering territorial dimensions, ethical values, and environmental protection. The proposal is grounded in the principles of Education for Sustainable Development (UNESCO, 2023), social entrepreneurship (Ashoka, 2018), and the sustainable territorial competitiveness approach. The project promotes the development of key competencies such as leadership, social innovation, local resource management, and strategic thinking. Among the preliminary results are initiatives focused on agroecological production, textile recycling, and digital training centers, with positive impacts on both the environment and the professional development of the students. It is concluded that the integration of active methodologies, student participation as change agents, and orientation toward local contexts are key elements to strengthen competitiveness from an inclusive and sustainable perspective. This experience represents a replicable model of articulation between teaching, research, and social engagement, aligned with the demands of contemporary higher education, aiming to restore the social fabric.
Keywords: Social entrepreneurship Rural development Higher education Sustainability Educational innovation.
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas, la educación superior latinoamericana ha experimentado transformaciones significativas orientadas a fortalecer su papel como motor de desarrollo social, económico y territorial. Este proceso responde a la urgente necesidad de formar profesionales capaces de impulsar modelos productivos, inclusivos y sostenibles, articulados a los desafíos contemporáneos de justicia social, equidad y sustentabilidad (Corzo de Rodríguez, 2019). En la misma línea, Brundiers et al. (2021) propone un marco de competencias clave para la sostenibilidad en la educación superior, enfatizando la necesidad de que las universidades asuman un rol protagónico en la transformación social y territorial. El marco destaca la integración de competencias sistémicas, anticipatorias y estratégicas, así como la colaboración con actores locales para generar impacto real en los territorios.
En este marco, la práctica docente adquiere un papel estratégico como espacio para promover experiencias formativas conectadas con el entorno. Desde el ejercicio como docente en la Licenciatura en Administración de Empresas, se identifica la necesidad de que los futuros profesionistas no solo adquieran habilidades técnicas de gestión, sino que desarrollen una conciencia social y territorial que les permita diseñar soluciones viables a problemas reales de sus comunidades. Esta perspectiva retoma la idea de las Universidades Politécnicas Territoriales (UPT), que asumen la responsabilidad de contribuir al desarrollo integral de sus regiones mediante la participación activa en proyectos con impacto local, los cuales permiten a los estudiantes aplicar sus conocimientos en contextos reales y generar cambios significativos en su entorno (Corzo de Rodríguez, 2019).
Este enfoque reconoce que la formación ética, política y social del estudiantado debe integrar dimensiones cognitivas, culturales y ambientales en el currículo (Corzo de Rodríguez, 2019). Para ello, se requiere transformar el aula en un espacio de diálogo crítico y acción participativa, donde los estudiantes se conviertan en agentes de cambio capaces de interactuar directamente con sectores vulnerables y comunidades rurales.
El municipio de Guasave, Sinaloa, es una región con múltiples comunidades rurales, por lo que este tipo de proyectos son ideales para su aplicación. Su principal finalidad es integrar la formación profesional con la solución de problemáticas comunitarias reales, incluida la participación de estudiantes originarios de esas comunidades. De acuerdo con el INEGI (2020) y el Plan Municipal de Desarrollo 2022-2024, Guasave cuenta con 707 de las cuales 17 son localidades urbanas y 690 son localidades rurales, las cuales se encuentran dispersas geográficamente. Esta fragmentación dificulta el acceso a servicios básicos, por lo que estrategias móviles, como las brigadas universitarias, resultan más viables y costo-efectivas que desarrollar infraestructura fija en cada comunidad.
En este contexto, el presente trabajo describe una experiencia formativa con 15 estudiantes de la Licenciatura en Administración de Empresas, organizados en cinco equipos de tres integrantes, todos ellos originarios de comunidades rurales del municipio. A través de la asignatura, se adoptó el modelo de Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) para diseñar iniciativas de emprendimiento social sustentable, fundamentadas en diagnóstico participativo, observación comunitaria e innovación territorial. Esta estrategia no solo favoreció un enfoque ético y ambiental, sino que también fortaleció competencias clave como el liderazgo, la innovación social y la autogestión de los recursos locales.
El artículo se apoya en los principios de la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) propuestos por UNESCO (2017, 2024), así como en marcos de emprendimiento social legitimados por Ashoka (2018). Se argumenta que el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), junto con la vinculación activa con comunidades rurales, no solo fortalece la competitividad territorial de manera más inclusiva y sustentable, sino que también promueve la formación integral de los estudiantes al desarrollar competencias clave como liderazgo, pensamiento crítico, innovación social y gestión de recursos locales. Esta aproximación transforma el proceso educativo tradicional, orientándolo hacia experiencias significativas, soluciones a problemas reales y un compromiso activo con la sostenibilidad y el desarrollo comunitario.
Diversas investigaciones destacan que el espíritu emprendedor no constituye una característica innata, sino una competencia que se desarrolla y fortalece a través de procesos educativos contextualizados, pertinentes y orientados a la práctica (Ruiz Carrillo & León Serrano, 2018). En palabras de estos autores, “el sentido de innovar o abrir nuevas opciones empresariales es algo que cualquier persona puede aprender o perfeccionar, siempre que se ajuste a los requerimientos y particularidades del entorno” (Ruiz Carrillo & León Serrano, 2018, p. 23).
En este marco, la implementación de metodologías activas, como el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), se vuelve fundamental para vincular el conocimiento académico con las necesidades y características del entorno local. De manera complementaria, experiencias como el Diploma de Operador Socioeducativo en Economía Social y Solidaria (DOSESS) evidencian que el enfoque de comunidad de aprendizaje fortalece la implicación de los estudiantes como agentes de cambio, fomentando la creación de soluciones frente a problemáticas locales y el desarrollo de competencias colaborativas, críticas y sociales, en consonancia con los principios de la educación popular y la economía social (Altschuler et al., s.f., p. 87).
No obstante, persisten desafíos para consolidar prácticas educativas que superen modelos verticales y descontextualizados, y que logren integrar la dimensión territorial, la sostenibilidad y la pertinencia social de forma transversal en la formación profesional (Corzo de Rodríguez, 2019). Como enfatiza la autora, es necesario “cambiar modos de pensar y de actuar, para desaprender y reaprender concepciones tendentes a imprimir cambios sustanciales en las prácticas y procesos educativos” (Corzo de Rodríguez, 2019, p. 96).
En este contexto, el presente artículo expone una experiencia formativa implementada con estudiantes de Administración de Empresas, centrada en la generación de propuestas de emprendimiento social sustentable como respuesta a problemáticas detectadas en comunidades rurales y sectores vulnerables de la región. Se analiza cómo la integración estratégica de metodologías activas, la participación comprometida y reflexiva de los estudiantes, y la articulación sostenida entre universidad y comunidad no solo potencian la formación emprendedora, sino que también facilitan la consolidación de modelos de desarrollo rural sustentable. Estos modelos se alinean con los principios de la educación superior contemporánea, promoviendo un aprendizaje significativo, la innovación social y el fortalecimiento del tejido social, al tiempo que generan impactos positivos y duraderos en las comunidades involucradas.
Educación para el Desarrollo Sostenible
La Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) se concibe como un proceso transformador que busca formar ciudadanos con la capacidad de afrontar problemas globales complejos mediante la integración de la dimensión ambiental, social y económica, de acuerdo con la UNESCO (2020, 2021), la Educación para el Desarrollo Sostenible requiere ir más allá de la instrucción de contenidos, orientándose hacia la consolidación de valores y actitudes que favorezcan una transformación integral en las personas y en su interacción con el entorno.
En el ámbito de la educación superior en administración, Mengtien y Pengfei (2022) evidencian que la incorporación de los Principios para la Educación en Gestión Responsable (PRME) en los planes de estudio de negocios fortalece de manera notable el aprendizaje en sostenibilidad. Su estudio señala que los marcos de EDS sustentados en los PRME favorecen el desarrollo de competencias clave como el pensamiento sistémico, la capacidad de innovación social y el liderazgo orientado a la responsabilidad. Estos aportes resultan especialmente significativos para la formación emprendedora en zonas rurales, donde la inclusión de enfoques éticos, ambientales y sociales adquiere un papel fundamental.
Según Hesselbarth y Schaltegger (2014), la educación orientada al desarrollo sostenible en escuelas de negocios debe centrarse en la formación de agentes de cambio capaces de enfrentar los desafíos globales de manera efectiva y responsable. Esto implica desarrollar competencias que combinen pensamiento crítico y sistémico, apreciación de la diversidad, habilidades para el trabajo colaborativo y capacidad de planificación estratégica orientada a largo plazo. Tales competencias no solo impulsan la innovación y la responsabilidad social corporativa, sino que también permiten a los futuros profesionales comprender las interconexiones entre los ámbitos sociales, económicos y ambientales desde una perspectiva holística. En línea con esto, Leal Filho, Salvia y Pretorius (2022) han evidenciado que las instituciones de educación superior han intensificado su compromiso con la sostenibilidad, incorporando competencias transversales y metodologías activas que preparan a los estudiantes como agentes de cambio, y resaltando la importancia de la colaboración interdisciplinaria y la vinculación con actores externos para abordar los desafíos globales desde una perspectiva contextualizada y local.
El "Marco de Educación para el Desarrollo Sostenible" de la Universidad de Edimburgo (2019) establece metodologías específicas para mapear los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en currículos universitarios, particularmente en programas de negocios. Este marco identifica la importancia de crear "comunidades de aprendizaje" que conecten a estudiantes, docentes y actores comunitarios en procesos de transformación territorial, alineándose con los principios del emprendimiento social sustentable.
Emprendimiento Social y Territorio
El emprendimiento social en áreas rurales ha sido reconocido como un motor fundamental para el desarrollo territorial sustentable. Farinha y Raposo (2019) en su síntesis de tendencias de investigación identifican que el emprendimiento social rural se caracteriza por su capacidad de crear valor compartido, movilizar recursos locales endógenos y fortalecer la cohesión comunitaria. Su análisis revela que las iniciativas de emprendimiento social en contextos rurales logran impactos significativos en la reducción de la pobreza, la generación de empleos inclusivos y la preservación de ecosistemas locales.
La investigación de Bencheva et al. (2017) sobre el papel del emprendimiento social en el desarrollo rural demuestra que estas iniciativas pueden convertirse en factores clave para proporcionar empleo y desarrollo de iniciativas emprendedoras que conduzcan al desarrollo rural sostenible. Su estudio identifica que el emprendimiento social rural actúa como un paradigma que puede reducir la pobreza, la migración, la despoblación y retener la población trabajadora en las áreas rurales, especialmente cuando se integra con políticas públicas de apoyo institucional.
Según Mair, Martí y Ventresca (2012), los mercados inclusivos en contextos rurales surgen como una estrategia eficaz para impulsar la sostenibilidad y la equidad social. A través de las empresas sociales, se abren oportunidades para que comunidades tradicionalmente marginadas se integren en cadenas productivas, al tiempo que se generan innovaciones sociales adaptadas a las necesidades locales. Además, la investigación subraya la importancia de las redes de colaboración entre distintos actores —públicos, privados y comunitarios—, las cuales refuerzan la capacidad colectiva de los territorios para enfrentar limitaciones estructurales y aprovechar recursos de manera más justa y eficiente.
De acuerdo con Vercher, Herraiz y Esparcia (2022), la innovación social en el medio rural no solo impulsa el desarrollo territorial mediante la creación de nuevas formas de gobernanza y coordinación entre actores públicos y cooperativos, sino que también posibilita la revalorización de recursos locales que anteriormente permanecían desaprovechados. En otras palabras, estas iniciativas fortalecen las redes sociales comunitarias, generan cohesión y ofrecen alternativas sostenibles que responden a necesidades específicas de cada territorio.
Competitividad Territorial Sustentable
La competitividad territorial sustentable surge como un modelo que combina el desarrollo económico con la responsabilidad social y ambiental. En un estudio comparativo sobre competitividad regional en América Latina, González Catalán (2022) evidencia que las regiones que presentan mayores niveles de competitividad en insumos tienden a alcanzar mejores resultados en términos de competitividad global. Su investigación identifica que los factores de competitividad territorial incluyen capacidades institucionales, desarrollo de capital humano, innovación tecnológica e infraestructura de calidad, elementos que juegan un papel fundamental en el bienestar poblacional y el desempeño empresarial.
El análisis de competitividad y desarrollo sostenible en América Latina realizado por investigadores de la región (2024) revela que la sostenibilidad se explica por la institucionalidad, la educación, el desarrollo financiero y la innovación, mientras que las emisiones de CO2 se ven afectadas por la infraestructura, el entorno macroeconómico, el tamaño del mercado y la innovación. Los hallazgos muestran que los pilares de la competitividad influyen de manera favorable en el índice de sostenibilidad, lo que se refleja en avances significativos dentro de las dimensiones social y económica del desarrollo sostenible en la región.
La investigación de la CEPAL (2005) sobre competitividad territorial en América Latina sostiene que, en un contexto globalizado, los gobiernos locales y regionales se enfrentan a nuevos desafíos, entre los cuales destacan la necesidad de consolidar o fortalecer sus ventajas competitivas y de transformar sus sistemas productivos locales. Estos aspectos deben vincularse con políticas territoriales y el desarrollo de una cultura territorial que abrace tanto la competitividad como la sustentabilidad, que, si bien son las empresas las protagonistas de la competencia, su desempeño competitivo puede potenciarse significativamente cuando el entorno territorial facilita y promueve estas dinámicas. En años recientes, la CEPAL ha enfatizado la importancia de fortalecer la gobernanza territorial y la articulación de actores locales para impulsar el desarrollo sostenible y reducir las desigualdades regionales. El informe más reciente destaca que la competitividad territorial debe basarse en la innovación, la inclusión social y la resiliencia frente a crisis, promoviendo estrategias adaptadas a las particularidades de cada región y provocando la participación de todos los integrantes de las comunidades y las autoridades locales (CEPAL, 2022).
El concepto de desarrollo rural sostenible con enfoque territorial presentado por Echeverri et al. (2003) aborda la gestión del desarrollo desde una perspectiva territorial integral, analizando dinámicamente las dimensiones económicas, sociocultural, ambiental y político-institucional. Su propósito es fomentar el bienestar de las comunidades rurales, fortaleciendo su papel estratégico en el desarrollo general a través de la formulación de políticas y estrategias orientadas al desarrollo territorial, especialmente en regiones predominantemente rurales.
METODOLOGÍA
La investigación se enmarcó en un diseño de estudio de caso cualitativo y exploratorio, centrado en una experiencia educativa específica. La población de estudio estuvo conformada por 15 estudiantes de la Licenciatura de Administración de Empresas de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas (FCEA), quienes fueron organizados en equipos de tres. La muestra fue intencional, seleccionando a estudiantes que residían en comunidades rurales, lo que facilitó una inmersión directa y significativa en sus entornos locales.
Las técnicas de levantamiento de datos y los instrumentos utilizados fueron diversos, buscando una aproximación holística a la experiencia:
· Recorridos por la comunidad: Permitieron a los estudiantes una observación directa y la recopilación de información contextual sobre las carencias y potencialidades de sus comunidades.
· Elaboración de mapas de recursos y diagnósticos comunitarios: Los estudiantes crearon representaciones visuales y textuales de los recursos disponibles (naturales, humanos, culturales) y de las problemáticas locales.
· Talleres de creatividad colectiva y sesiones de teoría estratégica: Se utilizaron para generar ideas de negocio y proporcionar el marco conceptual necesario para su desarrollo.
· Espacios de laboratorio comunitario: Los estudiantes prototiparon ideas con materiales locales, lo que permitió la aplicación práctica de conocimientos y la experimentación.
· Ciclos de diseño, prueba, retroalimentación comunitaria y ajuste: Esta metodología de Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) permitió a los estudiantes aplicar conocimientos teóricos a situaciones prácticas, fomentando la resiliencia y la capacidad de adaptación (Gómez, 2020; Enseña Sustentable, 2019).
La validación de los hallazgos se realizó a través de la observación directa de los cambios en la percepción y actitud de los estudiantes, así como la retroalimentación constante de la comunidad sobre la pertinencia y el impacto de los proyectos desarrollados. La naturaleza participativa de la metodología, que involucró a estudiantes, docentes y actores comunitarios, contribuyó a la relevancia y validez de los resultados obtenidos (UNESCO-UNEVOC, 2014).
RESULTADOS Y DISCUSION
En esta experiencia educativa se evidencio una transformación significativa en los estudiantes de Administración de Empresas, reconfigurando su percepción sobre su futuro rol profesional y su capacidad para impulsar el desarrollo rural. Los proyectos reflejaron creatividad y compromiso con el entorno rural. En concreto, se destacan tres iniciativas factibles y alineadas con los objetivos sostenibles:
Huertos agroecológicos escolares: Grupos diseñaron junto con miembros de la comunidad que se dedican a la agricultura, jardines escolares que utilicen técnicas de agricultura sustentable (rotación de cultivos, uso de abonos orgánicos). De manera similar, experiencias educativas en aula que incorporan huertos han evidenciado que los estudiantes se sienten motivados a comprender los ciclos de vida de las plantas, asumir responsabilidades de cuidado comunitario y fortalecer habilidades prácticas en ciencias y matemáticas.
Centro de reciclaje textil comunitario: Algunos alumnos propusieron un taller de reciclaje de textiles, donde se recolectarían prendas usadas para transformarlas en nuevos productos (bolsas, ropa reciclada). Esta iniciativa fomenta la economía circular local, crea empleos comunitarios y sensibiliza sobre la reutilización de recursos. El componente creativo y social de este proyecto encaja con la idea de emprendimiento social como herramienta para el desarrollo cultural y productivo rural.
Red de capacitación digital rural: Ante la brecha digital presente en ciertas comunidades, varios equipos propusieron la creación de un centro comunitario equipado con computadoras y programas de alfabetización digital. A través del Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), los estudiantes integraron sus conocimientos en administración y tecnología para diseñar recursos educativos accesibles, incluyendo la planificación de talleres básicos de informática adaptados a las necesidades locales.
La ejecución de estos proyectos generó efectos positivos tangibles e intangibles. En primer lugar, los estudiantes adquirieron competencias emprendedoras prácticas. Observamos desarrollo de liderazgo (dirigieron sus equipos), gestión del tiempo (planificaron varias fases del proyecto), trabajo en equipo y comunicación efectiva al coordinarse tanto con compañeros como con actores comunitarios.
Esta experiencia confirma lo señalado en estudios anteriores, donde se reconoce que el Aprendizaje Basado en Proyectos fortalece de manera significativa las competencias emprendedoras. En particular, Łobacz y Matuska (2020, como se citó en Wallace, Bowlby, & Clements, 2022) evidencian que esta metodología favorece el desarrollo de habilidades transferibles esenciales, entre ellas el trabajo en equipo y la comunicación. Dichas competencias resultaron claramente observables en los estudiantes participantes, quienes al coordinar sus proyectos no solo mejoraron su desempeño individual, sino también su capacidad de colaboración.
Además, los alumnos ejercitaron pensamiento crítico al evaluar costos y beneficios de sus propuestas, y exploraron la creatividad al asumir riesgos en ideas innovadoras, tal como informan los propios docentes observadores de la experiencia.
En segundo lugar, la motivación intrínseca de los participantes aumentó notablemente. Al aprender mediante proyectos concretos, los estudiantes se mostraron más comprometidos con el proceso de aprendizaje. Como indica la literatura, quienes aprenden en modelos basados en proyectos desarrollan mayor autonomía y disfrutan más el aprendizaje. Efectivamente, en las reflexiones finales varios alumnos mencionaron que el proyecto les permitió aplicar conocimientos de forma real y sentir la utilidad de lo aprendido. Esta relación práctica con la realidad rural, no presente en la modalidad tradicional, alineó su interés académico con el servicio comunitario.
Otro resultado destacado fue el sentido ético y social reforzado. Los proyectos fueron concebidos no solo para generar beneficio personal, sino también para contribuir a la comunidad. Esto ilustra la internalización de valores del emprendimiento social: compromiso con el “bien común” y redistribución a los más vulnerables. Asimismo, la interacción directa con los residentes locales permitió a los estudiantes no solo fortalecer su sentido de pertenencia al entorno, sino también desarrollar una comprensión más profunda de las dinámicas sociales, culturales y económicas de la comunidad. Esta experiencia favoreció la internalización de responsabilidades cívicas, la capacidad de trabajo colaborativo y el compromiso con iniciativas que promuevan cambios positivos y sostenibles en su contexto inmediato, consolidando competencias clave para la formación de agentes de cambio social y territorial. Jurado Paz (2022) subraya la importancia de integrar el buen vivir y el desarrollo humano integral en el emprendimiento rural; nuestros resultados empíricos confirman esa perspectiva: los estudiantes profundizaron su comprensión de la realidad rural y de cómo sus propuestas la pueden mejorar.
En conjunto, los resultados validan la hipótesis de que el ABP territorial sostenible es efectivo para formar emprendedores comprometidos con su región. La experiencia coincide con las conclusiones de estudios previos: el aprendizaje basado en proyectos facilita que los alumnos “incrementen su deseo de participar en sus propias comunidades” desarrollando habilidades de gestión empresarial, liderazgo y pensamiento crítico.
Por último, desde la perspectiva de competitividad territorial, estos proyectos representan valor agregado a la región. Al fortalecer competencias emprendedoras, innovación educativa y capital humano local, se atienden factores clave de competitividad inclusiva. El Consejo de Investigación y Evaluación de la Política Social (CIEPS) enfatiza que el trabajo conjunto de actores públicos, privados y comunitarios impulsa el bienestar rural, y nuestro programa fue un ejemplo de esa colaboración al vincular universidad y comunidad.
Reconfiguración del Rol Profesional y Perspectivas Futuras
La experiencia transformó la percepción de los estudiantes sobre su futuro. De verse como gestores de empresas tradicionales, pasaron a considerarse agentes de desarrollo capaces de movilizar redes sociales, tecnología apropiada y prácticas sustentables para fortalecer el tejido rural. Este cambio de mentalidad es un resultado clave, ya que el emprendimiento impulsado por la educación fortalece las comunidades rurales y actúa como un catalizador directo para un desarrollo rural holístico (Solarte Solarte, 2021; Muñoz Wilches et al., 2017; Consejo de Investigación y Evaluación de la Política Social, 2025). El impacto no fue solo cuantitativo, sino cualitativo, manifestado en un mayor sentido de pertenencia, orgullo comunitario y determinación para continuar creando y aprendiendo a largo plazo.
Orientaciones y propuestas para dar continuidad a la investigación.
Para dar continuidad a esta investigación y maximizar el impacto de la formación emprendedora territorial sustentable, se proponen las siguientes líneas de acción y estudio:
Diseño Curricular Interdisciplinario: Es apremiante desarrollar e implementar currículos que integren la administración de empresas con teorías de desarrollo sostenible, sociología rural, gestión ambiental y el conocimiento local y ancestral.
Innovación Pedagógica Continua: Las políticas educativas deben promover la expansión de enfoques pedagógicos innovadores, como el aprendizaje basado en proyectos y la resolución de problemas del mundo real, involucrando activamente a los actores comunitarios.
Reforzar la relación universidad–comunidad: Establecer colaboraciones más firmes y equitativas con las comunidades rurales, reconociendo a la universidad como agente facilitador y socio en la construcción de iniciativas sostenibles.
Respaldo en políticas públicas: Promover la implementación de políticas sostenibles y mecanismos financieros sólidos que fortalezcan los programas de desarrollo rural con enfoque emprendedor, garantizando su continuidad, estabilidad institucional y efectividad a largo plazo (Misión para la Transformación del Campo, 2014).
Capacitación docente especializada: Es esencial promover programas de formación continua y específica para los docentes, de manera que estén adecuadamente preparados para liderar proyectos educativos productivos que fortalezcan el desarrollo comunitario y fomenten una cultura emprendedora entre los estudiantes (Gómez, 2020).
Estudios de Sostenibilidad y Escalabilidad: Realizar investigaciones más profundas sobre la sostenibilidad a largo plazo, la escalabilidad y la replicabilidad de los proyectos de emprendimiento rural liderados por universidades, dada la escasez y falta de uniformidad en la investigación actual (Solarte Solarte, 2021).
Tipologías de Emprendimiento Rural: Explorar los desafíos específicos, factores de éxito y mejores prácticas para diferentes tipologías de emprendimiento rural (agroturismo, negocios verdes, empresas sociales, iniciativas tecnológicas).
Impacto de Tecnologías Digitales: Investigar el impacto de las tecnologías digitales y la Cuarta Revolución Industrial en el emprendimiento rural y sus implicaciones para la adaptación de los planes de estudio de administración (Uniagraria, 2021).
CONCLUSIONES
La experiencia educativa examinada evidencia que la formación emprendedora con enfoque territorial y sustentable representa una estrategia esencial para fortalecer el desarrollo rural, al proporcionar soluciones integrales a los retos económicos, sociales y ambientales que enfrentan las comunidades. Este enfoque permite a los estudiantes vincular el aprendizaje académico con problemáticas reales, fomentando competencias para la innovación social, la gestión responsable de recursos locales y la promoción de un desarrollo inclusivo y sostenible. Los resultados obtenidos demuestran que la inmersión de los estudiantes en la realidad local les permite identificar oportunidades, diseñar soluciones innovadoras y generar iniciativas que contribuyen tanto a la creación de empleo e ingresos como a la resolución de problemáticas comunitarias urgentes (Gómez, 2020).
En este proceso, se constató que las metodologías activas —como el Aprendizaje Basado en Proyectos, las simulaciones y los laboratorios comunitarios con ciclos de retroalimentación— son particularmente eficaces para articular la teoría con la práctica. Estas metodologías fomentan competencias transferibles fundamentales para el emprendimiento, tales como el trabajo en equipo, la comunicación interpersonal, la gestión del tiempo y el pensamiento crítico (Łobacz & Matuska, 2020, como se citó en Wallace, Bowlby, & Clements, 2022). Asimismo, potencian la creatividad y la capacidad de asumir riesgos en contextos controlados, habilidades esenciales para impulsar proyectos con impacto en el territorio (Enseña Sustentable, 2019).
La institución educativa desempeña un papel central al actuar como facilitadora y articuladora del ecosistema emprendedor, creando espacios de aprendizaje, fomentando la colaboración entre actores locales y potenciando la competencia de los estudiantes para diseñar y ejecutar iniciativas innovadoras y sostenibles que atiendan de manera efectiva las necesidades de su entorno local. Su capacidad para establecer alianzas estratégicas, proveer recursos y actuar como mediadora entre actores públicos, privados y comunitarios resulta vital para que los estudiantes vivan experiencias auténticas de emprendimiento en escenarios reales (Uniagraria, 2023; UNESCO-UNEVOC, 2014De este modo, la universidad se consolida como un agente activo en la cocreación de soluciones territoriales, trascendiendo su rol tradicional centrado únicamente en la transmisión de conocimientos y fortaleciendo su contribución al desarrollo social y de la comunidad.
Asimismo, se reafirma que el emprendimiento con visión sostenible trasciende la mera búsqueda de rentabilidad económica, incorporando principios de responsabilidad social, equilibrio ambiental y resiliencia comunitaria. Desde esta perspectiva, los valores del “buen vivir” y los saberes locales se convierten en referentes esenciales que guían la construcción de proyectos de desarrollo más equitativos y armónicos con la naturaleza (Jurado Paz, 2022; Robalino Campos et al., 2022).
En síntesis, enseñar emprendimiento en este marco significa formar profesionales íntegros, conscientes de su entorno y capaces de asumir un papel de liderazgo transformador en sus comunidades. El administrador, concebido desde esta lógica, no es únicamente un gestor de recursos, sino un verdadero catalizador territorial, que impulsa procesos de innovación social y desarrollo sostenible con una visión plural, participativa y a largo plazo. Por lo tanto, esta experiencia evidencia que la educación superior puede y debe constituirse en un motor fundamental para dinamizar el emprendimiento rural, integrando lo académico con lo social y contribuyendo así a la construcción de territorios más justos, inclusivos y sostenibles.
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