El trabajo en las comunidades residenciales cubanas desde una perspectiva de igualdad de género
MCs. Elena Ricardo Ochoa[1]
Dr.C. Yamilka Pino Sera[2]
Dr. C. Liidia María Romero Pupo[3]
RESUMEN
En el artículo las autoras se aproximan al trabajo en las comunidades residenciales cubanas, desde una perspectiva de igualdad de género. Sin negar los logros obtenidos en Cuba en lo referido al trabajo en comunidades y en la búsqueda de mayores grados de igualdad social, el análisis recae en algunas de las principales problemáticas comunitarias, que demandan especial atención, y solución, por parte de todos los que de una manera u otra laboran para mejorar las condiciones y la calidad de vida de hombres y mujeres en las comunidades, especialmente las que presentan acentuados rasgos de vulnerabilidad social. En dichas problemáticas se entrelazan aspectos interrelacionados como son, color de la piel, grupo etario, origen territorial, tipo de barrio de residencia, tipo de familia y situación socioeconómica, entre otros elementos. Todo ello en un contexto interno y externo complejo, que dificulta la solución de problemáticas que influyen en la reproducción de desigualdades sociales y de género a nivel de la sociedad cubana y a nivel regional y de comunidad local. Las reflexiones que se presentan verifican y amplían los resultados de otros estudios sobre el tema, realizados en la sociedad cubana, y resultan del estudio de la literatura y de la interpretación de los resultados de un estudio empírico en una comunidad residencial, sin perder de vista las interrelaciones macro-meso y micro sociales.
Palabras clave: Trabajo en comunidades, igualdad de género, Cuba.
Working in cuban residential communities from a gender equality perspective
ABSTRACT
In this article, the authors approach the work in Cuban residential communities from a gender equality perspective. Without denying the achievements obtained in Cuba in terms of work in communities and in the search for greater degrees of social equality, the analysis focuses on some of the main community problems that require special attention and solutions by all those who in one way or another work to improve the conditions and quality of life of men and women in the communities, especially those that present accentuated features of social vulnerability. These problems involve interrelated aspects such as skin color, age group, territorial origin, type of neighborhood of residence, type of family and socioeconomic situation, among other elements. All this in a complex internal and external context, which hinders the solution of problems that influence the reproduction of social and gender inequalities at the level of Cuban society and at the regional and local community level. The reflections presented here verify and expand the results of other studies on the subject, carried out in Cuban society, and result from the study of the literature and the interpretation of the results of an empirical study in a residential community, without losing sight of the macro-meso and micro social interrelations.
Keywords: Work In Communities, Gender Equality, Cuba.
INTRODUCCIÓN
A partir del triunfo de la revolución cubana, se encauzan un conjunto de transformaciones en el ámbito económico, de la educación, la salud, la seguridad social, entre otros, dirigidas a cambiar de forma favorable e integral las condiciones de vida de toda la población y sus comunidades residenciales, sin discriminaciones por motivos de sexo, color de la piel, región, o cualquier otra. Entre esas medidas se destacan: eliminación de las relaciones de explotación y las desigualdades generadas por estas, promulgación de avanzadas políticas como la gratuidad de la educación y la salud, supresión del analfabetismo, redistribución de la riqueza social a través de formas más equitativas, y el acceso a salarios por igual trabajo para hombres y mujeres.
Conforme se avanza en los resultados de tales medidas, hombres y mujeres experimentan una elevada movilidad social ascendente (Domínguez, 2009).
La igualdad social y la no discriminación por razón alguna se establece en la Constitución de la República de 1976 y se amplía en la hoy vigente, así como en el Código de trabajo y otros instrumentos jurídicos nacionales. Además son múltiples los instrumentos jurídicos internacionales que refrendan la igualdad social, firmados y ratificados por Cuba (Ricardo; y Pino, 2016).
Hombres, mujeres, niños y niñas de las familias cubanas son beneficiarias de las políticas de acceso gratuito a los servicios de salud, educación y cultura, considerados estos como responsabilidad del Estado.
En la primera década del presente siglo, se encauzan nuevos programas sociales, dentro de los cuales se intensifica la formación de trabajadores sociales, el trabajo en las comunidades, el diagnóstico de las problemáticas más acuciantes en las zonas residenciales, las labores de prevención y atención social y la protección a los individuos y familias en situaciones de vulnerabilidad social.
En el presente año Cuba continúa priorizando la atención a situaciones de vulnerabilidad, y el trabajo comunitario integrado. Así. en la sociedad cubana, en el año 2023, fueron identificadas 189 mil 344 familias en condiciones de vulnerabilidad, lo que representa más de 350 mil personas, dentro de ellas la cifra de madres con hijos que tienen discapacidad severa, que reciben atención, alcanzan la cifra de tres mil 700. Al mismo tiempo, se trabaja en mil 158 comunidades donde se realizan acciones de transformación social (Gil, A. / Prensa Latina, 25 de mayo de 2023).
No obstante, la profunda, multidimensional y multifactorial crisis de la última década del pasado siglo empeoró las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población cubana (Alonzo, 2009) y múltiples familias experimentaron fuertes procesos de movilidad social y geográfica descendente y se aceleró la reproducción de desigualdades sociales, algunas de carácter histórico cultural.
La pandemia de Covid 19, la crisis económica, el derrotero indeseado de la Tarea Ordenamiento, la elevada y persistente inflación, entre otros factores negativos, en un contexto nacional e internacional adverso, tiene un impacto negativo en toda la sociedad cubana, pero muy especialmente en los grupos sociales con una desventaja sociocultural y se producen y reproducen desigualdades sociales, comunitarias y de género, algunas de carácter racializado, contrario a los propósitos de la revolución cubana.
Los autores del presente trabajo pretenden aproximarse, desde una perspectiva de igualdad de género al trabajo en comunidades residenciales cubanas.
METODOLOGÍA
La estrategia utilizada es la triangulación de fuentes de datos, de métodos e informaciones. En el estudio se trabajó con una muestra, seleccionada de forma intencional, de 30 mujeres, y sus respectivas familias, residentes en la comunidad "Alcides Pino", del municipio cabecera de la provincia Holguín. El trabajo con la muestra consta de dos etapas, de 2018 hasta 2021, y luego de un primer corte se le da seguimiento y actualiza hasta diciembre de 2022. Se aplicaron entrevistas en profundidad a informantes que representan el control oficial (20) y a otros sujetos de la comunidad (17), se analizaron documentos, se utilizó el estudio de casos, la observación participante abierta, las historias de vida; así como el procesamiento de informaciones obtenidas del análisis de una muestra de la literatura que versa sobre el tema o que permite ubicarnos en el contexto social para una mejor comprensión de los datos obtenidos por métodos empíricos. Las informaciones obtenidas a través de diferentes métodos se triangulan, lo cual implica utilizar métodos teóricos como el análisis y síntesis, inducción y deducción, explicación y comprensión.
RESULTADOS
La Comunidad Alcides Pino está situada en el municipio Holguín, perteneciente a la provincia del mismo nombre, y denota la complejidad de la sociedad holguinera (Ricardo, Sánchez, y Zaldívar, 2022).
La provincia Holguín se localiza en la región nororiental de Cuba, posee una extensión territorial de 9 215,72 km2, 1 027 683 habitantes y 111, 5 hab. /km2, situándose, dentro de Cuba, en el tercer lugar por número de población total y en el cuarto, por densidad poblacional, después de La Habana, Santiago de Cuba, y Artemisa (ONEI, 2013/ Ricardo, Sánchez, y Zaldívar, 2022).
La comunidad “Alcides Pino”, funciona actualmente, desde la división política administrativa, como un Reparto. Desde la organización de los órganos del Poder Popular, es un Consejo Popular (No1), al que pertenecen quince circunscripciones. Limita al Norte con el Consejo Popular Aguas Claras; al Sur con la calle Mario Pozo del Reparto Luz; al Oeste con el Reparto Sayas (Consejo Popular Centro Sur); y al Este con el Reparto Piedra Blanca, del Consejo Popular Vista Alegre.
El Consejo Popular, “Alcides Pino” ocupa una extensión territorial de 10,36 Km2 y en 2012 posee una población total de 31120 residentes; con 1125 hab. /Km2 es el tercero de mayor densidad poblacional del municipio Holguín (Ibídem).
Dentro de la región histórica de Holguín, La Chomba, nombre de la zona originaria de la actual comunidad Alcides Pino es, en lo fundamental, hasta 1959, un producto histórico cultural del periodo neocolonial (1902-1958). Hacia la década de 1950, la Chomba es más bien reducida en espacio social y geográfico. Se circunscribe a barriadas de “Guillenes” y “Yarey”, más cercanas a la ciudad de Holguín, situadas a ambos lados de la carretera a Gibara y de las líneas de ferrocarril en la actualidad inexistentes (Rodríguez, 2009).
La constitución definitiva de La Chomba, en la periferia de la ciudad de Holguín, como comunidad integrada por sujetos pobres de origen campesino, desclasados, proletarizados o semiproletarizados, cuya vida transcurre en medio de una situación desfavorable marcó, objetiva y subjetivamente, a esta comunidad como un espacio social asociado a la pobreza y a la marginalidad (Ricardo, Sánchez, y Zaldívar, 2022).
Los profundos cambios sociales, producidos por la triunfante revolución en 1959, favorecen la vida de la comunidad en múltiples ámbitos, como ocurre en toda Cuba.
La aceleración de la tendencia a emigrar desde zonas rurales hacia zonas urbanas, luego de 1959, produce un crecimiento de la población y el espacio geográfico que corresponde a la comunidad estudiada. La fundación y consolidación de nuevos barrios y la ampliación de los barrios originarios se acelera a partir de mediados de 1970 hasta la actualidad. Pertenecen a este periodo, barrios como Los Lirios, Cinco Palmas, Viradero, Las Garitas, La Trampa, Camarones, y las barriadas formadas en la parte exterior de los barrios originarios como Nuevo Amanecer y El Tamarindo en los márgenes, respectivamente, de Las Garitas y El Yarey.
El periodo de 1960 hasta finales de 1980, es el más dinámico en la inauguración de instituciones educativas, de entidades estatales de comercio minorista, y de instituciones médicas en esta comunidad. Como en toda la sociedad holguinera y cubana, “Alcides Pinos” tiene importantes logros en la salud, educación y en la protección a los sujetos más vulnerables, que continúan a lo largo del tiempo.
No obstante, el impacto de la crisis de los años de 1990 en “Alcides Pino”, así como de la compleja situación actual, es particularmente fuerte en esta comunidad, como otras, a causa de la acentuada subordinación de la satisfacción de necesidades básicas de una numerosa población a la canasta familiar normada, salud y educación gratuitas, etc.), y a bajos salarios reales en entidades estatales con nóminas exageradas.
Desde 1990 hasta el dia de hoy se amplían o forman barriadas marginales, en las que se percibe una alta connotación de sujetos de diferentes edades y género, que no estudian ni trabajan; algunos pierden el vínculo con las intuiciones escolares en el transcurso de la niñez y la adolescencia. También se verifican numerosas mujeres dedicadas sólo a los quehaceres del hogar, desocupados crónicos, y trabajadores informales. Ello está presente de manera difusa en barrios de mejor situación sociocultural y de forma más clara y precisa en barrios con rasgos de marginalidad (Marrero, 2011, Ricardo, Acosta, y Gelabert, 2023).
Se constata un aumento de desigualdades sociales, familiares y barriales, algunas de naturaleza histórico cultural, que se hacen más visibles en aquellos barrios periféricos que tienden a crecer, como observan Morejón y San Marful (2009), cuanto más se acelera la tendencia a emigrar hacia otros territorios y hacia las cabeceras provinciales, desde 1990 hasta la actualidad.
Es comprensible que dichas barriadas aporten una considerable parte de los amparados por asistencia social; así como de los sujetos más afectados por diversas problemáticas sociales (Ricardo, Acosta, y Gelabert, 2023).
Pertenecen a la comunidad Alcides Pino los sujetos que constituyen la muestra del estudio realizado, seleccionado de diferentes barriadas y familias.
La muestra del estudio, 30 sujetos y sus familias, según grupo de edades, del total, 8 mujeres se ubican entre los 20 y 25 años; 14 entre 26 y 30 años; 3 entre 31 y 35 años; 3 entre 36 y 40 años; 1 entre los 41 y 50 años; 1 entre los 51 y 55 años.
La situación conyugal, según grupos de edades, al inicio del estudio, denota una mayoría de mujeres solteras (17), distribuidas en los grupos de edades entre 15 y 30 años; las unidas (6), distribuidas en los grupos de 15 y 35 años; y las separadas (7) que se ubican en todos los rangos de edades a partir de los 26 años.
En el total de la muestra del estudio, 23 mujeres (77%) no tienen hijos y 7 (23%) tienen entre uno y tres hijos, de ellas tres procrearon en soltería. Solo una mujer madre está unida, el resto se encuentran separadas distribuidas en casi todos los grupos de edades, con una sobrerrepresentación (5) de las que tienen 26 años y más. En la actualización del estudio se observa que la mayoría de las mujeres madres continúan sin parejas estables.
Según origen territorial, tipo de barriada de residencia, y color de la piel, se aprecia que del total de la muestra, 24 (80%) son nativas de la comunidad, de las cuales 18(75 %) son blancos y 6(25%) son no blancos. Como subgrupo, las blancas aportan un 90% a las nativas de la comunidad, frente a un 60 % de la contribución de las no blancas; lo que puede ser expresión de la estructura de la comunidad según color de la piel.
En el total de la muestra, se encuentran 6 inmigrantes (20%), que se asientan en barriadas marginales, de ellas 2 blancas y 4 no blancas, lo que representa una mayor contribución de las no blancas a los inmigrantes que se asientan en barriadas marginales configuradas a partir de 1990, lo que confirmaría la interrelación entre inmigración y marginalidad, especialmente de negras y mestizas.
La desventaja social no es privativa de inmigrantes negras y mestizas que engrosan barriadas marginales. De18 mujeres que residen en barriadas marginales, 11 son blancas y 7 son mestizas y negras, lo que refleja una mayor presencia de las blancas en el total de residentes en este tipo de barriadas, aunque del total de cada subgrupo, las no blancas aportan, a este indicador, un 70 %, y las blancas un 55 %. Pero, si descontamos, de cada subgrupo, las inmigrantes que nutren barriadas marginales posteriores a 1990, se obtiene que 9 blancas y 3 mestizas y negras, todas nativas, residen en barriadas marginales configuradas antes de 1990, lo cual sugiere la reproducción histórico cultural de desventajas sociales.
De las 30 mujeres estudiadas, 12(40%) residen en barriadas no marginales, de ellas 9(75%) son blancas y 3(25%) son no blancas; como subgrupo, las primeras aportan el 45 % y las segundas el 30% a las que viven en barriadas socioculturalmente más favorables.
Respecto a la integración a las instituciones escolares y los grados de escolaridad, resaltan que de los 30 sujetos de la muestra, 6(20 %) desertan de la escuela,-distribuidos en los niveles de instrucción primario, medio y medio superior-; 9(30%) concluyen 9no grado, sin continuar estudios; 13(43,3%) tienen 12vo grado aprobado, de las que solo dos continúan estudios; 2(6,6%) poseen nivel terciario. Por consiguiente,- dada las edades que corresponden a cada grado de escolaridad-, 26(87 %) pierde el vínculo con las instituciones escolares, entre la niñez y los inicios del primer periodo de la juventud, a saber, 15 (50%) entre los 8 y 16 años de edad y 11(37%) a los 18 años, pues de las 13 que alcanzan 12vo grado, solo 2 mujeres continúan la universidad. Es llamativo que del total de la muestra, 4 (13 %) se mantienen integradas a la escuela hasta ser universitarias o están en proceso de alcanzar un título universitario.
Según color de la piel, 2(10%) del subgrupo de mujeres de color de la piel blanco blancas están integradas a la escuela, frente a ninguna de las no blancas. En las blancas, se encuentran 13 de las 18 que tienen 10 grados y más de escolaridad, incluidas las dos graduadas universitarias y las dos que cursan la universidad, lo que representa el 65 % de este subgrupo, mientras que en este indicador, se constatan 5(50 %) de las no blancas. Por debajo de los 10 grados de escolaridad, se hayan 7(35%) de las blancas y 5(50 %) de las no blancas.
Los grados de escolaridad ayudan a comprender, en parte, la elevada proporción de sujetos no integrados a instituciones laborales. Del total de la muestra, solo 9(30 %) trabajan. Si de las 21 mujeres restantes descontamos las 2 estudiantes, se observa que 19 (63%) carece de trabajo fijo remunerado. De las 9 que trabajan, 7% son intelectuales del sector estatal tradicional y 23 % obreras de los servicios que exigen baja cualificación, en diferentes sectores de la economía (estatal tradicional y emergente, privado). Según color de la piel, de las 9 que trabajan, 8 son blancas, lo que representa el 40 % del total de este subgrupo, mientras que solo una (10%) de las no blancas trabaja, como obrera de los servicios que exigen baja cualificación en el sector estatal tradicional. En las 19 mujeres no integradas al trabajo fijo remunerado, se encuentran 10(50 %) de total del subgrupo de mujeres blancas y 9(90 %) de las negras y mestizas.
Respecto al nivel de ingresos monetarios del total de la muestra, resalta que 21 sujetos (70 %) se encuentran en el nivel de precariedad y ausencia de ingresos fijos, cifra algo superior a la de las desocupadas, de lo cual se infiere que en dicho nivel se ubican las dos estudiantes. Esta situación persiste hasta el segundo corte del estudio.
De las 30 mujeres, el 23%(7) tienen ingresos altos y 2 (7 %) ingresos mínimos, lo cual se corresponde, o no, con el salario y gratificaciones asociadas a las ya descritas ocupaciones por sectores de la economía y con la cualificación que estas exigen, lo cual pudiera estar relacionado con el efecto diferenciador de la inversión de la pirámide de calificación e ingresos y del acceso a remuneraciones no provenientes del trabajo.
Según color de la piel, se constata que están en el nivel de precariedad y ausencia de ingresos fijos, el 60 % del subgrupo de mujeres de color de la piel blanco y el 90 % de los no blancas. EL 5 % de las primeras y el 10 % de las segundas poseen ingresos mínimos. Por último, 7(35 %) de las blancos tiene altos ingresos, así que este subgrupo aporta todos los sujetos de la muestra con un mejor nivel de ingresos.
Las evidencias empíricas denotan, en la muestra del estudio, un significativo grupo de mujeres de diferente color de la piel que se encuentran en una situación de desventaja escolar, desintegración escolar y laboral y ausencia o precariedad de ingresos fijos, pero son las no blancas las que presentan una peor situación. No obstante, es llamativo que un pequeño subgrupo de las mujeres blancas tiene una situación laboral, escolar y de ingresos favorable.
La desigual situación (barrial, escolar, laboral, de ingresos) de los sujetos, debe verse en su relación con la familia,- la de procedencia y la de pertenencia (Giddens, 2000).
Según la situación socioeconómica de la familia de procedencia, del total de la muestra, 7 (23%) tienen una buena situación, 6 (20 %) regular y 17 (57 %) pésima. Según color de la piel, el 80% de las familias de procedencia del subgrupo no blanco y el 45% del blanco presentan una pésima situación socioeconómica. En una situación regular encontramos un 20% de familias de cada subgrupo. Por último, solo 7 familias blancas (35 % de las mismas), y ninguna de las no blancas, se encuentran en una buena situación socioeconómica.
Se constató la equivalencia entre la cifra de familias de procedencia con buena situación y la cifra de mujeres que trabajan y tienen altos ingresos; así como la equivalencia del total de familias en regular y pésima situación y el total de las que tienen precariedad, ausencia o ingresos mínimos, lo que denota desigualdades sociales que se reproducen al interior y entre las familias.
Llegado a este punto las autoras consideran necesario aclarar que la clasificación (buena, regular, mala) de la situación socioeconómica de las familias, se realizó teniendo en cuenta tipo de barriada de residencia según sus condiciones socioculturales, calidad de las viviendasy su equipamiento, acceso al agua potable, existencia o no de servicio de alcantarillado o a otros medios alternativos; cercanía geográfica y facilidades de desplazamiento a las principales instituciones públicas. También, se tuvo en cuenta los ingresos y ocupación según rama y sector de actividad donde trabajan, acceso o no a ingresos no provenientes del trabajo y a redes familiares de ayuda.
En la muestra del estudio están representados sujetos que proceden de distintos tipos de familias, con diferentes situaciones socioeconómicas. Del total de la muestra, 11 mujeres proceden de familias monoparentales maternas y 9 de reconstituidas, en cada uno de estos tipos de familia solo una tiene una buena situación socioeconómica, 3 poseen una situación regular (2 reconstituidas y una monoparental materna) y 15(9 monoparentales y 6 reconstituidas) están en una pésima situación socioeconómica. Así, estas familias, en conjunto, representan el 67% del total de las familias de procedencia; aportan 15(88,2%) de las 17 familias con una pésima situación, el 50 % de las 6 que se encuentran en una situación regular y 2(28,5%) de las 7 familias con una buena situación.
Por su parte, 7 sujetos (23 %) del total de la muestra, proceden de familias nucleares biparentales, que aportan 5 (71 %) de las 7 familias con una buena situación, 1(16, 7 %) de las que están en una situación regular y 1(5,8%) de las que tienen una pésima situación.
Las 3 familias ampliadas, de la cual proceden igual número de sujetos, constituyen el 10% del total de familias de la muestra. Estas familias, presentan una situación regular (2) y pésima (1),
En lo referido al funcionamiento de las familias de procedencia, según tipo de familia y situación socioeconómica, del total de familias solo 5 (17 %) son funcionales. En ellas se ubican 4 familias nucleares biparentales y una reconstituida de larga duración, todas con una buena situación socioeconómica. Las 25 familias restantes (83%) presentan graves problemas de funcionamiento. En este subgrupo están representados los diferentes tipos de familias y situaciones socioeconómicas, con una sobrerrepresentación de las familias monoparentales, reconstituidas y ampliadas con situaciones socioeconómicas regular y pésima.
DISCUSIÓN
El estudio permite profundizar en cuestiones que son vitales a la hora de realizar trabajo comunitario. De hecho, sin el diagnóstico de los problemas de la comunidad es muy difícil plantearse la planificación, ejecución y control de acciones para cambiar las condiciones y la calidad de vida de las comunidades residenciales, que beneficien a hombres y mujeres, en condiciones de igualdad, más si de lo que se trata es de transformar condiciones de existencia y que esto sea perdurable en el tiempo.
Un elemento básico para que las transformaciones comunitarias sean perdurables en el tiempo pasa por lograr que hombres y mujeres en desventaja social se empoderen, cojan las riendas de su propia vida. Es obvio que esa no es una empresa fácil, ni a logarse en un breve periodo de tiempo. Tampoco es una empresa que los individuos y familias vulnerables puedan lograr al margen de la acción de otros muchos sujetos y de los recursos estatales, regionales y comunitarios.
Autores como Espina (2010, 2011) llaman la atención sobre una cuestión relevante. La diferente situación socioeconómica de la familias de procedencia condiciona,- junto a la estructura y funcionamiento de estas familias, entre otros aspectos sociales-, un diferente punto de partida de los sujetos para socializarse y para acceder, en condiciones de igualdad, a las oportunidades de prosperidad individual ya existentes y establecidas por las reformas de la década de 1990 y las actuales en la sociedad cubana.
No es casual que la mayoría de la vida de la mayoría de las mujeres estudiadas haya transcurrido en espacios sociales desfavorables y que su itinerario barrial, escolar, ocupacional, de ingresos, de redes familiares de ayuda, siga la senda de su propia familia de procedencia.
Cierto es que en situaciones macrosociales de carencia de recursos se hace más difícil el trabajo comunitario para cambiar de raíz las condiciones de existencia de todas y cada una de las familias en situaciones de vulnerabilidad, pero también es cierto que el asistencialismo, necesario para muchos individuos y familias, tiene que combinarse con acciones concretas de empoderamiento.
La cuestión de fondo es que si no se logra empoderar a esos sujetos, hombres y mujeres, en situaciones de vulnerabilidad social, las desigualdades sociales, cruzadas por el género, el color de la piel, el tipo de barriada de residencia y procedencia, continuarán reproduciéndose contrario a los propósitos oficiales.
Como se puede observar, en los datos aportados por este estudio, muchos sujetos se encuentran en el extremo más desventajoso de las desigualdades barriales y familiares, que se reproducen a pesar de las acciones oficiales y su efecto en la disminución de las disparidades dentro y entre las regiones históricas culturales.
Especial atención requiere la transformación de las condiciones de vida en las barriadas marginales, por cuanto en ellas se concentra la totalidad de las 15 mujeres estudiadas que pierden el vínculo con la escuela en el transcurso de la niñez y la adolescencia, una minoría (3) de las 13 que alcanzan 12vo grado y ninguna de ellas continúa estudios. La desintegración laboral y la carencia de ingresos estables son elevadas, encontrándose, aquí, 18(94,7%) de las 19 mujeres que no estudian ni trabajan, el 85,7 % de las 21 mujeres que tienen precariedad o ausencia de ingresos fijos, 16(94,1%) de las 17 familias de procedencia tienen una situación socioeconómica pésima y 2(33,3 %) de las 6 familias una situación regular.
En estas barriadas marginales, se distribuyen 9(81,8%) de las 11 familias monoparentales maternas de procedencia, 6(66,6%) de las 9 familias reconstituidas, 2(66,6%) de las 3 familias ampliadas y 1(14,2%) de las 7 familias nucleares biparentales. Todas estas familias con situaciones socioeconómicas desventajosas, presentan graves problemas de funcionamiento.
De manera que los datos e informaciones confirmarían la interrelación entre inmigración de sujetos en situaciones sociales desventajosas y marginalidad, constatada por Alcaide (2001) y otros autores en otras sociedades; así como la conjugación entre inmigración, graves problemas de funcionamiento de las familias de origen, insuficiente instrucción, y formación ocupacional, que revelan déficits en los procesos de socialización , en cuya base, según Ferrer y Dominguez (1998), se encuentra un punto de partida desventajoso que se inicia en la familia y otros agentes socializadores no pueden revertir.
El trabajo comunitario (obra de muchos sujetos e instituciones) en la sociedad cubana, tiene como uno de sus focos de acción la labor con aquellos sujetos que pierden el vínculo con la escuela en el transcurso de etapas que son medulares en el proceso de socialización. No obstante, se requiere continuar profundizando en acciones concretas tendentes a cambiar las condicionantes familiares, grupales y barriales de carácter negativo, asociadas a satisfactores escasos y precarios de necesidades, y a inseguridades e insatisfacciones de diversa índole.
Al parecer la excesiva homogenización de las políticas sociales, en Cuba, limitó la focalización y atención diferenciada a grupos en desventaja, y el acceso de estos en condiciones de igualdad a las oportunidades de integración social y prosperidad (Espina, 2010, 2011). Es indispensable acabar de superar totalmente dicha homogenización y sus efectos, de manera que pueda superarse la desinserción escolar y laboral y la ausencia de ingresos regulares crónicos que presentan algunos sujetos a lo largo del tiempo.
En tal sentido es interesante que el estudio de Marrero (2011). Este aportó evidencias empíricas de que, contrario a los propósitos oficiales, las desventajas familiares y barriales pueden afectar la plena integración escolar de algunos sujetos en la comunidad. En tal sentido autora verificó la influencia desfavorable que sobre la integración y el rendimiento escolar tienen las dinámicas familiares y barriales. Niños que viven en familias disfuncionales, sin la alimentación adecuada, sin horarios definidos de descanso y muchas veces afectados por diversas formas de violencia, tienden a llegar tarde a la escuela, se ausentan, tienen dificultades en la concentración y el aprendizaje, lo que en conjunto pudiera afectar los resultados académicos y el futuro itinerario escolar y laboral.
No es casual que en el estudio realizado por las autoras se constate que aquellos sujetos que quedan fuera de la escuela a edades donde deberían estarlo, situados en grados de escolaridad más bien bajos, unido a desventajas económicas individuales y familiares, condicionó que esos sujetos tengan mayores limitaciones para integrarse al trabajo estable remunerado en el sector estatal, así como para beneficiarse de redes familiares de ayuda, créditos bancarios, negocios privados, emigración económica cíclica, entre otras oportunidades abiertas en los últimos años.
Los datos empíricos antes sintetizados verifican que hay grupos en situaciones de vulnerabilidad social y de pobreza, más que dificultades económicas, un término, el último, que tiene menor potencial heurístico, según los propósitos y resultados de este estudio.
De acuerdo a los hallazgos del estudio, aunque hay blancos y no blancos en situaciones sociales desventajosas, son los negros y mestizos de barriadas marginales, o no, los que presentan una peor situación en las diferentes variables evaluadas, lo que puede interpretarse como manifestación de desigualdades racializadas.
Dentro de las variables sociodemográficas que no deben perderse de vista en el trabajo en comunidades y que cobran cada vez mayor importancia en los estudios sociales se encuentra el color de la piel, como expresión de la racialidad, que puede revelar sensibles comportamientos diferenciales cuando se vincula con diversos factores socioeconómicos y culturales (Catasús y San Marful, 2009).
Al respecto, autores como Morales (2002); Catasús y San Marful, (2009); Zabala (2009, 2010); Espina (2010); Voghon (2012), entre otros) dan cuenta de situaciones, aspectos y problemáticas sociales que pueden ser semejantes y diferenciales por grupos sociales, según color de la piel. Los hallazgos apuntan a la reproducción de desigualdades sociales y familiares racializadas, no obstante los avances jurídicos, políticos y sociales en la superación de esas desigualdades en la sociedad cubana.
Las autoras asumen con los autores mencionados que las desigualdades sociales y la vulnerabilidad social no alcanzan en la sociedad cubana la extensión y profundidad que adquieren en otras sociedades en vías de desarrollo, entre otros aspectos, por la existencia en Cuba de políticas públicas universalistas que garantizan el acceso a la educación, la salud y la cultura; la protección a algunos de los grupos sociales en situaciones de mayor desventaja social y acceso a una canasta familiar normada que cubre una parte mínima de la necesidades perentorias de las familias (Ibidem).
Sin embargo, lo dicho no debe conducir a minimizar la importancia de focalizar la atención en la existencia y en el crecimiento actual de las desigualdades y la vulnerabilidad social en las comunidades residenciales cubanas, tanto aquellas que reciben el calificativo de vulnerables como otras que no reciben tal denominación.
Las evidencias empíricas sobre ocupación e ingresos y situación socioeconómica de las familias, del subgrupo mujeres que residen en barriadas no marginales, pueden interpretarse como expresión de desigualdades entre y dentro de los barrios y entre las familias, causadas por el acceso o no a la divisa, a la diferente posición en la división social del trabajo y las remuneraciones obtenidas, según sector económico y ramas de actividad, con cierta independencia de la cualificación que exige la labor que se realiza. También se manifiesta el efecto que sobre las desigualdades tiene la precarización de la relación entre acceso al trabajo, salarios reales y posibilidad de satisfacción de las necesidades, más la distorsión del principio de distribución socialista.
En las circunstancias actuales de la sociedad cubana, el acceso a bienes y servicios, y en general la posibilidad de mejoría de la calidad de vida, se ha desligado del trabajo aportado y su trascendencia social, y el ya escaso poder de compra de los salarios (Fernández, 2013), se ha agravado en los años de Pandemia de Covid 19, crisis económica e inflación, empeorado por deformaciones estructurales internas, la no siempre eficacia de las medidas internas, y los fuertes obstáculos que impone el persistente bloqueo de los Estados Unidos a Cuba.
El acceso o no a la divisas, de los individuos y familias, es, por excelencia, un factor generador de desigualdades sociales, y al mismo tiempo hace frágil la situación de ventaja de los grupos que acceden a la divisa vía remesas, constituyendo estas el pivote principal de su ventaja. Cualquier situación que fracture el flujo de divisas, vía remesas familiares, si se conjuga con circunstancias de cambios desfavorables de la familia, así como a cambios desfavorables en la situación laboral, escolar, demográfica, pudiera, en conjunto, provocar el descenso hacia grupos en desventaja social.
El estudio empírico verifica algunas realidades constatadas por Zabala (2010, 2011), en específico que cuando las familias monoparentales maternas o la jefatura femenina de los hogares se entrecruzan con situaciones desventajosas se pueden producir y reproducir situaciones de vulnerabilidad y pobreza.
En el presente estudio se observan algunas mujeres, inmigrantes y nativas de la comunidad, que constituyen familias monoparentales maternas propias, a edades correspondientes a la adolescencia y primeros años de la juventud, principalmente, con una situación de desventaja económica, familiar, escolar, laboral, de ingresos y barrial que se prolonga y, además, proceden de familias con una trayectoria similar y presentan graves problemas de funcionamiento. Ellas se encuentran en el extremo más desventajoso de las desigualdades sociales.
La casi totalidad de las familias monoparentales maternas propias, estudiadas, así como las familias monoparentales de procedencia, se entrecruzan la reproducción de desigualdades intrafamiliares, déficits en el proceso de socialización, puntos de partida de desventaja social que afecta la preparación del sujeto y su posibilidad real de integrarse a la sociedad a través de los medios oficializados, sobrecarga de las funciones domésticas y económicas sobre las mujeres madres, que las ubica en una situación de vulnerabilidad y pobreza que son, y ellas lo asumen como, muy apremiantes en el sentido de poder o no satisfacer necesidades perentorias de ellas y de su descendencia.
Por supuesto, como también ha observado Zabala (2011) muchos de las desventajas antes mencionadas no son privativos de algunas familias monoparentales maternas, ni el solo hecho de pertenecer o fundar este tipo de familia es de forma aislada un productor de vulnerabilidad o de pobreza. En el presente estudio se encontró evidencia de una familia monoparental que se ubica en una posición económica ventajosa, es un caso y como tal puede ser expresión de otros.
CONCLUSIONES
Los autores ampliaron y actualizaron el estudio empírico iniciado en 2018 en una comunidad residencial cubana. Los resultados y la discusión que aquí se presentan se realizan desde la arista de análisis que puede enriquecer la mirada del trabajo en comunidades desde la perspectiva de la igualdad de género.
Los resultados e interpretación del estudio solo son un acercamiento al tema. La complejidad de la sociedad cubana y del trabajo en comunidades en las actuales circunstancias demanda de revisar, también, estudios ya publicados por otros autores y continuar desarrollando las investigaciones,
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